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martes, 27 de septiembre de 2011

© Inmortal





a Arturo Álvarez Ulate

I

Sin existir aún tiempo y espacio,
desde la partícula oscura y sola
que trasmuta a mística Energía
dándonos ulteriormente
la presencia de hermosas,
magistrales criaturas.

Ignoras el parsimonioso
e ignoto transcurrir 
de abrumadores años,
de la alquimia 
de forjadas cosas hasta
percatarte de ti mismo,
precisamente un instante al azar
frente al sortilegio del espejo,
presto a manifestarte en otra cuerda,
ese íntimo barrio de pocas moradas,
en el Hogar que se sueña
mucho antes de conocerlo…

El cuerpo taladra nieblas
y eyecta la Esencia
más oscura que el invierno,
ganando al fin
un laberinto rojo
ahora palpitante.

II

Templos de la demencia,
oxidadas cruces
y campanarios
de masacrar inocentes seres
marcan la trágica génesis del espíritu,
cautivos en el craso error de creer
en la terrible invención
de dioses humanos implacables,
inquisidores
o falazmente amorosos.

Y es el momento,
la señal anunciada
desde el destello
aquel en la nada absurda,
de adentrar la piel:
invadir nervio, carne y hueso
hasta la dimensión de tu antigua
estatua irreverente
con blandido, enhiesto dedo;
que escupe y vierte orín
a legión de deidades
tan ciertas como el humo de un cerillo.

Y esta hora va inscrita:
del vértice creado
se abre el reguero de luz
y torna prístino tu ser ante el espejo.

***
”Inmortal”. Náralit, 22 de setiembre de 2011. Del poemario inédito “Hombre adjunto”.

martes, 20 de septiembre de 2011

© Tránsito de muertos en vida




Tránsito de muertos en vida

a Soren Vargas

Todos estos muertos engreídos
de quijadas con mueca de eternas,
tránsito de ciegos
por la acera,
o arriba, en ese avión
que pasa ahora mismo
a diez mil metros
sobre el tejado de casa,
acomodados ellos en sus asientos
de primera clase,
ordenando vino, coñac o whisky,
mirando la televisión
para no olvidarse
cómo es el mundo de los de abajo,
y de vez en vez
los hombres fantaseando
con el culo de la azafata
o las señoras con el joven
capitán de piloto
que seguro igual va medio beodo;
y yo, otro de los zombis,
de los de “piso e’ tierra”
(como decimos aquí),
mirándolos o percibiéndolos
en sus afanes
que en su mayoría
no guardan sentido,
ese ir y venir de tiovivo:
vertiginosos homínidos atrapados
por esa energía ilusoria
de capturar y poseer cosas,
mayormente innecesarias.

El viejo abogado rollizo y gritón
que todos los días
pasa frente a mi tiendita; a su lado,
como elemento estrictamente decorativo,
la pobre esposa ojerosa y obnubilada
a falta de ilusión verdadera,
presa de un acuerdo efímero
solo rubricado en el papel,
el papel que se moja
y tira al cesto de la basura,
ella, que entregó su vida
sin nada a cambio:
juventud, genuina belleza
y bondad, ideales…
mas ahora, a sus cuarenta
(nuestra mejor modelo
de muerta en vida)
cree ya es muy tarde
para dar marcha atrás,
así finge estar muy complacida
en ser la señora
de un poderoso abogado,
y se lo llega a creer
durante buena parte del día,
durante la mayor parte
de dos décadas
en sima de hastío y soledad.

Nosotros los muertos
(pero también van delicados fetos,
niños, perros, jovencitas,
loros, gallinazos,
incalculable suma
de insectos y seres marinos…),
los muertos que seremos
todos en definitiva para el 2111,
relevados ya por carne fresca
y tal vez más sensata;
de seguro mucho antes
se referirán a nosotros como
la pobre gente del pasado,
y exista nuestro nombre,
si acaso, únicamente consignado
en una maltrecha lápida
perdida entre el montazal:
de los que compraron
su otra media muerte
para seguir figurando,
también con menos sentido
que cuando tenían
cierta libertad de movimiento.

Pero cómo van ahora
estos muertos bulliciosos y vanos,
pendientes de sus teléfonos móviles,
aparato y persona fundidos
en un solo ser autista:
sin mirarme, sin percatarse
de este ejemplar hispánico:
galgo melancólico
a falta del hueso de sus sueños,
de las curiosas palomas de castilla
arriba de nuestras calaveras,
posadas en el tendido eléctrico
mirando sin comprender
un loco mundo bajo sus alas
(sus fríos picos ansiosos nada más
de elementales y buenas semillas);
de esa viejecita tratando de abordar
un transporte no identificado,
y ni chofer ni transeúntes despistados
le abren la portezuela del coche,
al fin logra su cometido
y aún sin acomodarse la anciana
en el asiento, este vándalo
sale a toda marcha
pegándole a la bocina,
desalmado porteador
con licencia para espeluznar
y hasta para vivir,
tratando de disminuir
los tiempos y lucrar más
con las pobres ánimas que merecen
un poco de respeto y consideración,
si por ellas come
y juega a ser.

Y de los muertos conductores,
pues… ¿qué les digo?
Son, en definitiva, más temerarios
que las otras tribus de difuntos,
de las de a pie,
de las de bicicleta,
de las del autobús
o incluso del colectivo
esquizoide de los motociclistas
(que son los más dignos de lástima
e igual de llevarlos al paredón)…
Acelerados esqueletos
aferrados a una rueda
pavoneándose
por la marca del coche,
qué orgullo manejar tan bien
y velozmente en las mismas narices
de esos infelices de a pie,
llegar primero que ellos
a destino, qué juguete este
de auto complacencia aunque deba
media muerte al banco!

Todos estos muertos engreídos
de quijadas con mueca de eternas
en tránsito de ciegos…
                                    

***

"Tránsito de muertos en vida”. Pincelada de la tarde del 14 setiembre de 2011 en Náralit. Del texto inédito “Náralit” (Poemas y Antipoemas).

jueves, 8 de septiembre de 2011

© Motor




al pintor amigo Manuel Adlert

Seguir como el perro callejero
lidiando con el día, este día, el único,
la carne siempre del ahora:
el próximo minuto tal vez un hueso,
la próxima hora tal vez un tesoro,
o nada de hueso ni su astilla
y menos del tesoro
su cofre vacío de consuelo,
o solo la mitad del mapa
sin la parte de la equis,
que precisa hallar
cuanto antes la riqueza!

Seguir, seguir, por cualquier cosa,
los caprichosos vaivenes del destino,
que, quizá, a la vuelta de la esquina
yace el Gran Premio
(y el instinto siempre con su divisa
negra enarbolada en pie de guerra,
dispuesto a la conquista,
sin ceder un paso al enemigo
o tempestad,
ahuyentándose hasta en sueños
del poder de la Muerte).

Debe haber ilusión en el alma
del perro, aunque sea
el placer efímero que reporta
descubrir vestigios del pollo;
aroma de la carne
apenas engullida en otras fauces,
o la terrible presencia infranqueable
de un restaurante de cortes selectos.

Seguir como el perro callejero
lidiando con el día, este día, el único,
la carne siempre del ahora…

****
© “Motor”, 7 de setiembre de 2011. Del texto inédito: “Náralit” (Poemas y Antipoemas).

domingo, 4 de septiembre de 2011

© Antipoemas cuánticos

 

Estos textos van dedicados a la periodista y escritora Jessica Varela (http://pongalecolaalburro.blogspot.com/). Ella ha mostrado interés por mis escritos de este estilo. Bajo el título de “Antipoemas cuánticos”, vuelvo a publicar estas cinco piezas, trayéndolas de una entrada que hiciera en este mismo espacio el pasado año.

 

 a Jessica Varela, con Amistad

1
LAS MAÑANAS QUE POR LOS PÁJAROS CANTAN

Las mañanas que por los pájaros cantan.
Espinas con ocultas rosas:
aguijonea el aroma al alma.
Ese libro me abre
despreocupadamente y me lee
con su cuadratura de enigma.
Y el tuerto reloj
busca en mi rostro la hora del hombre.
Un río de safari viene a mi orilla
y pesca mis ojos.
Las estrellas vuelven al firmamento
y miran más estrellas de estrellas.
El puñalero sicario vino a matar
al niñito en su cuna
y esta ternura lo ametralla.
La luna pasea con su ígneo amante
al amparo mío por las noches serenas
de un estío propicio.
Al pie de mi cama una fila de coches
de compras contempla
qué modelo de conductor soy.
Susurra uno de ellos:
“este escusado sólo podría
manejar un tanque”.
Con su dedo índice
el mapa repasa mi rostro
virgen: ha bautizado a mis ojos
Lagunas Gemelas; a mi nariz
Picacho Sombrío; a mi boca
Desfiladero Amargo, a mis mejillas
Llanos de los Ríos...

2

LA DISTANCIA NO PUEDE MIRAR OJOS

La distancia no puede mirar ojos.
He puesto el remojo en barbas.
Los caminos me han caminado.
Muero la vida.
El amor me hace a mí.
La canción me canta.
La poesía me escribe.
No aparco: mi coche me estaciona.
Los pies me andan.
El beso me besa.
El cáncer me tuvo a mí.
Sobrevivió en otros.
El cigarrillo me fuma.
Esta copa de licor
me bebe y se embriaga
y nos quebramos los dos llorando.
Tuve a mi madre hace 37 años.
La fiera me teme
y soy de cristal:
se teme a ella reflejada:
por mí que siga analfabeta
y toda confundida.
Mi vieja Benotto me conduce
por el lago con volcán,
es negra: una vertiginosa
pincelada con hombre
que poeta es.
Las lágrimas me lloran.
Un aire me respira,
le tapono la boca:
se ahoga se ahoga;
caminan caminan
por mí los caminos.

3

CAE CIELO DE LLUVIA

Cae cielo de lluvia.

Lamo al lamido
y siempre es con lengua.
La foto está en mí
y me mira desde el álbum.
Queda claro: siempre
whisky whisky
para evitar quedar uno
con boca de arco para abajo.
Entonces sos fotogénico
porque hay
que ser fotogénico.
El reloj fijamente
su mirada para ver
qué hora es. Un ojo
se mira a él mismo
y se asusta por mirar
la mirada.
Y el ratón maúlla
al quedarse huérfano
de gato. La nostalgia.
Yo sé que la nostalgia
es terrible. Ya no tengo
enemigo por eso lloro.
Ahora que no estás lo lamento.
El golpe se suicidó dándose
con aroma de rosas.
Si lloro al revés mojo a la luna.
Mi propósito de despropósito.
La música me toca
y me compone en sinfonía.
El piano pulsa a Mozart:
es muy complejo, pero
le salen mejores notas
que si Mozart tocara el piano.
La sequía tiene sus dunas,
sus camellos, sus beduinos,
sus oasis. A todo eso
le llaman desierto de oriente.
En mi oasis el desierto
es la menor parte.

4

LA ESCALERA ME SUBE Y ME BAJA

La escalera me sube y me baja.

El puente pasa por mí.
Estos zapatos me prueban
y yo les quedo grande:
no es el número de hombre
que ellos quieren.
El ladrido dio un perro perro perro.
El papel pegó a la goma:
venía por lana y salió trasquilada.
El caballo me subió y dedicóse
a pasear por el campo.
Me recitaba poemas mientras yo relinchaba.
Dije que el vaso me bebió
y después relamiéndose se limpió la sangre
por las comisuras del vidrio.
La radio aburrida me encendió
y en ese momento tenía
una sonata de Bach a todo pulmón.
Nos dormimos nada más para nosotros.
Su llorar era tan cierto
que las lágrimas tenían forma de violín.
Amanecí caminando
por la cabeza: mis pies pensaban.
A la tarde estaba tan abollada
que puse pies en tierra.
Los poemas son el poeta.
No hay duda.
Los árboles empezaron
a poblar mis ojos
y éstos salieron volando como
asustados pájaros.
La mosca molesta de mí usó
el matahombres:
salí corrido por la celosía
a otra mierda más tranquila.
Los colores se alzaron en huelga.
Todo tan descolorido,
tan en blanco y negro.
Siempre dejan al blanco
y negro solamente
por piedad del hombre.

AL REVÉS DEL MUNDO

Cuando ya todos los ebrios
se han ido para sus casas
y la cantina queda
en absoluto silencio,
una botella, a medio llenar,
comenta a su amiga:
“Bebí muy a gusto medio hombre.
Era apuesto. Sabía a sal.
Fumaba grandes puros
y gastaba barba de príncipe oriental.
Quise habérmelo tragado
de un golpe, pero divagaba
mucho en su tierra del norte;
por momentos me dejaba,
hacía muchas acotaciones
memoriosas: de un lago
con volcán encrespado,
describía a sus padres
interminablemente
y de todas las hermanas
que tiene, tantas, que es el único varón
con gemela.
Su compañera,
junto a ella, vacía, trastabillando,
a punto de caer, trata de decir algo...
Se escanció hasta el límite
a todo un hombre.
La media de aguardiente
trata de sostenerla, de calmarla...
Chasquido de campanas
de vidrio, brillos fugaces
al alba riendo y cantando...
Las dos amigas han libado
a hombre y medio, no pueden contenerse,
caen del estante, se hacen añicos.

***

© "Antipoemas cuánticos", San Joaquín de Flores, abril de 2002. Texto inédito.

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