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domingo, 18 de octubre de 2020

© Lo que me dijo Célimo (Cuento de Frank Ruffino)


 

Para todos los patriotas costarricenses que salieron a la calle en las protestas de octubre


Esa tarde viajé a la ruda "Ciudad de los poetas" a velar un viejo poeta amigo, alcohólico y diabético que había muerto, dicen, a causa de la Covid-19. Eran casi las nueve de la noche, caminaba apesadumbrado y nostálgico por su casco urbano rumbo a la estación de autobuses con el propósito de regresar a la ciudad capital. Hacía recuentos de las tantas veces que el muerto trató de suicidarse, como cuando quiso colgarse de una viga arrasada por el comején y a la siguiente mañana la hermana le encontró en el suelo, desvariando borracho, el madero sobre él, pareciéndose más a un chistoso cristo del infortunio que a un suicida, o el día que me llamó de madrugada y reveló estaba a punto de beberse una botellita de Gramoxone plus, o pegarse un balazo... 

«Pues es mejor seguir bebiendo alcohol, menos nocivo para la salud», le recomendé. Creo me hizo caso por muchos años... Ahora yacía confortable en su ataúd, ya sin padecer el suplicio de una existencia que hoy, más que nunca, es odiosamente costosa, demandante y peligrosa para todos.

Avanzaba a tientas entre una densa niebla al punto de no saber en cuáles calles o avenidas me hallaba. El campanario dio las nueve y fue tanto el estruendo, que advertí estaba frente a la iglesia y estatua de San Ramón Nonato. Hipnotizado e inmerso en ese ambiente lúgubre que en vez de amilanarme, por lo general suele proveerme de energía y esperanza, cavilé en los tiempos idos y sus valientes y honestos hombres que, ante las vicisitudes graves de la vida, sí tenían el panorama claro. A un costado del templo, apenas pude ver dibujados los contornos de la residencia en que vino a este mundo el más grande presidente que haya tenido la república, pronta a celebrar su bicentenario, y convertida en un centro cultural que con todo honor merecido lleva su nombre. Así elucubraba cuando unos pasos acercándose me pusieron en alerta... Por simple reflejo de sobrevivencia busqué el rostro del misterioso transeúnte, asombrándome no fuera el de un hampón drogata o violento pedigüeño a deshoras; de inmediato reconocí al señor Célimo que venía de San José en tránsito a su hogar.

Sin ejercer la costumbre de no importunar a ningún personaje por más famoso o importante que sea, algo de ese ambiente conspiró para que, desinhibido, casi detuviera al hombre que en esos días ocupa la atención de los medios de prensa nacionales e internacionales.

—Oh, Dios, usted, usted, ¡señor Guido!

—Él mismo. ¿Lo conozco, pito?

—No creo, tal vez haya escuchado mi nombre...

—¿Qué nombre, a ver...?

—Frank Ruffino... En mi vida he escrito mucha poesía y ahora más cuentos de la cuenta...

—Vea si lo ubico, mi gallo, que usted es oriundo de Tilarán y sus tatas vinieron de España. Me gustó el cuento "El fantasma de un loco"; "Un crimen singular" dice todo lo que se debe de establecer sobre esta pandemia cruelmente politizada; ni qué decir el relato de los hombres de negro donde hacés un fiel retrato del cabrón de OAS... ¡Aquí se requieren más escritores que tomen al toro por los cuernos!

—¡San Ramón Nonato, salí ya de una vez por todas a la luz del mundo! —atiné tontamente a decir mientras me invadía una marea de nervios—. ¿Pero, cómo va la cosa don Célimo, siguen esos rastreros del Gobierno intentando meterlo a la cárcel?

Como estábamos de pie al lado de la cinta amarilla que ridículamente desde hace ocho meses precinta prohibiendo el acceso a los parques, de un manotazo este líder de armas tomar la quitó y revoleó por los aires, con tan atinado pulso que fue a posarse como graciosa guirnalda entre las manos del Santo Patrono, quien, para mi sorpresa, nos hizo un guiño de complicidad.

Invitándome a sentar en el banco de concreto, Célimo dijo:

—Vea, varoncito, lo que hay en este Gobierno, además de ratas rastreras y sarnosas, es una manada de chanchos con el pueblo. Y eso se veía venir antes de llegar a Zapote este marranillo durante la campaña: con sus dos dedos de frente, el único talento del presidente macaco es darnos atolillo con el dedo y meternos diez con hueco.

—Disculpe le interrumpa, maestrito, por lo que me va contando, no me queda clara la especie biológica de quien preside el Ejecutivo: ¿rata, chancho o macaco? —le dije con ironía.

—Las tres cosas, por eso estamos como estamos, gobernados por un emplasto genético: a éste lo fabricó en su laboratorio ese otro bicho, el tal Frankenstein. El pueblo, lo que se dice pueblo, o sea, todos nosotros masacrados por un amplio catálogo de impuestos sobre impuestos y por servicios carísimos, extraterrestres, porque ni en el primer mundo son así de asesinos, a dos años y medio no tenemos claro de dónde salió esa cosa que dice gobernar esta República Banana Split.

—Vendrá de algún reino tutifruti, porque habitante de aquí no me parece, —le dije con burla.

—Tutifruti y medio a vuelta redonda modelando por una pasarela arcoíris, el diez con hueco es él —me aclaró, y los dos reímos de lo lindo.

—Y vea la machilla, esa Tercera Dama porque Primera era la Jackie Kennedy o tal vez la Penón, su única obsesión política es el tren eléctrico. ¡Pandemiaos todos y quiere un trencito de oro, y no hay chochoska, pero como ellos son de esta generación de nuevillos que viven de deuda respirando deuda y más deuda, pues luchan por hipotecarnos a esos pingüinos del FMI!

—Y ya apareció el Ottón...

—¡Se tardó en salir de su alcantarilla! La soberanía económica, esa que decía él llorando debíamos cuidar a toda costa y nunca entregarla, ahora tiene un precio: mil setecientos millones de dólares. Y el mismo padre político del macaco, o sea Ottón, pues ya definió para el títere de Zapote la hoja de ruta por lo que le resta de su gestión. 

—Dijo este sombrerona en entrevista con Nacho Santos: "ahora el FMI se volvió bueno". Seguro, bajo esta óptica antiética y corrupta hasta el Diablo llegará a ser un pan de azúcar; el tipo cambia de calzón según le queme la acidez de la leche cuando es empujado por un chivo.

—¡Jajaja, me cae bien usted Ruffino, hablamos el mismo idioma, como dos hombres de campo!, vea, zorro, a ese cejas de atol de Ignacio los Picado deberían mandarlo a reportear al África para que aprenda lo que es la vida miserable y a dónde vamos con el FMI...

—¿Y a dónde vamos?

—Pues eso mismo, a tocar fondo y un fondo de aguas negras, la desgracia total, de ahí no pasaremos: por los próximos treinta años o más estaremos arrodillados ante un patrón extranjero, la misma vaina cuando aquí mandaban la Standard Fruit Company, Chiquita Brands International o Alcoa... Estamos esclavizando ya a una generación de compatriotas que no han nacido. ¿Eso es patriotismo, sirvieron de algo las antiguas luchas?

—Para nada, señor Guido, para nada.

—¿Sabe algo?

—¿Qué?

—La plata prestada que por otro lado anda consiguiendo la macha, esa Gatúbela desubicada, debería más bien destinarse, ya que son tan progres, a construir un sistema carcelario de primer mundo para los delincuentes, éstos que son los verdaderos mandamás de nuestra República Barco de Banano. ¡Y estos irresponsables malgastan millones de dólares en Norteamérica, Europa y Asia insistiendo a los desapercibidos e ingenuos turistas vengan a este infierno costoso y de inseguridad pasmosa!

—¡Bien dicho capitán! Las protestas sociales con usted al frente, y siete meses de pandemia han venido a ser, si lo miramos positivamente los ciudadanos, una especie de radiografía del país...

—Más claro no canta un gallo, lo dice usted muy bien, la misma casta de corruptos e ineptos vendepatrias en el poder siguen politiqueando y engañando al pueblo. Y salen las momias ex presidentes a apoyar al macaco y a decir está en peligro el Estado Social de Derecho que ellos mismos han socavado desde hace mucho. Tales viejos tienen una gran cuota de culpa por lo que nos pasa.

—¡Una verdad redonda Maestro!

—¡Como ninguna, escritor! La narcodelicuencia sin control es culpa de estos tres poderes ineptos y corruptos que se arrogan la salvaguarda de la institucionalidad, si son, repito, quienes la han minado gobernando para sus bolsillos y nunca por los intereses de la nación.

—¡Otra gran realidad, verdad, si se quiere! "En río revuelto ganancia de pescador" señor Célimo, por eso los criminales ya operan más a sus anchas mientras la policía corretea a los ciudadanos enfurecidos con el sistema.

—Vea, Frank, aquí gobierna la mafia y el narco que practican impunemente todas las categorías delictivas habidas y por haber: asaltos, hurtos, robos, estafas, homicidios, violaciones y femicidios, cuatrerismo, crueldad animal y saqueo y destrucción en los parques nacionales, áreas de conservación, territorios marinos, ¡y pare de contar!

—El respeto por la propiedad privada y pública está en los museos, ya se olvidó porque los vándalos organizados se roban todo, hasta los cables de cobre del tendido eléctrico... —dije.

—En este país no se respeta la propiedad privada ni pública porque las leyes son de plastilina: los ciudadanos vivimos encarcelados y atemorizados mientras los maleantes andan libres haciendo y deshaciendo con nuestras vidas y bienes. Por eso millones aplauden al Bukele.

—Extraña y empacha al pueblo, ahora vienen éstos del Ejecutivo y Judicial a acusarlos de todo y a querer imponerles medidas cautelares y posiblemente cárcel únicamente por defender los intereses del país...

—Correcto, vea a Bodaan, a Luis Guillermo, Bolaños, a la Taitelbaum y tantos otros pillos y asesinos libres de cuello blanco, no se les aplica la justicia como a cualquier ciudadano! ¿En qué país vivimos, dígame usted?

—En la República Barco de Banano o Banana Split... ¿Y a qué viene ahora este tío Lucas del ministro de Seguridad a echar la culpa de todo a usted y su movimiento social?

Pues a nada.

—¿Puedo decirte algo y no se enoja mi líder?

—¡Échelo, que estamos hablando frente a frente, como dos hombres y no como carajillos de Facebook, ésos que se creen muy héroes por madrear al presidente.

—No, que cuando protestemos, no nos safrifiquemos a nosotros mismos como pueblo con bloqueos de vías, ni destruyamos comercios, obra pública, parques, señales públicas o estatuas, ¡vayamos frente a las casas y 'trabajos' de los corruptos zánganos y no los dejemos 'laborar' ni vivir!

—¡Pucha, sí, no está mal ir a por ellos directamente!


En eso estábamos, cuando un alarido de terror irrumpió en el aire. En segundos tres o cuatro sombras pasaron huyendo de algo, por lo que apenas escuché el monólogo de Célimo, respecto al ministro, algo así le entendí: «Ese tipo represivo, repulsivo y falso es un mal tremendo para la democracia y el pueblo en esta coyuntura de crisis, tanto como el chancho de Zapote; pasa, al primero se le puede despedir exigiendo la nación su renuncia como se hizo con el anterior seudoministro peludo de Instrucción Pública; pero al presidente, por más inepto, corrupto y antipatriota que sea, no puede revocársele su mandato. ¡Esto es patético!».

—¡Patético! —secundé y mi interlocutor mostró asombro por la manera en que le seguí casi sus pensamientos a queda voz.

—Aunque también estamos en esta lucha, tal vez a éste no se le pueda cortar el rabo como se hizo con el loco Bucaram en Ecuador o al Nixon, pero al próximo inepto y bueno para nada que llegue a Zapote sí, —sentenció Célimo.

—Comprendo, a este chancho o macaco, ¡vaya a saber Dios!, lo salvó la campana, digo, me refiero el tiempo: ya no hay maniobra posible para expulsarlo a año y medio que resta de su mandato... 

—Pero no olvide que, en el poder o fuera de él, a cada chancho le llega su hora, por lo menos no vamos a dejar que se salga con la suya junto a su camarilla, legitimados con el voto de la mayoría, un craso error de esta democracia.

—Es el costo de la independencia y libertad, aunque esto suene a frase hueca pues la susodicha institucionalidad es un pretexto de los corruptos para seguir chupándonos la vida —dije.

—Sin duda alguna, serán ocho años de dictadura en democracia para nunca olvidar, como tituló el querido Gaetano Pandolfo su libro que narra los terribles años de enfermo alcohólico.

-¡Para nunca olvidar, puede decirlo de nuevo, estimado líder del pueblo en tiempos que se necesita un hombre valiente y patriota de verdad, porque ahora sobran los héroes tras una computadora o un celular!

—¡Para nunca olvidar, Chema Figueres es un dios a la par de esa cochinada en Zapote! ¡Un gusto Ruffino! —dijo el líder y me estrechó su recia mano de agricultor.

"Para nunca olvidar"... 

Fui diciendo esta frase de tres palabras hacia la estación mientras los vinos de más bebidos en el velorio de mi amigo dejaban su efecto. Súbitamente, al tanto repetía este mantra liberador la densa niebla se disipó dando paso a un firmamento estrellado.

La silueta de Célimo también recobró su estatura, allá, algo lejos, antes de doblar la esquina.

«Como esta niebla, volverán a aclararse estos oscuros nublados del día en el firmamento de la Patria», me dije reconfortado y abordé el último bus, que ya partía.


***

© "Lo que me dijo Célimo" es un cuento que he escrito hoy domingo, 18 de octubre de 2020. No pretendo vaya en libro, no más se queda por aquí.

Por otra parte, les anuncio el viernes 23 de los corrientes sale a la luz mi segundo libro de cuentos "Golpes bajos" (Ediciones "Nudo sin fin", 104 páginas, 16 piezas). Precio de ejemplar 7,000 colones, incluye envío por Courier, o bien si el lector o lectora radica en la GAM (desde Paraíso de Cartago a San Ramón), les llevo personalmente el libro. Igual precio. Aplica también para mi anterior obra de cuentos "Los perros también soñamos" (Veragua Ediciones, noviembre de 2019, 96 páginas, veinte relatos). Mi WhatsApp: (506) 85-28-84-87.


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