Seguidores

viernes, 29 de diciembre de 2023

© LA ESPECIALIDAD DE TACONES (Cuento de Frank Ruffino).




Durante su jornada laboral, el carnicero Tacones se la pasa llorando anónimamente. Y no es cualquier lloriqueo que únicamente humedece sus ojos, sino suculentas lágrimas de Magdalena que corren vertiginosas por las mejillas, narices y bocas, impactando directamente los voluminosos segmentos de vaca, cordero o cerdo que va trozando en distintos cortes para posterior exhibición y venta.

Y es preciso cuando se desmarca de los colegas matarifes. Así me dilucidó tal paradoja el día que fui a entrevistarlo, pues, últimamente, resulta imposible obviar la larga fila de ciudadanos que cada día se forma frente a su negocio dando vuelta a la manzana:

—Nunca he matado un pollo, menos corderito; corazón no tengo para semejante y odiosa acción de quitarle la vida a una criaturita de Dios, pero la gente debe comer. Eso lo tengo clarísimo como este fiel espejo —pone el intimidante cuchillo de carnicero horizontalmente frente al rostro, se contempla y tristemente hace un guiño—. Soy perfecto inepto, un carnicero cobarde y sin vocación, mas, como todos, también debo subsistir y sacar adelante a mi familia.

—Bueno, señor Tacones, y es que tampoco es deber del carpintero realizar labor de leñador, ni del panadero sembrar trigo, ni del herrero extraer metal de la mina —le digo a este sensiblero de antología buscando yo alguna empatía.

—¿Y sabe algo, mi confiable e inteligente joven periodista?

—No...

—Antes que el oficio de carnicero, mi genuino desiderata estribaba en la heroica profesión del toreo, mas, al empezar a incursionar en este arte magno, al siguiente paso de clavar las banderillas, acto previo a la estocada fatal, pues que me quedaba de una pieza frente al pobre bruto y por muy poco escapé de ser cogido y fungir de trofeo.

—¡No!

—¡Pues sí que es así! Los ojitos que me hacía el toro aún me conmueven.

—Madre mía...

—Y la de todos... ¡nuestra Negrita Santísima!

Y vuelve sobre la acción de cercenar, cortar, trozar... no parando ese temporal de sentimientos convertido en abundantes lágrimas que, cuando se abren las esclusas de a de veras, trata de enjugar en su delantal blanco, ya impregnado de indefinidas salpicaduras gordas de sangre, quedando impresas las regiones de su rostro torturado.

Y es en este punto que evoco el Sudario de Turín. Un cuadro patético nada conocido por su numerosa clientela (y que le prometí no revelar en mi reportaje) al ser Juanita y Lupe, madre e hija, respectivamente, las encargadas de despachar adelante al público que acude fielmente y en tropel a Las delicias de Tacones, nombre del negocio cuyo lema reza:

Los mejores y más frescos cortes aderezados con sentimiento

Y no es mentira.

Así que el producto del establecimiento de este carnicero Tacones parece estar equilibradamente salado, extrajugoso y más fresco y conservado que de los de la competencia, del diluvio vertido sobre las piezas, un llanto incontenible sobre su mesa de destazador, larga y ancha pieza rectangular de acero inoxidable donde caben los cadáveres de dos vacas descuartizadas.

Y por los bordes adrede levantados hacia adentro, el charco de lágrimas crea una piscina de sanguaza única y especial en su superficie, esencia y adobo ultrasecretos que hace tan apreciable a este comercio cárnico sin igual.

FIN

"Sultans of Swing"

Hoy les comparto, de la extinta mítica banda británica de rock, Dire Straits (1977-1995), considerado como uno de los grupos musicales más exitosos de la historia de la música rock, su archifamoso tema de 1978 "Sultans of Swing": 

https://youtu.be/h0ffIJ7ZO4U?si=CTNtT_YU3EuF_bJG

'La especialidad de tacones' es uno de los 18 textos de mi tercer libro PARA MATAR A UN ANDROIDE. Pueden adquirir la obra a través del WhatsApp-Sinpe: 85-28-84-87: 7,000 colones por ejemplar, incluye envío. Es posible cancelar una vez que llega libro.

Mis tres publicaciones de cuentos: 12,000, precio que también contempla costo de correo rápido certificado.

¡Gracias por la confianza!



                                             

lunes, 25 de diciembre de 2023

RETRATO 2024 DE UN MUNDO PERDIDO (Artículo de Frank Ruffino).


Por despreciar a la Poesía olvidaron sentir más allá del alma (percibir) y, por ello, cualquier seudocanción en voz de un seudoartista los vuelca en lágrimas y pataletas. 

Por descartar la lectura del Cuento ahora se tragan cualquier historia devaluada, cerebros sin «aceite» literario: ¡que los políticos y otros monstruos con corbata piensen por ellos y los lleven al redil, como los quieren tener! 

No olvidemos, somos Homo Sapiens por el sagrado arte de contar, lo que lleva a pensar, imaginar, fantasear, inventar, comunicar, viajar... 

Entonces, está a punto de abrirse este 2024, otro ciclo de las grandes mentiras, con muchedumbres futboleras y de conciertos apoteósicos, dirigidas (las mentiras) por ladinos zorros de la sociedad masiva de consumo, fuertemente adiestrados en distraer a esta ganadería de borregos humanoides, de la esencia obtenida en diez mil años de historia. 

La Historia que nos cuenta mil y un relatos de extraordinarias civilizaciones, grandes sabios gobernantes y estadistas; escritores, poetas, músicos, filósofos y científicos, ahí, ahí, sin tener que ir ya a un edificio solemne (biblioteca o museo), hoy, mágicamente contenida en este aparatito de 300 gramos, criminalmente subutilizado, excepto para lo negativo y criminal. 

Porque las cortinas de humo que echa una degenerada y perversa élite, son adrede concertadas y espesas, y el hechizo asesino es pandémico: se debe aniquilar la capacidad de pensar, fabular y crear, de percibir e intuir (sentido de profundidad mental)... En fin, de pulverizar la voluntad literaria y artística. 

Época de las mujeres alienadas e imbéciles adictas al selfie, «Trastorno obsesivo compulsivo» (TOC), sin atención psiquiátrica de la salubridad pública; embrujo en acción por redes sociales las 24 horas del día, los 365 días al año. 

¡Basta ya de esta legión de idiotizadas ególatras tecnológicas! 

También se ha consolidado el tiempo de los analfabetas funcionales (la mayoría con algún «título académico», «abogados», «políticos», «periodistas», etc.), que medio saben leer, escribir y por lo dicho aquí, poco atesoran del arte de pensar, aunque tengan en sus manos, reitero, una biblioteca universal que rivaliza con todas las universidades de prestigio del planeta juntas. 

Y de la llamada «profesión» del «influencer», digo que se trata, por lo general, de un ciego guiando a millones de jóvenes ciegos. Este individuo sacado de la chistera de un mundo digital donde se aplaude lo bizarro y ridículo; inmerecidamente, es el nuevo «sacerdote», «pastor», «poeta», «escritor», «profesor», «maestro», «amigo consejero»... mas, por su mecánica de matar el tiempo, pues, con pasatiempos, guardan más semejanza a los antiguos payasos y saltimbanquis del circo. 

Así, deploro, sobremanera, la cuenta regresiva hacia la bestialidad y banalidad, que, parece, no tener ningún esfuerzo apreciable de contención, esto por parte de las sociedades y estados, porque, según veo, ya también la Familia tiró la toalla. 

Uno como comunicador, escritor y poeta lo detecta y siente y, aunque lleve algo de ego, tal fenómeno le sucede a miles de colegas en Costa Rica y el mundo: ante la publicación de mi tercer libro de cuentos «Para matar a un androide», los que deberían ser ejemplo y guía de la prole más joven en la familia, hablo de «viejos» como yo (en cuenta colegas de letras), sólo me desean felicidades y éxitos, incluso, pactan adquirir un ejemplar y hasta expresan se retarán a sí mismos, prometiéndome leer en papel los 18 textos de esta obra que cuesta lo que un six pack de cervezas. 

Y no cumplen... porque ya hasta perdieron el valor de la palabra empeñada (adquirir el cuentario). 

¡Por mí que sigan así! 

Entonces, a fondo, no sabrán nunca la forma en que un escritor pudo matar a un androide femenino (fembot o ginoide) en su cuento... 

¡Pues humanizándolo! 

Pero les dejo oculta esa historia, un «privilegio» para quien desee averiguar cómo la imaginación, que aún está libre de impuestos y control del sistema, concibió tal reto. 

No me cabe la menor duda, contra el humano actual (principalmente y estratégicamente la niñez) el cometido de esas élites de psicópatas, pasa por borrar todo sentido crítico, literario y artístico, que no piensen a fin de que pierdan identidad individual en la selva indiscriminada del consumo masivo. Y de «historias»... pues únicamente las payasadas de TikTok (o las películas de fantasía absurda o violenta), y, por ende, que llevan hacia la «demencia-Alzheimer» social, en el peor de los casos, junto al consumo de sustancias. 

Si la Humanidad sobrevive a esta involución de la civilización, este siglo será recordado por perderse, en tan sólo 25 años, el sentido musical, de lo que significa una buena letra en una canción y apreciación artística; y al no impartirse literatura intensiva en los sistemas educativos desde la primera infancia, la básica habilidad de comprensión de lectura; en fin, la capacidad de hablar, escribir, pensar, crear, soñar, de asombro y curiosidad... de todo aquello que nos hace humanos. 

¡Bienvenidos al mundo de los zombis amaestrados! 

*** 

Les comparto «Prehistórico pájaro blanco», y «El Rapto impensable», que son dos de los 18 textos de mi tercer libro PARA MATAR A UN ANDROIDE. Pueden adquirir la obra a través de mi SINPE MÓVIL: 85-28-84-87 (WhatsApp, para afinar detalles del envío): 7,000 colones por ejemplar, incluye envío. Es posible cancelar una vez que llega libro. 

Mis tres libros de cuentos: 12,000, precio que también contempla costo de correo rápido certificado. 

¡Gracias por la confianza! 

«El Rapto impensable» 

https://cuentosdefrankruffino.blogspot.com/2023/11/el-rapto-impensable-cuento-de-frank.html 

«Prehistórico pájaro blanco» 

https://cuentosdefrankruffino.blogspot.com/2023/12/prehistorico-pajaro-blanco-cuento-de.html

sábado, 23 de diciembre de 2023

© Prehistórico pájaro blanco (Cuento de Frank Ruffino).


Por la luz del pasado que nos llega contenida en la única imagen de su retrato fotográfico, sabemos hoy, Billy the Kid era un tipo poco apuesto, no obstante, para algunos el pistolero más rápido que ha existido sobre nuestro planeta rocoso, donde la violencia parece ser pan de cada día.


Este temido vaquero no tuvo oportunidad material ni temporal de siquiera intuir el rostro de Elvis, pero una tarde el rey experimentó un déjà vu al visitar Tombstone.

Años después relató la loca epifanía a Richard, su chofer que, ya viejo y en visita a mi pequeño país tropical (a donde los jubilados estadounidenses suelen venir a vacacionar cuando el invierno muerde duro en el norte) me confió la anécdota inspirándome el siguiente relato.

 ¿Richard? ¿Conductor de Elvis?

Vaya uno a saber si existió un tipo así o, de haber vivido, posiblemente su fantasma ebrio se habrá proyectado astralmente en mi plano mental (registro akáshico) mientras dormía a pierna suelta.

Cavilé, quizá se trataría de capricho de la cuántica neuronal o conexiones misteriosas de esa conciencia universal cósmica en que las supernovas y agujeros negros, a su debido tiempo y en la dimensión correcta, pueden producir cualquier evento por más rocambolesco que resulte ante pedestres ojos de Homo sapiens, mayormente habituados a creer a pie juntillas cosas e historias de menor cuantía urdidas por sus propios congéneres.

*

Elvis y Billy the Kid frente a frente en Fremont Street. Al borde de un abismo iridiscente cada quien anhela aniquilar a su improbable álter ego:

—Es injusto, Billy, este hermoso parece desarmado —suplica Mary Ellen, una de las chicas alegres que han salido del salón al percibir revuelo.

—No es mi problema, mataré a este epiléptico del tupé igual que a veintiún hombres según mi leyenda de pistolero.

Colmado de abrasadora envidia, Billy the Kid ignora que el viajero del futuro es a prueba de cualquier método exterminador, pues se conoce de la imposibilidad de ir al pasado con el ladino propósito de modificar los acontecimientos del mañana.

—Oh… Niño Billy, no lo mates, por el amor de Dios Niño no lo mates, es tan guapo y misterioso, ¡como de otro mundo!

—De este mundo... viviendo los últimos días de 1957 —aclara Elvis.

—¿Qué...? —Pregunta Mary Ellen, ofuscada y con marcado acento bostoniano.

—Nada, nada, guapa, pequeñeces en la tela espacio-tiempo o será que la imaginación es la cosa más rápida del universo... —atina a decir, mas el asunto queda ahí para la bella analfabeta que, sin proponérselo, estupendamente ha sabido atizar el fuego.

Entonces Elvis, gastando uno de sus muchos trajes al que llama afectuosamente Prehistórico pájaro blanco, comienza a rockear y contonearse de verdad y el barbero de enfrente recuerda una anguila eléctrica que de niño avistó varada en una playa de California. Y el polvo revuelto con estiércol parece no quitarle impulso, como si bailara en el mismo aire, inmaculado, sobre la porquería.

Más veloz que un pestañeo, el forajido Billy the Kid le coloca tres balas de plata en el rostro, pero los proyectiles traspasan al hijo predilecto de Memphis sin siquiera crearle sarpullido impactando la droguería.

Atónita, Mary Ellen se acerca al hijo de mamá Gladys y papá Vernon... El holograma interventor de Elvis toma su cadera y por arte de magia esta chica trastoca a Fender Stratocaster Player.

—¡Dios santo, Will, esto va calentando mágicamente! —Le dice una parroquiana a su cónyuge entre el gentío expectante, corrido a prudencial distancia de los involucrados en este inverosímil suceso que auguran sangriento.

—¡El show ha comenzado mis pajaritos! —Anuncia el Rey del Rock mientras eriza las cinco cuerdas del diapasón.

—La cosa se pone fea —replica Billy—. El tipo es hechicero —ladra y su áspero aliento huele a whisky y féretro. Muy ufano, lanza las ideas farfullando y exponiendo unos irregulares dientes de marmota—: ¡Aquí necesito más que un Billy the Kit!

Aún con sus cañones humeantes, de O.K. Corral emergen sombras de infames cuatreros, Billy Claiborne y dos pares de desagradables hermanos, los McLaury, Frank y Tom; y Clanton, Billy y Ike.


Además de cinturón negro y regular poder telepático, Elvis tiene lo suyo: de la esquina más próxima se materializa el legendario trío luminoso de alguaciles, los hermanos Earp: Wyatt, Morgan, Virgil, y Doc Holliday. De fondo, una banda sonora ambiente devuelve ecos de fierros y tambores de guerra, resoplidos de bestias enloquecidas, largas exclamaciones del pueblo en vilo, polvo y tufo a tabaco.

Son cinco pistoleros provistos con letales revólveres Colt 45 frente a igual número de rockeros armados de chicas convertidas en guitarras mágicas de sicodélicos diseños y colores, por lo que, estos sin alma, habituados a genuinas escopetas, rifles y pistolas, no saben bien qué cosa enfrentan.

Se trata de inocuos rayos láser proyectados de las palas de sus instrumentos, detonando a todo dar «Jailhouse rock» contra una lluvia de balas de grueso calibre que aún así son desviadas a través del campo magnético creado por el rey y pentagrama de ensueño, esta vez, menos peligrosas que esponjitas de azúcar.

La escena transcurre en treinta segundos con idéntico número de disparos. El imperio de la ley logra imponerse a puro rock and roll. Billy the Kid y dos forajidos sobrevivientes huyen despavoridos al desierto en sus nerviosos caballos desbocados y, de legítimo miedo, los hermanos McLaury y Billy Clanton yacen muertos con los oídos hechos una sangría.

Mary Ellen y nueve vaporosas saltarinas del salón Bird Cage agasajan a los cinco gladiadores ejecutando marcialmente un baile de alta energía (el cancán) que proyecta sus ondas gravitacionales hacia todo el planeta y universo.

A dos chicas por cabeza, marchan a la garganta resplandeciente del agujero de gusano, mientras el rey entona un éxito, el mayor de su carrera gloriosa, que será del arsenal posterior: «Can’t Help Falling in Love», y es en ese preciso instante que el grupo sufre un estirón de espagueti hasta cerrarse el diminuto portal interdimensional, tan pequeño como la cabeza de un alfiler.

FIN

Precisamente, les comparto hoy esta mítica canción de nuestro amadísimo e inolvidable Rey del Rock, "Can´t Help Falling in Love" (1961), su balada romántica más celebrada:

https://youtu.be/Yzpj0amDC-c?si=ObqrxMa5u73Sacxe

'Prehistórico pájaro blanco' es uno de los 18 textos de mi tercer libro PARA MATAR A UN ANDROIDE. Pueden adquirir la obra a través del WhatsApp-Sinpe: 85-28-84-87: 7,000 colones por ejemplar, incluye envío. Es posible cancelar una vez que llega libro.

Mis tres publicaciones de cuentos: 12,000, precio que también contempla costo de correo rápido certificado.

¡Gracias por la confianza!

jueves, 14 de diciembre de 2023

Miércoles de Tafil (Cuento de Frank Ruffino).

 


Ehombre frente a mí, casi en la ancianidad, brilló como catedrático de Filosofía y Letras en la principal universidad pública de mi país. Yo fui su alumno aventajado y discípulo más amado.

Hacía cinco años había perdido la cordura cuando su mujer huyó con un poeta nicaragüense de tercera, truhan y casanova.

—Y cuando no hace calor, querido Ruffo, está muy caliente. Tiquicia se lo buscó: merecidamente tienen a este tóxico mundial del presidente Rocha, "Alienator Rajónasaurus", científicamente. ¡Y pobres la G y la P.!

—Triste realidad mi profe Constantino, también me conduelo por esas damas, y todavía más por Laura, Díaz y Munive, aunque esta última va tan obnubilada como Eva Braun por Hitler.

—¡Mujeres alienadas por el rey Caimán! Pero, es de destacarse, que aquí en Costa Risa también cuando no hace frío se está uno incómodo, sobremanera congelado por impuestos de toda clase, tamaños y sabores.

—¡Sin duda alguna, hasta el cuello!

—Tanto como el gringo loco del peluquín zanahoria para EUA., el gobernante de aquí es la desgracia desafortunada para esta república Banana Split, con 200 años de esclavitud abarrotando al mundo de helados barco de banano.

—¡No pueden quejarse, un postre exquisito my teacher!

—Este Rajónasaurus sabe del arte maquiavélico de gobernar como el Papa criar cochinillos, aunque en su Gabinete de ministros es un pésimo veterinario, al punto de no poder castrar a Acosta, el chivo de Hacienda... un verdugo con el pueblo empujándonos cargas impositivas hasta la médula. ¡Paloma Negra Chavela!

—Le comprendo, Maestro. Ahora las cosas van al revés, el malo es bueno y el bueno estorba... ¡Vivimos en un mundo notablemente ridículo y distópico!

*

Esa fue mi última visita al Hospital Nacional Psiquiátrico Manuel Antonio Chapuí y Torres.

Lo han anunciado hoy: mi exprofe «se creyó goma de mascar, colocándose furtivamente en medio de las llantas traseras de un camión cargado de camotes que iba en reversa».

Así lo relató La Extra en su edición de ayer.

¡Y al enterarme lloré lágrimas de fuego a menos 30 grados Celsius, yo, que soy tan equilibrado! Todavía recuerdo todito de esa larga tertulia y lo que me reveló don Constantino:

—La Junta de Loterías, la fábrica de guaro y banca estatal son la Cosa nostra. Y vea cómo en la bóveda del Nacional retozan los altos funcionarios, en contubernio con los políticos de turno. Me lo reveló esa bella y esbelta dama... 

¡Dios!... mi entrañable mentor enajenado señaló a la Primera Dama sobre unos criminales zancos en la sala de televisión que, con un pobre castellano, aseguraba a viva voz era Cleopatra.


¡Suyy Cleopatraa, el puderr tótal de la Viaá Lactiá, más les valie sigian mis ins-tru-chi-o-nes!, —vociferaba ante por lo menos una treintena de pacientes, en su mayoría exjerarcas de este gobierno, acojonados en sus sillas que, presas de un terror rayano en la cordura, miraban en todas direcciones temiendo entrara cayo Alienator con sus legiones y populacho pospandémico conducido por la misteriosa Señora de Purral.

Esta espectacular Cleopatra sabía cómo nadie el arte de dominar a los locos. Según mi antiguo profesor, por veinte años fungió de alta funcionaria de ese ente demoníaco del Banco Mundial, donde tuvo la mala suerte de conocer a Rocha.

—Oh... pobre doña Signe, tan bella, la más linda que ha pisado Casa Zapote, tanto como Jackie Kennedy.

—¡Mas linda que la nica Miss Universal! Y con este poder de locura que inyectaron los ticos en su cónyuge, pues ahí está, sólo eso ha bastado para que cayera en las lunas de la locura.

—¡Pobre! Y al parecer... la sustituta será la Natalie...

—¡Ni lo quiera La Negrita, esa bella de Natalia sea la próxima consorte! ...Porque Rocha le hace lo mismo que Enrique VIII a Ana Bolena... ¡que le corten la cabeza!

—¡Oh Dios mío... la cabeza... la cabeza...., tan linda nuestra pollita!

—¿Sabes algo, mi pupilo?

—¿Qué, mi maestrito?

—Este minipresidente talibán con sus dos dedos de frente y ese hociquito y barbas espantosas, debe ser postulado para El libro Guinness de los Records... ¡ni un macaco exhibe cerebro así!

—Pero... estimadísimo, es casi imposible: corromperían a la junta de notarios testigos y este gobernante en disminución terminaría como el más sabio del mundo. Y es harto sabido, ese lugar sólo está reservado para luminarias del tipo de Albert Einstein, Tesla o Arquímides de Siracusa...

En sus escasas treguas de tímida lucidez, este genio, caído en la demencia más pasmosa, mostraba algún resabio de su celebrada cordura: «Nuestro mandatario es el gran espejo del pueblo. Si esta pobre e indisciplinada nación de analfabetas funcionales, necesitara retocar su rostro idiota con mueca eterna de felicidad inflada, y con un fútbol internacional de quinto nivel, pues únicamente debe ver a su Elegido con esa hórrida expresión de sátrapa, vista sólo en Mussolini, Stalin o Hitler».

—¡Sin duda alguna, puedes establecerlo así! —Querido.

¡Hee dichou soy Cleopatrraaa y debien so-me-tiersemé desdie horra si no lies apagou la tele! —Ordenó la señora Zeikate.

Y los locos, de rodillas ante su reina suplicaban no cometiera ese atroz crimen tecnológico de dejarlos sin las cuarenta y ocho pulgadas de la pantalla plana. Ladraban, maullaban, balaban, rugían y graznaban como cuervos impidiendo tan ominosa acción.

—Soy Bubble Yum de tutti frutti en las fauces del presidente macaco cogobernando con la OCDE y los otros entes financieros internacionales, espantosos verdugos. Algunas veces desorientado mientras masca el poder, Rocha me traga y le traspaso hasta el retrete. ¡Nunca constaté un saco de estiércol como ese, ni todos los cagaderos de los antiguos vikingos en York le superan! Sabe usted, los paleontólogos han encontrado un solo coprolito de 20 centímetros de largo, y tan grueso como este puño.

—Tendrá su consejo de nutricionistas tradicionales bien remunerados, no obstante, parece, porta Taenia solium porque la timba ya le revienta el saco —tercié.

—Hum...Tania... ¿Y ahora cuál mujer es esa?

—No, padrecito, es el nombre científico de la lombriz solitaria.

—Ah ya... el repulsivo tipo pasa sus días como un rey consentido en su exclusiva burbuja donde los chupamedias abundan, peleándose unos con otros por agradar a este déspota bipolar, un insaciable ególatra. Refiere Cleopatra, doña G llamó al consejo de gobierno y circo de prensa "miércoles de Tafil".

—...¿Tafil... otra dama?

—No no, que me manda a decir mi amigo Calígula por medio de su caballo Incitatus, que hizo cónsul, los ministros, más las ministras, ese terrible día se zampan un tonel del ansiolítico llamado Tafil...

—¡Qué madre, era de esperarse, sólo así empastillado uno con amansalocos, ese repulsivo Rasputín es medio digerible!

—¡Lógico, no es para menos! Aquí, en esta universidad nos tienen a un régimen dietético agresivo y obsceno de tres tiempos con sopa de camote, y bananas como postre. Si nos portamos bien, los domingos, un helado barco de banano tricolor más muñequillo de cacao, réplica de Rocha, todo en alusión al Bicentenario de esta República Banana Split. ¡Vieras qué dientes de azúcar exhibe ese emplasto!

¡Cleupatria, lies digou que suy Cleoupatraaia hijius de la grandiusíshima putia! —Espetó la bella letona, extrayendo de sus enaguas un grueso tubo de hierro y, al ver aquello, los locos aterrados corrieron desbandados y algunos saltaron por las ventanas.

Una docena de fornidos enfermeros con cascos azules y camisas de fuerza irrumpieron en el amplio salón de entretenimiento. La sirena no paraba de aullar y el ambiente tornó en un pandemónium de antología.

Mi exprofe y yo corrimos hasta la mesa de ping-pong, y a golpes quitamos a Choreco y otro loco reacio, creo, el Jorge Rodríguez, totalmente ajenos del levantamiento. Volcamos la plancha verde retrocediendo hasta un ángulo del recinto, pues millares de objetos nos llovían de todas direcciones.

¡Ha llegaduo la blancaia Guardiau Pre-to-rriana de mi amadou cayou Chaveliou, ahorra sábrian lo que es obedeuozer a Romaia! —Anunció finalmente Cleopatra.

—Esté usted tranquilo, mi Rufinito, sólo se trata de la clase de Historia Universal —me aclaró el profe.

—Es toda una notable lección magistral, Maestro. No le conté, en la columna patriótica semanal, el periodista Mr. Ed Espinoza... caballo con voz, con voz, con voz, no hay dos, no hay dos... relinchó: «Rocha baila cual mariposa y pica como abejón» —le dije.

—¡Gran filósofo don Mr. Ed, pero eso de compararlo con Alí es una locura más!

—¡Cómo ninguno, ni la Pilar le aguanta un salto!

Y no podíamos sustraernos a tanta emoción académica que había tomado el control de aquel salón. Mi Maestro me haló del brazo y nos sumamos a la bola de estudiantes sublevados contra el implacable poder de Roma.

FIN

Este cuento sátirico
sólo es un quite de ciudadano y escritor, polícamente incorrecto por plantear parte de la realidad nacional. Tiene como base un relato que integra mi segunda obra de relatos "Golpes bajos" (2020).

*


Pueden adquirir mi tercer libro de cuentos a través del WhatsApp-Sinpe: 85-28-84-87: 7,000 colones por ejemplar, incluye envío. Es posible cancelar una vez que llega obra.

Mis tres publicaciones de cuentos: 12,000, precio que también contempla costo de correo rápido certificado.

¡Gracias por la confianza!

Les comparto algo más halagüeño que este bizarro tema político nacional:

"Goodbye", éxito mundial de Air Supply, 1993:


jueves, 7 de diciembre de 2023

Más perfecta que su nariz fue la vanidad de Jacques (Cuento de Frank Ruffino)




Jacques era un hombre bastante apuesto, y, sabido de todos, su mejor parte se concentraba en la nariz, famosa y reconocida por calificarse como perfecta «gema»

Por verdad indiscutible quedaba establecido, únicamente las mejores narices nunca vistas podían comparársele: la del David de Michelangelo o de la estatua antigua del general Alejandro Magno.

Enamoradas, las poetas costarricenses compusieron sus odas extasiadas por la maravillosa nariz de Jacques y los cantantes la celebraron en felices estribillos.

Así, el consentido de Jacques, según él y por consenso público, tenía pleno «derecho» de hacer mofa de los calificados chatos, con miembro algo deforme o narizones perdidos. Y esta aberración en el pueblo empezó a alcanzar proporciones épicas. 

Aunque al fin hacía meses la peste parecía estar bajo algún control y no fuesen necesarios ya los consabidos protocolos sanitarios, al avistarle, casi todos mis coterráneos y, con algo de pena debo confesar, yo mismo, exboxeador, recurríamos al uso del barbijo en procura de evitar las bromas de Jacques... Más incómodo fue el chiste de mis propios paisanos que solían parangonar una fea o regular napia con ese arquetipo de perfección que exhibió nuestro narciso.

Entonces, no cabe duda, tal nariz resultó en esta pequeña tierra un dechado de virtudes y, aunque nadie o él lo imaginara, un leve repunte del virus resistiéndose en este dos mil veintidós que concluye, le pilló mortalmente.

Jacques, quien siempre llevara la mascarilla por debajo de su precioso órgano a fin de que todos contemplaran esa perfección. Quien había asegurado su nariz en un millón de dólares temiéndose una desafortunada amputación u otro descalabro que pusiera fin a su notable atractivo... A quien la industria de la belleza y cosmética del país pagara jugosos contratos para hacerse con el perfil de semejante adonis en la promoción de sus productos y servicios, pues muchos y muchas anhelaban las simétricas dimensiones de su nariz en franco ascenso.

Y sucedió que, por deseo expreso del mismo Jacques confinado en la unidad de cuidados intensivos de un hospital, barruntando que de esta no saldría, la ventanilla del féretro había sido cortada a la medida de modo que este diamante de su nariz pudiese ser expuesto durante todo el proceso de las honras fúnebres.

Porque por tres días la limusina abierta recorrió las calles de mi pueblo y vecindades mostrando la nariz «embalsamada» de Jacques. Dos almohadones bajo su cabeza contribuían a sobresaltar de la caja mortuoria el apolíneo miembro que difícilmente volvería a repetirse en el universo.

Antes de dar su último hálito, se dice Jacques manifestó un segundo y final desiderata a fin de que el propio Deredia realizara un molde en tecnología 3D de su nariz que debería reproducirse a una escala mayor sobre la lápida.

Mas, no todo resultó un romántico cuento de hadas, y así lo externó el estilo del sucinto obituario en un semanario de comarca cercana en dos líneas finales...

Aclaro, no sé si se tratará de satírica y envidiosa vendetta de mal gusto que haga sentir peor a sus afligidos deudos o una descripción de la cruda realidad, pero cierto es, y casi todos concordamos, privadamente, nuestro alabado Jacques se constituyó en el único culpable de su propia muerte:

Descanse en paz y que a los gusanos les sepa extraordinaria su bella nariz.

FIN

Cuento inédito de Frank Ruffino, no va en mi nuevo libro "Para matar a un androide" (18 textos). 

Imagen con fines ilustrativos. Es un «cromo»... L«nariz» 
representa una metáfora de su legendario ego.


Pueden adquirir este libro a través de mi WhatsApp y Sinpe: 85-28-84-87. 7,000 colones por ejemplar, incluye envío. Pueden cancelar una vez que llega obra.

Mis tres obras de cuentos: 12,000, precio que contempla costo de correo rápido certificado.

¡Gracias por la confianza!

domingo, 26 de noviembre de 2023

El Rapto impensable (Cuento de Frank Ruffino).


 

Como testigo ocular, el proactivo avicultor Roberto Pucci había experimentado una radical y perversa inversión de los papeles cuando se trata de extraños encuentros cercanos del tercer tipo, porque lo que el Alienígena arrebató no fueron precisamente a sus congéneres cristianos, ansiosos por ascender al Paraíso de una vez por todas (según se sabe, el cupo es extremadamente limitado y el «Derecho de admisión» harto riguroso).


Noches antes, cerca del hangar que albergaba más de un cuarto de millón de aves, al fin había observado desde la copa de un chopo temblón a esa nave furtiva posarse en el claro de setos. Entonces deploró no ir acompañado de familiar o peón que sirviera de prueba testimonial, y peor todavía, no cargar el teléfono móvil olvidado en casa, distante a doscientos metros. 

Del disco o plato volador, no mayor a un coche estándar, observó espantado abrirse verticalmente angosta puertecilla apareciendo en escena un ser gris que, aunque de características humanoides, también exhibía marcados rasgos de hormiga, sobre todo por la cabeza de rombo y grandes ojos negros, fríos e insensibles. 


Parecido a un robot que debe cumplir una misión específica y cuidar hasta los más mínimos detalles, constató volaba a ras de suelo derechito hacia el cobertizo avícola. Luego el mismo pandemónium que había escuchado cada noche: revuelos y cloqueos extremos, diríase de pavor como si estuviese la concurrencia de sus finísimas ponedoras Rhode Island Red y Livornese importadas, ante la supuesta jauría de zorros demoníacos que hace meses pensó causaba estragos diezmando la cantidad de animalitos. 

A la siguiente noche se dio idéntica visita, aunque, de entrada, sin la histeria colectiva; en vez de aquello, suaves cacareos angélicos a coro. Con Lolita en mano, su escopeta de munición calibre 12, este próspero finquero ya estaba cómodamente apostado en uno de los cubículos aéreos donde almacena semillas y piensos.

Entonces entendió los abruptos cambios de humor de esas criaturitas y pírrica producción de huevos en días anteriores: la especie de psicópata cósmico patriarcal irrumpió levitando en el cobertizo y comenzó el cruel amedrentamiento soez, propio de un degenerado (en eso Roberto recordó al disoluto Rasputín). 

—¡Hijas de perra... todas ustedes son unas pollas hijas de perra igualadas y creídas muy especiales y que para nada merecen salvarse de terminar en un infernal caldero! —«Vociferó» empleando canales telepáticos por los que también vomitaba canciones de reguetón y música de cantantes actuales por el estilo, de seguro con la finalidad de alienarlas buscando pulverizar cualquier intento de huida. 


En un episodio más que macabro, el supuesto redentor dirigió lentamente la mirada a lo alto hasta clavar esos ojotes terroristas en Roberto, y de su huesudo dedo índice proyectó rayo láser o similar que puso incandescente la escopeta, por fortuna colocada poco antes sobre un costal de fórmula al sostenerse este ganadero la cabeza, enloquecido como estaba, no dando crédito a ese encuentro aún no clasificado por los ufólogos o teólogos. 

«Vaya a saber uno a qué autoridad corresponde interpretar este enigmático y rocambolesco incidente de abducción masiva y aviar», se dijo confundido porque religiosamente se ha establecido, el llamado Rapto sería disfrute exclusivo de humanos.

Intentó fallidamente coger el celular igualmente hecho una nube de chispas tras lo cual quedó irreconocible y, obvio, en definitiva, inservible. 

Ya en este punto, la nutrida población de aves ni chistaba frente al maldito ser supremo que había logrado reducirlas a la indefensión e imbecilidad totales, como a él mismo, mas, paralizado a causa del pavor creciente que provocaba ese apocalíptico. 

Amenazándolas a través de explícitas imágenes mentales con transformarlas en caldo hirviente o en rostizados combos familiares (a cargo de un chef zorro de ojos rojos y afilados colmillos), una a una, conformando una hilera perfectamente militarizada, las nuevas gallinas seleccionadas salieron sonámbulas al exterior y ascendieron a la nave por una rampa cerrando esta procesión el alienígena que, hasta ese momento, ignoraba Roberto, realizaba su último viaje. En segundos el platillo aceleró y desapareció dejando una miríada de plumas flotando por doquier.

                                                               *

A fin de demostrar a su familia y granjeros vecinos que no estaba loco, desde entonces en la copa del árbol más empinado, casi todas las noches aguarda con el caporal Arrieta el regreso del ovni, o en su defecto la devolución total de 144.000 gallinas arrebatadas en esos días. 

—Unos insensibles envidiosos rumorean, me he bebido casi todo el antiguo y próspero corral, pero Dios, digo, ese aliens universal con apariencia de hormiga de pocas pulgas, paradójicamente me infunde fortaleza espiritual abstrayéndome de semejantes cuentos pueblerinos, y eso tranquiliza un poco en esta gran tribulación planetaria inacabable —le dijo a su capataz. 

—Como usted mande patroncito —replicó el rústico sin cuestionar nada. 

Y así estuvieron expectantes los dos hombres hasta hacerse presente el nuevo día. El alboroto en el gallinero y arribo de la peonada, les indicó debían entrar en funciones dirigiendo la recolección de huevos de las «gallinas mundanas», como llamaba Roberto ahora a sus aves que no habían sido parte de El Rapto.

FIN

NOTA: Este texto aparece en mi nuevo libro de cuentos 'Para matar un androide' que he publicado a fines de octubre de 2023. De los 18 relatos, 14 son inéditos. Pueden adquirirlo en 7,000 incluido envío por correo certificado. Mi WhatsApp-Sinpe: 85-28-84-87. Doy chance de cancelar una vez que les llega libro. Como vivo en Tilarán, 5,000 y lo llevo personalmente. 

¡Gracias por la confianza!

Índice de mi libro "Para matar a un androide": 


De los 18 relatos del libro 'Para matar a un androide', 14 textos son inéditos.


El libro también incluye el relato "La buena muerte", segundo lugar del 'Certamen permanente de cuento de la EUNED', Costa Rica.

 

 

martes, 27 de junio de 2023

© EL DESTIERRO DE GÄNSWEIN (Cuento de Frank Ruffino)

 


Aunque extramuros para el mundo laico ese pequeño pero poderoso Estado simula ser un lecho de rosas celestial donde el mal y la intriga no tienen cabida, entre corrillos, Benedicto XVI había sido un «duro de matar» para buena parte de los doscientos veintidós purpurados del Colegio Cardenalicio y el mismo Papa Francisco.

Pero como ni el excepcional y longevo pontífice emérito pudo llegar al centenario o más (lo que tanto temían sus adversarios liberales), ese 31 de diciembre de 2022, el poderoso e influyente alemán exhaló su último hálito a los noventa y cinco años y la suerte se le acabó a Georg, su secretario personal y prefecto de la Casa Pontificia.

Aún tibio el cuerpo del tradicionalista de Joseph, el reformista Bergoglio mandó al ujier Robertini a llamar a su secretario, el prelado Pietro Parolin, quien había sido arzobispo titular de Aquipendium y nombrado secretario de Estado de la Santa Sede, una década atrás cuando reemplazó al viejo cardenal salesiano Tarcisio Bertone.

El secretario Pietro acudió al instante y Francisco despachó a Robertini en su estilo bromista y distendido:

—Fuchi, fuchi... que tenemos que tratar un asuntillo de Estado, querido Robertini.

El ujier corrió hacia la gran puerta dorada de la oficina papal, cerrándola y «perdiéndose» tras ella, mas, inmediatamente dio un paso en reversa y pegó su oído para enterarse de lo que le parecía a él tener visos de secretazo de Estado.

—Le llegó la hora al necio de Georg —le dijo Francisco a Parolin—. Necesito urgentemente una embajada papal que eclesiásticamente se considere de «retiro», y lo suficientemente alejada de mi Curia Vaticana para que este arzobispo deje de crearme problemas, como ha estado haciendo desde la muerte de Joseph.

—Por supuesto, Excelentísimo. ¿Qué negro destino ordena para el susodicho?

—¡Pues eso que le he dicho, destierro, sólo destierro, y entre más lejano sea, mejor, mi amigo Parolin!

Entonces éste fue a la pared oeste del salón contiguo mientras Francisco le seguía y cubierta totalmente con representaciones de las infinitas posesiones y dominios geográficos del reino católico y señaló la Nunciatura Apostólica de Manila.

—¿Qué le parece aquí? —Le sugirió a su jefe, que, ante la imprevista noticia de la muerte de Benedicto, aún calzaba sus pantuflas preferidas, cuyo único lujo estribaba en dibujitos de querubines bordados con filigranas de oro y plata.

—¡De ninguna manera, deseo más agua de por medio, al otro lado del Charco, que sea en el fin del mundo, el ostracismo total! —Vociferó el influyente sucesor de San Pedro en esta Tierra.

—Oh, pues así pues sí, mi Santidad, ya comprendo ese deseo —dijo Pietro dirigiéndose al ángulo de la pared, donde el mapa del orbe ecuménico se estrechaba en una franjita, un istmo, el centroamericano... y puso su índice en un puntito que quedó desaparecido—. ¡Costa Rica! —Recomendó por fin con aires de rotundo triunfo.

—¡Magnífico, magnífico, querido, no puede existir destierro más aleccionador que la Nunciatura de la diminuta ciudad de San José arquidiócesis! —Gritó emocionado al tanto se frotaba las manos.

Y es que diez mil kilómetros no eran poca distancia de la Curia Vaticana para «deportar» al escollo de Georg Gänswein que tras el deceso de Ratzinger habíase trastocado en una piedra en el zapato del pontificado de Francisco. Su hábil movida le apartaba de la Curia dándole una salida a la nunciatura del minúsculo país.

—¡Ya hay lugar para el revoltoso de Georg! —Se pasó diciendo ese grandioso día el bueno de Francisco.

Henchido de emoción, se acercaba a los cardenales preferidos de su círculo íntimo y les lanzaba al oído la gloriosa frasecita.

Aunque en honor a la verdad, esa mañana el ujier Geovanni Robertini había corrido hacia la Casa Pontificia donde todavía Gänswein fungía de prefecto.

De ese modo, él y los morados aliados de la férrea ortodoxia católica que representaba el hoy extinto Papa emérito, sabían de esta jugada que consideraron un golpe pero que muy bajo.

Y es que no era para menos la tremenda turbulencia que se iba provocando en los pasillos y cientos de recintos de la Santa Sede, pues con esta decisión, el poderoso jesuita pulverizaba toda clase de influencia mediática e institucional de Gänswein en la vida cotidiana de la Curia Romana.

—Costa Rica, destino absolutamente necesario y acorde para ese díscolo de Georg, cabecilla de mis opositores y todavía megáfono del difunto —dijo en conveniente inglés Francisco a su camarlengo Kevin Farrell.

—Oh, cómo no, su Divina Santidad, yo mismo me aseguraré esta misma semana de darle la noticia y trasladar por escrito su decreto —terció el rollizo irlandés.

—¡Que así sea! —Sentenció Francisco.

Pero el exsecretario Gänswein, como hemos dicho, considerado «sombra» de Ratzinger y ahora una fiera acorralada y herida, no iba a aceptar así porque así esa degradación y destierro sin chistar, por lo que, pagados los «treinta denarios» inútiles al chismoso y Judas de Robertini, puso en práctica lo que, según él, sería su venganza y de tal guisa lo demostró con la publicación de sus controvertidas memorias, bajo el título «Nada más que la verdad. Mi vida junto a Benedicto XVI».

Una de tantas editoriales españolas había dado cabida a esa furia de despechado y viudo caído en desgracia, y no fueron pocas ni cortas las denuncias en que revelaba una confrontación oculta entre el paradigma de Iglesia de Francisco y el defendido por el otrora sumo pontífice emérito.

«Benedicto me dijo: “parece que Francisco ya no se fía de mí”», escribía el arzobispo en la obra vendetta que desde hacía meses estaba concluida previendo la inminente muerte de su mentor.

Pero ya era tarde para despotricar sin ton ni son. Exilio era exilio, y pocos adquirieron el libro del desterrado, de tal forma también nadie se hizo eco de ese atribulado final.

A estas alturas de los acontecimientos, Gänswein ya había abandonado el monasterio Mater Eclesiae, donde residió con el Papa emérito. Por pocos meses habitó un piso de trescientos metros cuadrados muy cercano a Casa Santa Marta, quedando, aseguran, el alquiler sin pagar con su apresurada salida de Roma.

Mas, antes de partir, aún podía dar alguna prueba de su antigua grandeza y poder, porque ahora, siendo el único albacea de Benedicto, trató de finiquitar varias diligencias tendientes a capitular con los últimos deseos del extinto prelado.

Esa víspera de su exilio anunció haber encontrado a cinco primos de Benedicto. «A los que deberé de escribir para ver si aceptan o no los fondos que pueda tener éste en su cuenta del Banco Vaticano. El resto de sus bienes han sido cedidos a la Santa Sede y a la Fundación J. Ratzinger».


Cabizbajo y derrotado, este antiguo prefecto de la Casa Pontificia, abordó un avión en el Aeropuerto de Roma-Fiumicino, rumbo al pequeño y verde país que muchos confunden con Puerto Rico a ocupar su «nunciatura de descanso» como se le suele llamar en términos diplomáticos a esa sede, donde a la Iglesia Católica aún se le tiene como religión oficial del Estado según el artículo 75 de la Constitución. 

Un destierro sereno políticamente hablando, ayuno de poder real, sin pena ni gloria.

Más tarde, el nuncio en Costa Rica, el italiano Bruno Musarò, quien desde hacía años deseaba lo libraran de ese cargo a fin de retornar a su región de Toscana a disfrutar de una merecida jubilación, y una pequeña comitiva de obispos junto al presidente de la República, el canciller y altos funcionarios, recibieron al devaluado Georg Gänswein.

Aunque casi una década menor que Musarò, el viaje de diez horas y el peso de la derrota habían envejecido como veinte años a Georg, por lo que todos contemplaron, a pesar de sus sesenta y ocho años, a un viejecito descender de las escalinatas de la aeronave.

La voluntad de Bergoglio se había cumplido.


FIN

*

© 'El destierro de Gänswein' es un cuento de no ficción que escribí a fines de marzo pasado. Va incluido en mi tercer libro de relatos Para matar a un androide (2023). 


PARA ADQUIRIR MIS LIBROS DE CUENTOS

Amigos lectores, pueden conseguir mis tres libros de cuentos «Los perros también soñamos» (2019), y «Golpes bajos» (2020), y "Para matar a un androide" (2003) cada uno en 7,000 incluye envío por correo rápido. Si compran las tres obras: 15,000 totales. Pueden realizar un Sinpe a mi número: 85-28-84-87 y enviarme reporte y dirección a ese mismo número de WhatsApp. Lo mismo: si me proveen dirección física o apartado, una vez que les paso colilla de correo hacen la transacción, o bien cancelan hasta tener el libro -s- en sus finas manos lectoras.

A amigos y amigas de Tilarán... bueno, por vivir aquí: 5,000 colones por libro (12,000 los tres libros) y se los llevo a su casa.

¡Gracias de antemano por la confianza!
 

THE MASS

Hoy les comparto, del proyecto musical del francés Eric Kevin lanzado desde 1996 hasta la fecha, Era —acrónimo de Eminential Rhythm of the Ancestors, estilizado como +eRa+— y que mezcla cantos gregorianos con ritmos modernos como el rock, el pop y el dance, clasificado dentro de la música New Age, su famoso tema The Mass (2003):

https://youtu.be/iqmdBAQglXY


Monasterio Mater Eclesiae, Vaticano, donde Georg Gänswein habitó con el Papa Emérito. 


Casa Santa Marta, residencia del Papa.

*

Tiempos de poder para el arzobispo Georg Gänswein, enemigo del Papa Francisco, mientras Benedicto XVI reinó como Papa y luego de Emérito. En la capilla del monasterio Mater Eclesiae:




La Prefectura de la Casa Pontificia, Vaticano.


Georg Gänswein, una especie de 'ángel caído'.

Nunciatura Apostólica en San José, Costa Rica.

*

martes, 20 de junio de 2023

© EL MONSTRUO FELIZ (Cuento de Frank Ruffino)

 



El tipo socarrón había estafado trescientos millones de dólares a cientos de ahorradores inversores en el Reino Soberano de la Impunidad.

Muy distinto le sucedió al malvado de Bernie Madoff, apodado «El Monstruo de Wall Street», quien tuvo cárcel para siempre y sólo para siempre en los gloriosos Estados Unidos de América.

Por lo que J. Chaves parecía estar inmensamente feliz y agradecido con la vida y justicia por la impunidad olímpica brindada, una especie de red de cuido muy paternal, tras haber perpetrado tal golpe de «genialidad» financiera, todo un antihéroe sensación, no visto en el pequeño reino desde que el infame Robert Lee Vesco cayera con un botín parecido por haber saqueado inmensos fondos de jubilados.

*

En república tan diminuta, ese día especial Álvaro y su esposa coincidieron con El Monstruo Feliz en el exclusivo restaurante Pescatore.

Habían perdido parte de su patrimonio por culpa de ese tipo que, como si nada, y previa reservación, buscó acomodo en la mesa contigua junto a su esposa Edna y amigos.

Se celebraba esa fecha el próximo 18 de junio, víspera del Día del Padre. Entonces, dos progenitores casi frente a frente: el padre bueno contra el padre malo.

El Monstruo Feliz ordenó langosta al ajillo y a un clic Álvaro se percató de la presencia del adefesio por su voz de inconfundible cuervo tenebroso, esto al solicitar la orden al camarero.

Resultaba imposible no reconocerle, pues El Monstruo Feliz, uno de los más dignos representantes del Esquema Ponzi en este planeta rocoso, se había hecho famoso estafando, sin muchas dificultades ni consecuencias, esa astronómica cantidad de recursos.

Ya él y su familia acababan tres simples filetes de tilapia, lo que podía sostener un presupuesto limitado.

*

Ante semejante romanticismo celebrado por la prensa rosa cuando se trata de riquezas incalculables sacadas de la chistera, el ya legendario Monstruo Feliz adquirió la asombrosa habilidad de ir impunemente flotando por la ciudad.

«
Ese es el poder del dinero, al contrario de la carencia absoluta de él y que suele arrastrar, envejecer, enfermar y matar al ser humano», se dijo Álvaro. 

Ya le habían visto hasta levitando en uno de sus Mercedes-Benz y también transmigrando a velocidades vertiginosas sobre las maltrechas vías, escuelas y colegios públicos bombardeados desde dentro por la corrupción, en fin, sobre la asquerosa cloaca, todavía así, llamada capital del reino.

De tal forma, El Monstruo Feliz, o sea, Chaves, se trasladaba como una especie de astronauta intocabable. La Corte le había construido una especie de helipuerto para su auto fantástico blindado, personalizado y a propulsión a chorro, ahí, en su mismo edificio principal del circuito judicial, al sureste del centro.

Un juez probo y enfadado advertía a un destacado periodista: «Este "cromo" Guinness llega y aterriza chillando llantas». 

Por la puertecilla de la azotea, entonces, cada vez de visita, salían a recibirlo magistrados y jueces del Reino Soberano de la Impunidad, y estas tortugas de Galápagos trastocaban a eficientes y proactivos, los muy pillos. La abuela Rosario Aguilar nunca se perdía de nada estas reuniones por videollamada.

Aplausos y abrazos, aupar en hombros al Monstruo Feliz, cual atleta olímpico que acababa de hacerse con medalla de oro o el querido doctor Franklin Chang-Díaz de vuelta a la Tierra tras seis meses en el espacio.

Luego, abajo, en los íntimos y oscuros garitos donde se cocina hoy la desgracia del pueblo, acomodaban en secretos gabinetes de cocobolo los fajos de billetes, nuevecitos y cuya denominación común era de cien dólares americanos.

¡Bellos billetones!, tanto, que no paraban de besarlos felicitando al Monstruo Feliz por ser harto filantrópico para con ellos, compartiendo un diez por ciento de lo obtenido a partir de la histórica megaestafa, todavía así, una increíble fortuna de treinta millones de dólares.

—El precio de la libertad cuesta y esa suma es casi simbólica, querido Javier —le hacían ver a coro los magistrados corruptos y borrachos.

*

«Esos son los honorarios por debajo, la mordida que hace esta justicia sea de plastilina para los ricos políticos oligarcas, y de implacable hierro forjado contra el ciudadano de a pie».

Todo esto reflexionaba y recreaba el vapuleado y saqueado de don Álvaro.

—Ya no habrá justicia, no... —caviló.

—¿Qué dices amor? —Le preguntó tiernamente su señora.

—Nada cielito... únicamente un murmullo, pensamientos en voz alta.

—Ah... ya.

El Monstruo Feliz paladeaba la langosta luego de realizar la respectiva catadura de un exclusivo vino francés de a dieciséis mil dólares la botella, y el sociópata no advertía que una de sus muchas víctimas le medía bajo acecho felino, y no de gatito Angora turco, sino de tigre siberiano.

Álvaro pensó en las valientes heroínas de Florita y su nonagenaria madre, quienes vieron evaporarse toda una vida de esfuerzo, estafadas por este desvergonzado Monstruo Feliz.

También evocó tres o cuatro suicidios, decenas de paisanos hundidos en la depresión y locura, muchos de ellos que, ante el descomunal estrés generado por ese emplasto de la genética, han muerto de cáncer.

Recuerda a Nayib y un cuento de Ruffino, El Reformador, que alaba al héroe salvadoreño.

—Ahora o nunca, debo estar a la altura de las circunstancias —se espoleaba.

Desentraña las características del entorno físico, sabe, inexorablemente, ha entrado en «modo de metamorfosis» en que ahora funge de gran depredador alfa. «El que a hierro mata a hierro muere», se reconforta buscando algo de ánimo.

Es un golpe de suerte cuántico o algo por el estilo, una coyuntura especial porque no ha perseguido ni acechado a su víctima. Le falta hambre, menos deseos de devorar a un ser ponzoñoso de siete cabezas, excepto una implacable sed de justicia.

Matarle y comerle sería un asesinato-suicidio y no hay derecho a perder la vida por tan poca cosa.

A sus espaldas, arriba, contra la pared azul que simula el majestuoso Océano Pacífico del reino... un hermoso y gran pez aparecía embalsamado.

*

Llegado el instante del petulante brindis, de pie, El Monstruo Feliz alzó su copa de tinto denominado «Domaine de la Romanée-Conti Grand Cru, Côte de Nuits».

¡Dios mío!

Pero antes de llevar más de este espectacular Bourgogne a su corrompido gaznate, Álvaro ejecutó un salto de jugador de la NBA y voló de la silla hacia el trofeo, un pez espada...

Fue un acto de poder paranormal o de adrenalina inefable: volviéndose en el aire y practicando un movimiento insólito, sólo posible por el otrora genio Bruce Lee o un gato, empaló al Monstruo Feliz antes de que la copa rozara su bocaza, y tanta resultó esta fuerza de superhombre que, en medio de un pandemónium, la bestia apareció clavada en el alto artesonado.

Recobrado su celebrado y tradicional temperamento afable y equilibrado, de súbito, el héroe de miles temió las consecuencias de ese intempestivo e impulsivo acto humano, muy humano, a la medida del Monstruo Feliz.

Pero... en una especie de resucitada empatía colectiva, se vio rodeado de cincuenta o más comensales que se habían puesto de pie y aplaudían.

Edna y sus dos cómplices saltaron por la ventana más inmediata arrasando una hilera de violetas persas, proyectaban espeluznantes gritos de horror en la San José de noche, feudo siniestro del alcalde Jam en el que posteriormente se refugiaron otros compinches del Monstruo Feliz.

A todos les había llegado su hora.

Cuentan, aún no emergen del alcantarillado de aguas negras, donde, al parecer, han encontrado su lugar, acogidos por el sempiterno edil.

*

En esta ocasión sí hubo policía, mas, nada raro ni fuera de lugar encontraron
: una rastrera y hermosa langosta fijada en el techo significa oportuno adorno para un establecimiento de mariscos de semejante perfil gourmet.

—¡Magnífico trofeo giovane signore! —vociferó abriendo sus brazos Salvatore, el propietario de la marisquería mientras los agentes alababan su restaurante. Pensó, se trataba de un fino obsequio de Álvaro por ser un día «speciale».

—¿Usted cree que sea un premio de las profundidades marinas? —Preguntó Álvaro al viejo italiano con un dejo de duda.

—Cómo no... sí que lo creo.

Entonces cogió el teléfono móvil y llamó al reputado doctor Peppino, taxidermista graduado en Harvard, amigo y cliente.

FIN

Martes, 20 de junio de 2023.

Imagen con fines ilustrativos.

Y... para no abandonar el tema de mi relato, h
oy les comparto, del genio... de Boy George, su éxito mundial de 1983 «Karma Camaleón». Disculpen por llamar a estas genuinas estrellas del pasado siglo XX "genios"... Viendo hoy a Bad Bunny, Peso Pluma, etc., no me cabe la menor duda de que eso eran pero no lo sabíamos entonces:

https://youtu.be/JmcA9LIIXWw

***

INCIDENTE EN PESCATORE

La víspera del Día del Padre, don Álvaro Arias Font nos demostró que aún existen personas valientes, 'heroísmo' para este tiempo: Él y su señora, afectados del caso ALDESA, cenaban junto a su hija en el restaurante Pescatore y 'pescaron' (karma) a Javier Chaves y su esposa Edna Camacho en una mesa contigua. Mi cuento sólo representa una metáfora, ficción de ese tragicómico incidente:

https://fb.watch/lgyjoo9Gci/?mibextid=Nif5oz


PARA ADQUIRIR MIS LIBROS DE CUENTOS

Amigos lectores, pueden conseguir mis dos libros de cuentos «Los perros también soñamos» (2019), y «Golpes bajos» (2020), cada uno en 7,000 incluye envío por correo rápido. Si compran las dos obras: 12,000 totales. Pueden realizar un Sinpe a mi número: 85-28-84-87 y enviarme reporte y dirección a ese mismo número de WhatsApp. Lo mismo: si me envían dirección física o apartado, una vez que les paso colilla de correo hacen la transacción.

A lectores de Tilarán... bueno, por vivir aquí: 5,000 colones (10,000 los dos libros) y se los llevo a su casa.

¡Gracias de antemano por la confianza!

***

sábado, 17 de junio de 2023

© TÓXICA (Cuento de Frank Ruffino)

 



Después de padecer yo durante tres horas el implacable tormento que sólo puede destilar una mujer tóxica, esta mañana he cavilado en Camilo Rocha, un colega santulón hecho polvo por su exmujer.

Empujado hasta el mismo límite de la locura, era de esperar este tipo resultara peligrosamente contaminado y también trastocara en radiactivo por sus redes sociales, escribiendo poemitas ácidos en los que no determino un vestigio de arte y sí mucho de vendetta.

Pobre.

Aunque le comprendo perfectamente bien, conjuro este incidente acaecido hace varios meses mientras viajaba a mi pueblo. Estropear más este buen carácter y equilibrio emocional, no representa una decisión inteligente que digamos...

¡Cancelado!


Somos nueve hermanos, señor, yo, la más espabilada, por eso voy a rescatar a mi padre Batista, de noventa y dos años. Diosito me ha otorgado el don del discernimiento, y no actuar ahora es condenarme al fuego eterno. Mi hermano Luciano es el más bruto de todos, a él se debe ese abandono. Esta vez sí cumpliré la promesa, aunque cuatro de ellos se opongan. Yo hago esto porque soy la más espabilada —recalcó, mientras me miraba de frente para garantizarse las cosas quedaran bien claras.

La dama, que se decía 
«solterona y a mucha honra», venía de la capital donde trabajaba desde hacía cuarenta años en la casa de una rica familia oligarca. Ya había llegado a los sesenta y cinco, y constantemente enfatizaba esa privilegiada condición ante sus tontos hermanos y hermanas, también viejos y solterones.

Yo abordé el bus en la ruda «Ciudad de los Poetas», y en la próxima hora ese fue el monotema de conversación: por más que le hablara de otros tópicos, invariablemente comenzaba a relatarme con lujo de detalles su cometido.

No tuve opción siendo ése el único asiento disponible, y la señora Grettel, solícita, acomodó contra la ventana una larga bolsa blanca hasta apoyarla en el piso donde llevaba un futbolín para algún niño, de tal manera sus filosas rodillas ladeadas se apretujaban contra mis piernas causándome cierto malestar indefinible.

Como he dicho, el afán existencial de esta hija consistía en rescatar a su padre y llevarle a un asilo de ancianos en San Cristóbal, donde, a cambio de donar la exigua pensión del viejo a la administración del centro, según ella, tendría una vida de primera, con dos o tres paseos anuales a la playa incluidos, y una visita especial al Museo de las Momias en la ciudad capital, urbe que aún no conocía, y diversiones de todo tipo, hasta clases de merecumbé para el ágil de don Batista, famoso por participar en las celebraciones de la comunidad y ostentar una marca invicta de bailar salsa durante ocho horas seguidas.

Fenomenalmente flaca hasta casi la caquexia, exhibía una repulsiva blancura transparente que fácilmente mostraba su sistema circulatorio hasta en los más íntimos detalles (con sarcasmo pensé podría ser un notable espécimen vivo para la facultad de medicina de cualquier universidad). La nariz, caída en gancho, y un rostro anguloso, correspondía a la severidad de su alma, que evocaba a esas monjas monstruosas de las películas de suspense y horror donde a los pobres huérfanos se les aplica todo un amplio repertorio de torturas indescriptibles. Cuatro o cinco verrugas diseminadas por la cara no contribuían a arreglar el conjunto.

Tras unos lentes verdes de grueso marco, los ojillos azules no paraban de girar y fijarse en mí a fin de constatar pusiera atención a su historia y del próximo desenlace, que, aseguraba, tendría ocurrencia al día siguiente, miércoles, cuando bajo la promesa de un magnífico paseo a volcán Dinamita, al fin ingresaría al indomable progenitor librándolo del descuidado y aprovechado de Luciano, a quien igual debía expulsar de la destartalada cabaña de su padre.

—Ese bruto hermano cobra la pensión de ochenta mil colones mensuales de mi santo padre y lo tiene mendigando en el caserío, importunando a los turistas porque me lo han informado así las viejas amistades de allá —me dijo indignada, y aclaró—: …Pide limosnas a los gringos que pasan hacia ciudad Violeta y detienen a comprar artesanías y souvenirs en los dos o tres puestos establecidos a la orilla del camino.

—¡Madre mía! Pero... ¿qué vida es esa? —Exclamé, mostrando un falso sentido de empatía porque ya experimentaba hundirme en arenas movedizas.

—¡Pues ninguna, por eso voy actuar, soy la más espabilada de ellos señor!

Ante su perorata reiterativa, muchas veces simulé dormitar, infructuosamente: invadía mi espacio vital acercándose hasta por poco besarme, lo percibía así por el vaho caliente de su mal aliento, un tufo a cafeína y nicotina que me creaba súbitos mareos, e imaginaba su horrible rostro desfigurado a causa de la ira que le provocaba Luciano. Entonces adrede abría de golpe mis ojos mostrando el desconcierto habitual de quien es despertado abruptamente, pero tal cosa ni la inmutaba, creyendo ella, le asistía el derecho de torturarme durante el viaje por haberme cedido el asiento.

El propósito de esta tóxica 2.0 estribaba en volverme loco, como si realmente no hubiese entendido yo el objetivo de su importante misión: rescatar al vagabundo de Batista de las garras del chupasangre de Luciano. De pronto el vehículo se desvió en la habitual parada del hostal Coco, completándose la mitad del recorrido de lo que pensé sería un sufrimiento continuo hasta el pueblo al lado de este emplasto.


Satisfechos tras treinta minutos de recreo en el establecimiento, de nuevo los pasajeros abordamos el autobús. Entonces descubrí la oportunidad de quitarme de encima a la bruja Grettel, cuando, al abordar, una pasajera a la que había dejado olvidada un conductor despistado mientras se encontraba en el retrete, le solicitó al chofer la encaminara hasta Las Cañas, pueblo situado en nuestra ruta.

—Será un placer resolverle, joven, pero sólo de pie —advirtió.

—No importa, gracias, necesito estar en Las Cañas, de pie o sentada, pero estar.

—Disculpe señor conductor: le cedo mi asiento... ve, allá, donde está aquella señora y la bolsa blanca que sobresale de la cabecera.

De tal manera la muchacha se acomodó en mi lugar, y henchido de gozo fui hasta la parte trasera del bus, lejos de Grettel, Luciano y Batista, a quienes ya harto perfilaba en mi mente.

No había terminado de felicitarme por tan ventajosa decisión, cuando sentí unos ojos clavados en mí. Efectivamente: desde su asiento, la ponzoñosa de Grettel me miraba con una furia y odio asesinos. Gesticulaba y hablaba como si yo estuviera a su lado sin quitarme la vista. La joven, desconcertada, sólo se embutió los audífonos simulando dormir.



Aunque no le escuchaba, por el detallado lenguaje de señas sabía ya la historia de principio a fin, ¡esta mujer y yo compartíamos ciertos rudimentos en la comunicación de los sordomudos! Y volvía a la carga expresando, desgañitada, cada detalle:

—Somos nueve hermanos, señor, yo, la más espabilada, por eso voy a rescatar a mi padre Batista, de noventa y dos años. Diosito me ha otorgado el don del discernimiento, y no actuar ahora es condenarme al fuego eterno. Mi hermano Luciano es el más bruto de todos, a él se debe ese abandono. Esta vez sí cumpliré la promesa, aunque cuatro de ellos se opongan. Yo hago esto porque soy la más espabilada —remachaba en un violento lenguaje Lesco, mientras me miraba de frente para que las cosas quedaran más que claras.

Faltaba aún poco menos de una hora de viaje. Ya no era un pasajero seguro de sí mismo, quien se dirigía al pueblo para celebrarle a su hijo El Día del Niño. Traté de controlarme cerrando los ojos y respirando como hace el atleta en medio de la maratón deseando alcanzar cuanto antes su distante meta.

Transcurrirían así unos cinco minutos, yo, sosteniéndome en el travesaño, haciendo equilibrio para no caer mientras fingía descansar. Pero como dicen que la curiosidad siempre mata al gato, con el rabillo del ojo miré hacia donde la venenosa de Grettel, quien, no sé cómo, supo la observaba y, cual muñeca diabólica novia de Chucky, seguía recetándome su cantinela de señas, retomando la historia donde la había dejado:

—Mi bruto hermano cobra la pensión de ochenta mil colones mensuales de mi santo padre y lo tiene mendigando en el caserío, importunando a los turistas porque me lo han informado así las viejas amistades de allá —me dijo indignada, y aclaró—: …Pide limosnas a los gringos que pasan hacia ciudad Violeta y detienen a comprar artesanías y souvenirs en los dos o tres puestos establecidos a la orilla del camino.

Al terminar de numerar uno, dos, tres... con sus hórridos dedos de tijera, sintiendo un pavor indescriptible, hice lo mío y mantuve así hasta que escuché al conductor anunciar, creí yo, el final de aquel suplicio: «Quedan servidos estimados pasajeros».

Disipada parcialmente la angustia, me dispuse a marchar a casa, distante de la estación a medio kilómetro, mas, no recuerdo haber dado ni un paso cuando todo tornó en una oscuridad de muerte.



A los veinte días desperté del coma profundo en el nosocomio provincial. Al principio únicamente retenía mentalmente una confusa visión de aquel viaje en que aparecen veintidós jugadores azules y rojos venir con todo contra mí.

Se han ido sucediendo los meses y, en apariencia, he ido recobrando completamente la memoria, reconstruyendo, como un puzzle amargo, las peripecias para sobrevivir a ese periplo retumbando en mi mente el nombre Grettel. De cualquier manera... ¿quién puede inventar semejante historia? La familia me aconseja solicitar anticipadamente la jubilación, aunque no tenga edad para ello; apuestan porque lleve yo una vida más calmada.

Atribuyen mi desmayo y golpazo a esta maldita mascarilla de tela y a las consecuencias de una salvaje «cuarentena» impuesta por el Gobierno, sin obviar el estrés por trabajar muy duro a fin de mantener a mis dos pequeños hijos.

Sé muy bien la experiencia vivida es real y lo que terminó por hacer la vieja Grettel con mi cabeza. La familia y amigos cercanos exigen testigos, mas, nadie hasta la fecha asegura haber visto a esta agresiva del futbolín. ¿Y las cámaras de seguridad del bus? Pues como suele pasar, para mi mala suerte iban desconectadas.

Temo cerrar los ojos por las noches, aunque sabemos la falta de sueño mata más rápido que el hambre o la sed, eso alertan acreditados neurocientíficos, pero al hacerlo invariablemente aparece la bruja, ahora empleando un gran megáfono tras el que vocifera en mis propias narices, para que las cosas queden más que claras…Y aquí le corto, pues de cierto modo he logrado empoderarme ahorrándole su maldito discursito pronunciándolo yo mismo, imitando su fea y metálica voz de urraca:

—Somos nueve hermanos, señor, yo, la más espabilada, por eso voy a rescatar a mi padre Batista, de noventa y dos años. Diosito me ha otorgado el don del discernimiento, y no actuar ahora es condenarme al fuego eterno. Mi hermano Luciano es el más bruto de todos, a él se debe ese abandono. Esta vez sí cumpliré la promesa, aunque cuatro de ellos se opongan. Yo hago esto porque soy la más espabilada.

¡Ay!

FIN

San Pedro de Montes de Oca, 05 de octubre, 2020.

NOTA: Este texto aparece en mi nuevo libro de cuentos 'Para matar un androide' que he publicado a fines de octubre de 2023. De los 18 relatos, 14 son inéditos. Pueden adquirirlo en 7,000 incluido envío por correo certificado. Mi WhatsApp-Sinpe: 85-28-84-87. 




«ISLA BONITA»

Dejémonos de brujas (afortunadamente las menos) y vayamos a las hadas madrinas y musas 2.0 como Madonna. Les comparto hoy, de esta llamada «Reina del pop», «Isla bonita», éxito mundial lanzado en 1986. Cuando la Tierra sólo sea un pedrusco global de hielo, esto será el paraíso de la imaginación, por eso muy contento estoy de haber nacido en la, a pesar de todo, exclusiva franja ecuatoriana de este planeta rocoso, donde la violencia, crimen organizado, narcotráfico y corrupción parecen ser el «pan» nuestro de cada día:

https://youtu.be/zpzdgmqIHOQ

PARA ADQUIRIR MIS LIBROS DE CUENTOS

Amigos lectores, pueden conseguir mis tres libros de cuentos «Los perros también soñamos» (2019), «Golpes bajos» (2020) y «Para matar un androide» (octubre, 2023), cada uno en 5,000 incluye envío por correo rápido. Si compran las tres obras: 12,000 totales. Pueden realizar un Sinpe a mi número: 85-28-84-87 y enviarme reporte y dirección a ese mismo número de WhatsApp. Lo mismo: si me envían dirección física o apartado, una vez que les paso colilla de correo hacen la transacción.

A lectores de Tilarán... bueno, por vivir aquí: 5,000 colones (10,000 los tres libros) y se los llevo a su casa.

¡Gracias de antemano por la confianza!

***

FEEDJIT Live Traffic Feed