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domingo, 14 de febrero de 2021

©Imaginar el Amor bajo la dictadura del rey Corona (Cuento de Frank Ruffino)

 


A los poetas Lucía Alfaro y Ronald Bonilla

 
Como todos los parques de la ciudad y del país bajo esta cruel cuarentena impuesta por el Rey Corona, el Parque Nacional luce acordonado por sus cuatro costados. Una ridícula cinta amarilla de plástico precinta esta plaza y resulta insuficiente, pues durante ciertas horas del día, especialmente por las noches, los indigentes beodos y farmacodependientes incursionan en él como si el mundo discurriera con absoluta normalidad, mirando, seguro, los diablos azules en cualquier resquicio o grieta de las calzadas de ripio, o yendo en pos de los mismos duendes que algunos ciudadanos dicen avistar en los hermosos jardines de variada flora tropical. Y hablan con imaginarios viandantes, o bien con inexistentes transeúntes que, en los pasados tiempos de libertad, solían hacer parada para descansar y tomar el fresco en sus numerosos bancos de mampostería amarillos. Algunos se apostan detrás de las jacarandas o higuerones donde lían cigarros de marihuana, entonces su delicioso aroma llega varias cuadras hacia el suroeste donde se concentra más la seguridad por tratarse del corazón de la pequeña urbe, y hace que los policletos del municipio, raudos, se dirijan hacia donde ya saben se quema la fresca yerba e incautarla y así también hacer su provisión para ellos y el señor alcalde en esta época de encierro forzoso donde escasea todo.

Una tarde de estas, cierta pareja de novios poetas también decidió pasar por debajo de esta famélica prevención que reza la advertencia en español e inglés: No trespassing o «Prohibido el paso». El astro rey estaba muy en el horizonte, prodigando sus últimas luces sobre el Registro Civil.

Ya las palomas de castilla y varias decenas de loritos costarricenses se acomodaban en la alta bóveda verde buscando su hora para dormir, anestesiados por la melodía de algún grillo trovador, canto magnificado en esta catedral que crea insólitas y benéficas vibraciones en cualquier ser si se presta la atención y guarda la calma debidas.

Bajo un corcho centenario se tumbaron los dos, sobre el césped, permitiéndose divagar, invadidos de un delirio poético fuera de este loco mundo egoísta, frío y convulso...

—¿De dónde viene el amor? —preguntó Valeria.

—El amor, el amor..., vendrá del viento, del fuego, del agua, de la piedra, de una estrella, de un fruto o vino derramado en los labios... —le replicó Favio.

(Ella) —...O bien, tal vez del misterioso agujero negro venga o de las cenizas de unos dioses grandes y frenéticos que inventaron amarse para no aburrirse...

(Él) —¡Quién sabe de dónde viene el amor! Creemos saberlo los poetas, la ciencia, el adivino...

(Ella) —...O tú, amor, ¡lo sabes si lo sientes y eso te parece perfecto y suficiente!

(Él) —¡Exacto!

Y diciendo esto se prodigaron un largo beso, mientras seguían elucubrando, exprimiéndose sus hermosas almas de jóvenes poetas. Luego, tras unos minutos contemplando la tibia tarde y luz que envolvía toda aquella vegetación diversa y colorida, Valeria, sin dejar de hablar del tema, lanzó una pregunta, pero desde otro ángulo:

—¿Quiénes van a encontrar al amor, o es que el amor viene al encuentro de los seres?

(Él) —Pienso que los seres van al amor, y quienes van en su busca son unos náufragos, unos héroes...

(Ella) —Y no lo abordan, porque el amor deberá ser un velero: su atracción es imposible de esquivar, es pura atracción irrefrenable, funden su popa, se internan en él deshaciendo sus maderos que saltan en un millón de astillas por los aires...

(Él) —Los amantes saben del abismo, pero sólo quieren ser sustancia, combinación, reacción, fusión...

(Ella) —Y se les ve alumbrados en las esquinas y plazas como ésta —Valeria dirigió una mirada cautivadora y llena de complicidad a Favio—; en cada calle sus pupilas, peces ondulantes, saltan rostros hacia el amor.

Entonces el joven de cabello largo y barba al estilo hindú, de incisivos ojos de un verde marino, cual director de orquesta, dirigió su batuta deseando los violines de su alma tomaran ese teatro arrobador y amoroso en el Nacional. Apretó las manos de ella y sin más preámbulo de poeta, le lanzó un juramento:

—Prometo quedarme en el momento de tus ojos, en el negro riso de la pupila que mueves, luminosa amada...

(Ella) —Sé del aguijón que suele esconder el amor, sé de sus mentiras y verdades, de ese loco y pausado tránsito de velas, de apacibles collados trastocados a volcanes que fulminan la necesaria caricia de las manos...

(Él) —¡Oh tristes mares tempestuosos! ¡Ah tibios lagos grises donde posas luminosa!

Y así discurrían estos poetas amorosos, sin percatarse en un extremo de la plaza dos oficiales requisaban a varios adictos. La pareja de enamorados yacía quieta y vaporosa creando una especie de halo protector en derredor suyo. Un empedernido fumador de yerba solitario habíase percatado de la irrupción de los oficiales pedalistas que ya despojaban de las drogas a los tipos y les echaban del recinto público. Éste corrió encorvado entre arbustos y bancos, y sin notarlo se acercó a la pareja que advirtió casi hasta tenerlos en sus pies. Se restregó los globos oculares con los nudillos índices entretanto movía la desgreñada cabeza negando semejante escena. Todavía así, empleando el tronco del gran corcho a modo de parapeto, atreviéndose, al fin les habló: «Sean ciertos o no, les ruego cúbranme con su manto de benefactora luz».

Al no recibir contestación, siquiera que notaban su presencia, optó por seguir imaginando era él presa de una nueva alucinación, y pronto marchó reconfortado con rumbo hacia el barrio Amón.

(Ella) —Dolida huella del aroma el uno en el otro, libar del tiempo -no lo mires-. Porque la hora deja algo sin querer: tu mirada sin flor, el pasar y olvido, vela a la distancia y fuga, intangible estela y extravío...

(Él) —...Libar del tiempo otro licor, eternizar tus alas y las mías en otro cuerpo. La vida siempre dichosa en los nuevos; nosotros, niebla y esquina, ni transeúntes, ni amantes, ni regreso.

De tal manera exploraban todas las combinaciones de desenlaces posibles en una relación como la que experimentaban, pues intuían no sería siempre la misma al envejecer la carne, los huesos, el cerebro, incluso el alma... Pero pronto retornaban a su ensimismamiento romántico, tan despistados como las aves que pasaban precisadas sobre las copas de los árboles.

A un unísono telepático pronunciaron estas palabras colmadas de poesía:

—No es quererte o que tú me quieras, es ir nudo a nudo en esta ebria agua que llamar amar, como soldados cuerpo a cuerpo, anudada la mirada, marchantes en el camino de las espinas hirientes. Es algo compartido: a ratos cargaré lo que más te pesa y tú cubrirás si los panes de nosotros se nos salen de mi lado.

Luego Valeria sentenció:

—Distanciar el amor es perdernos, rayuela que trunca una línea exacta entre dos, espiral de envolver otras cosas y los otros con lo nuestro, de ésos que van por parte sus vidas...

(Él) —Pero tengo la soledad y el silencio hacia tus ojos, lo que amo, salvadores mayores de este mundo roto de espacios.

Mientras esto exponía, Favio hizo un recorrido con su mirada hacia el perímetro del Parque Nacional, mostrando no debía importarles estuvieran cautivos, acordonados, en cuarentena... Al menos existía el amor.

(Ella) —Si tu alma abriera la celosía como el viento y la distancia mi puerta dolida para hacerte la estancia grande a mis ojos, me verías entera de velas.

(Él, señalando un malinche) —El árbol del rincón que no mirabas se hace fuente a tus ojos, es una orquídea que en su costado sangra el violeta, parece casi primavera contigo, novia recurrente de abril.

(Ella) —...Parece aún fecundo, no es el roído tronco del carpintero, no es el quebradizo mandoble que temes mientras lees...

(Él) —...Es ahora un príncipe para el amor el árbol del rincón que no mirabas.

Teniendo como marco todo este caos, producto de la dictadura del rey Corona, sucedió otro consuetudinario consumidor, de lo habituales que ya sabemos por esos recodos de la capital, había sido un poeta famoso conocido con el seudónimo de F. R., semioculto entre un crecido macizo de flores de varias tonalidades, observaba a los jóvenes, mientras aún su alma urdía profundos y delicados pensamientos poéticos y reflexiones sobre el amor, añorando los tiempos idos.

Este era su monólogo que ya tal vez nunca iría en un libro porque la vida huía de él:

—Aman los extravagantes, esos ciegos que se unen a los ochenta y qué perder, o a los veinte como esa pareja de novios, con mucho que perder; los medianos, de treinta y cinco a cincuenta, son los temerosos, los calculadores, con ellas más o menos de su edad para no pasar solos el resto de sus vidas, sólo por eso, para pasar y hacer siempre sin reproche. Atizan egoístas a medio fuego para no perderse sus estilos, caminan sin lucero y así quieren, simulan amarse, entrelazan frías las manos, esas que no odian ni aman a ratos como son las del amor, y al final en su lecho una lágrima les coloca la duda, los acosa, cuando tampoco hay mucho que perder.

Bebió de un solo trago el contenido de su botellita de aguardiente y sucumbió a sus emociones, yéndose su último hálito de vida en esa disertación amorosa. El 16 de abril cumpliría cincuenta y cinco años.

En su burbuja, ajenos a esta desgracia personal y a los acontecimientos que se suscitaban en las cercanías, Valeria y Favio continuaban en su letargo del sentimiento más puro y místico.

(Ella, pensando en el alma del ser amoroso) —Has amado bajo la lluvia como un loco desnudo, miras a ella y ya no puedes subir al tren que esperaste tres días y luego no resulta con un café de diez minutos porque no sintió lo mismo, porque -la verdad- para amar de principio hay que gustarse tontamente, aunque el café de diez minutos se transforme después en diez años inútiles.

(Él) —... ¡Quién sabe la baraja del amor!, pero juegas y ríes como un buen perdedor. Al fin partes y juras que saldrías a despejar la duda si vieras otros ojos como esos, lo juras y temeroso haces que duermes para llegar a la otra estación -la tuya- tal vez la plaza del primer dolor o la laguna de gris arena donde descubriste los azules ojos.

(Ella) —Sueñas, meditas que es transitar el secreto para el encuentro, por eso viajas, saltas del tren, corres por las calles, buscas en cafés y plazas, en los ojos de la noche te abismas en bares y cines, en todo lugar apuestas para el amor.

El alma del vate muerto y que revoloteaba sobre los dos, participando en el trance de los jóvenes poetas, escribía en el aire de la tarde, que también ya fenecía:

—No esperaba a la libélula, era a ti que vendrías con la tarde, tal vez a la hora en que el badajo mueve por capricho. No esperaba a la libélula, no llegaste tú, no te aguardo por la tarde en campanario ni repiques de coincidir los ojos, mirándote por donde debías aparecer. No llegaste: eras la ausencia que sabías provocarías en mí, era el mal de amor que debía padecer por ser tú la hermosa. Ella azul y alas como armonía de mariposa en el aroma. No esperaba a la libélula, ahora la espero con la tarde, al tañer.

Valeria y Favio, imbuidos en ese éxtasis romántico de almas donde la poesía afloraba desde cada átomo de sus seres, continuaban en ese ejercicio, de imaginar el amor bajo la dictadura del rey Corona:

(Él): —Anudas la caricia como una condena, anudas tus manos como un fuego necesario para el pan...

(Ella) —...Anudas los años para necesitarse siempre, para no descansar de verte, para no sucumbir de ausencia, sólo eso...

(Él) —...la ausencia de que no vuelvas a mirarme, a llamarme por esos nombres que tú y yo sabemos descifrar cuando nos acosan los otros, que no saben seguramente nada del amor y del amar en cada momento...

(Ella) —...aunque censuren envidiosos la persistencia que no practican.

El poeta ido, desde una alta rama del corcho, intervenía mirando a los muchachos y señalándolos:

—No se llenan de la tarde ni de ellos, ni su sed sacia el riachuelo ni los prados para ovillarse, tímida y pálida siempre la luna en sus hombros musicantes y los caminos odiosamente cortos y el reloj cómplice fatal del término de hoy y verdugos padre y madre, verdugos, sólo vive en ellos el aire del próximo respiro, levedad de los dedos a la caricia más ardorosa, miradas de hablar, alas en el cielo como olas dispuestas a estallar inmensas en castillos que sólo ellos ven, y los frutos caen sin milagro a sus pasos, sus ojos son sólo eso, los labios para anudarse bien el amor, manos de fundirse en vela única hacia un puerto que sospechan tormentoso pero que callan, ni quieren ver para no perderse el viaje.

Pero en eso, paseaba por la acera exterior del Nacional un viejo y connotado profesor de filosofía que, deteniendo su paso, miraba con rabia a la pareja de cantores solazados sobre la hierba. Así, aun sabiendo no sería escuchado ya, el espíritu del rapsoda echó sobre el vejete descreído estos pensamientos poéticos, casi una maldición:

—Destierro del extrañado de amor que predica titubeante la bondad de ser un solitario, de cuánta ventaja tiene un alma sin el beso, para su pesar donde sí reina en otros la consecuencia del primer deseo. Pero él no quiere el dulce dolor consumador de la caricia: desnuda su piel a gritos, peor aún, vive en la amarga tortura de la tentación. Como con estos jóvenes hoy, censura el amor libre de los jubilosos, llama rastrera a la despistada serpiente, busca un fruto que culpar, señala a los primeros -ella y él- perpetradores del frenesí de sus descendientes, no se explica por qué a tanto el amor no se olvida, por qué cada día los hombres inician su propia perdición, así habla de la maldición de un dios sobre esta especie, achaca la causa a la mujer, ¡es un absurdo filósofo mirando al mar con los ojos de un loco! Anuncia a su piélago toda ausencia de cópula, quiere ser árbol, roca, estrella, pero voltea inquieto a la grácil voz de la iniciadora: por un momento la ama, desea su desnudez, escapa una lágrima, mira a la desolación y se muerde los labios.

Entretanto, ajenos al fantasma del poeta, sus jóvenes colegas, abajo, seguían haciendo esa especie de profundo tac del amor de que son capaces únicamente los poetas prometedores y notables, la excepción en tiempos de absoluta cursilería en el género lírico:

(Él) —Los amorosos somos fiesta y aroma. Hay quienes enloquecidos se rinden de amor, esperan tras celosías, acercan a su amante con la complicidad ilusoria de la distancia...

(Ella) —...Apuestan ciegos, aunque todos inútilmente quieran detener sus dados.

Y en ese instante, el campanario de Iglesia de Nuestra Señora de la Soledad se escuchaba a los lejos; una pareja de zenzontles se bañaba en la fuente y los colibríes iban y venían aprovechando los últimos rayos de luz, por lo que Favio, en este poetizar «al alimón» con su amada, aprovechó atinadamente esas circunstancias:

(Él) —...Abren su alma al tañido, siguen al aroma empecinados; se bañan y visten de él, quieren ser fiesta, asedian, gustan, persiguen un néctar que promete el aire y por la huella encuentran su necesario amor.

(Ella) —Siempre son los fieles y por ello no correspondidos; llaman vistosos con grandes cuernos de colores, se declaran sordos ante los cautos, huyen del desamor por un temor de caer en el absurdo jardín de quienes aman a las rocas, y mueren con la mirada hacia un lucero sólo de ellos.

Poco a poco iban saliendo de su letargo poético y amoroso. La sirena de un carro de la policía se acercaba...

(Él) —También gritaste a cuerno tu presencia y fingieron de roca sus ojos acariciados. Tardíos algunos te dieron un resquicio y quisieron ya con velas rotas, con harapientos globos, con cascos de barcos en ceniza.

El espíritu del poeta, aún posado sobre la alta rama del corcho, urdía sus últimos poemas y los derramaba sobre el mundo en aquella tarde en que la cuarentana impuesta por el rey Corona tenía a la ciudad y a la nación en ascuas. Y este era su autorreproche de quien recién se estrenaba como alma en pena:

—Has nacido con la promesa que amarías. Te precipitas a los primeros frutos, anuncias la mala suerte del amor. Y él recoge frutos caídos (en eso señaló al filósofo que aún contemplaba con furia a los poetas y trataba de marcar un número en su móvil), replica, dice que amar es una falacia. Pero tú aguardas el amarillo que sabes bueno a mitad de estación. Entonces los precipitados y tardíos quieren amar como vos sin preguntarte.

(Ella) —Eternizas mi mirada hacia los bosques y regresas a este ruiseñor del canto junto al ángel redentor con panes que cuecen los amantes...

(Él) —...Eternizas mi mirada y la habitas con tus ojos. Tú sabes mi trino y sonido al posar y mis ojos como riscos de penumbra hacia ti...

(Él y ella) —¡No sabes cuánto vuelo para encontrar!

(Él) —Viniste ámbar en el albor como presagio. En cuerpo total llenaste la lámpara para mi trecho de gozo, porque sé, viejo amor, que alumbras a los amantes hasta cegarlos y te vas a otros a eclipsar sus pupilas...

(Ella) —...Porque eres de andar por ahí siempre, eterno cometa regando su fuego para este juego de las ansias

(Él) —No es posible la red contigo, ni la trampa del faquir, ni el hoyo del montero: haces caer a tus despistados que amanecen amando...

(Ella) —...Te haces el invisible, el hosco, el nunca existe algunas veces, pero es para tu juego de las ansias, es para la sed al punto límite; luego apareces jarrón rebosante, fuente, pétalo, rocío para libar a dos.

(Él) —Algunos hirientes contigo se esconden cuando irrumpes con tu juego de saetas y fingen sólo compañía, pero tu llama tampoco es de ocultar.

(Ella) —...Y en ti acaban los orgullos, las maldades, las vergüenzas...

En las cercanías del Parque Nacional evidentemente se armaba una redada dirigida hacia el verde y florido reducto, el viejo filósofo en su jerga había alertado a las autoridades de «dos violentos traficantes del amor», por lo que la mujer del puesto de policía al teléfono entendió lo propio de su oficio: «dos peligrosos narcos» habían traspasado la cinta amarilla haciendo caso omiso a las advertencias de la seguridad del rey Corona.

(Él) —Contenida en el azul cofre del aire aguardabas algo. Alargué mis ojos hasta donde estabas nerviosa, fuiste cómplice en la espera, hiciste las señas necesarias para el propicio encuentro: no temimos el amor, no razonamos la distancia, ni los curiosos helaron los pasos de acercarse, ni las llamadas a misa...

El alma del poeta difunto todavía no partía de este mundo, y penaba, recordando el amor de sus ya extintos padres españoles:

—No escuchar la dorada espiga en la verde torre —hiedra y olvido— que acercó las miradas por viejos caminos de pasear el amor. La cicatriz del solar donde el ave de su dicha imprimió el beso, la derruida cerca donde tu mano, padre, hiciste flor, y la pupila de madre, azul mariposa, ondeara luminosa en tu mejilla. Allá en el otero quieto aquellos amorosos...

(Ella) —Acerca la bandera de hielo de mis ojos, vela apurada hacia tu mar. Doy mi mano por tu mano, mis pupilas por las pupilas de tus ojos.

(Él, señalando un rugoso árbol siempreverde) —En ese Uruca donde el negro a la tarde alborota a los amantes, encontrarnos; beber donde dices fuente de tu dicha, en la gruta de peces rojos.

El poeta sobre los amantes, atrapado por esta atmósfera irresistible pero que tornaba a peligrosa, seguía en su monólogo poético recordando un viejo amor, rubio y de ojos azules, llamado Claudia y que había muerto hacía treinta y cinco años en la lejana Suiza; ajeno al mundo, sin sospechar siquiera había muerto ni vaticinando lo que estaba por acaecer en la plaza:

—Te recuerdo en la parte de los viejos recuerdos. Dijiste que era yo un marino, quedaste así pensándome siempre, sin llegar a mis manos de adentro, de las de hundir la tierra a cada palmo. Y en ti -ahora en la parte de los viejos recuerdos tuyos- aún libero velas, desato nudos a tu libertad, te miro desde lejos con anclados ojos.

(Él) —Es el paseo, caminas conmigo no tanto llegar hasta tu puerta, no, no es que venga hasta tu puerta a buscarte, es el paseo de ir nada más sin llegar a inicio ni a final.

(Ella) —Somos tú y yo peregrinos inconclusos de puerto o casa, de tantos años o esos días sin reloj, sin calendario, ni compartir con nadie resquicios que persiguen acabarnos.

(Él) —Es el paseo sin términos: dos ojos exactos mirando las mismas cosas sin perder, sin perderlas.

(Ella y él, que ya presentían de esta no saldrían):

—No sabemos cómo librarnos de él ni pasar sus páginas todavía, ni saltar por la borda sin llegar a esa luz que creemos con inocencia definitiva. ¡Pobres y rotas mariposas satisfechas de aventura! Filosas aves nos empujan a la sombría rama del alcor, temblorosos, sin poder asirnos a la terrible oscuridad cierta...

(Ella) —Quedarse aquí es seguro, al menos el amor —aconsejan— es el aire más diáfano y bueno para remontar.

(Él) —Aunque nos muramos por él, amada. 

El poeta en su rama había tornado en llanto, delirando:

—¿Qué haremos cuando esté lista la casa y su jardín al vuelo de las aves? Escribe nuestros nombres en el néctar, deja tu pómez en mi negro caminar para no perderme el llegar a ti, para avistar el risco donde tiemblas ausente. Sé la barca y los peces de este dolido mendigo, viste, amor, con tu hilo para ser el vistoso que entre frondas vuela. Está lista la casa y su jardín al vuelo de las aves.

»Quedaste en el color del amor sin pasar hacia donde guardaba lo que tú -suponía- debías libar. Tal vez miedo o como miras el tiempo tontamente, tal vez nada. Abrevé en ti sin reparar en el vano transcurrir, hice de los años horas y minutos, de los años que seguro tú tomas rigurosa para la entrega, pero él sólo ansía el tañer de las campanas sin restarnos, de las que suman al encuentro, ésas de fiestas y de bodas que anuncian tu nombre y el mío y los nuevos hijos. Quedaste en el color del amor sin pasar».

Al unísono los dos amantes sentenciaban enfatizando palabras clave en un himno final, y compartiéndose sus audífonos que les proveían del jazz que amaban:

—Sin calendario, ni complicidad del reloj, desprevenidos, inédito en nieves desiertas, en hilos de aroma y miradas que tiñen alegría y fiesta, ama. Sin miedo, rota mariposa de agonía, acaricia. A los alcores ingrávidos del arco iris y a veraneras escapadas al alma, fuga. Púrpuras olas de fuego, rescoldos de otro amor, transita. Sin promesas desesperadas, si migramos unidas las alas, ansiosas manos de unir cuerpos totales, amarás.

El Parque Nacional se encontraba ya sitiado por un millar de policías. Desde un dron descubrían el cuerpo de un hombre barbudo entrado en los cincuenta. ¡La supuesta pareja narco era de lo más peligroso!

Una ligera lluvia caía...

A punto de partir, Favio abría su salveque para sacar el paraguas negro...

Pero otra lluvia, de plomo, acabó con aquella tarde perfecta.

FIN 

Este Día del Amor y la Amistad les comparto 'Soledad', de Chelo:


NOTA: El anterior cuento contiene el poemario ‘Para tu olvido, palabras’, que iba a publicar el pasado año Editorial Poiesis, pero que decidí darle 'mejor' destino en los diálogos de los dos amantes del relato y el espectro del poeta. Entonces, agradecido, dediqué cuento a los poetas de esa casa de cultura literaria costarricense mayormente abocada a la creación y promoción de la Poesía.

Cuento © 'Imaginar el Amor bajo la dictadura del rey Corona', del libro 'Golpes bajos' (octubre 2020; Ediciones Nudo sin Fin, 104 páginas).

UN PRESENTE LITERARIO Y POÉTICO EN ESTE MES DEL AMOR Y LA AMISTAD

Mis dos libros pueden ser adquiridos por los estimados lectores y lectoras de Costa Rica y el extranjero. Precio 'Golpes bajos', 7,000 colones, incluye envío por Courier. Si usted habita la Gran Área Metropolitana (de Paraíso de Cartago a San Ramón de Alajuela) con gusto se lo llevo hasta sus manos, igual costo. Lo mismo que mi obra, también de cuentos, 'Los perros también soñamos' (octubre, 2019; Veragua ediciones, 96 páginas). Si adquieren las dos publicaciones, precio especial: 12,000 colones. Mi WhatsApp: (506) 85-28-84-87, por lo que pueden realizar transacción por Sinpe Móvil. Si se adquiere desde el exterior cada uno de los libros por separado: $20, los dos: $30.




miércoles, 10 de febrero de 2021

© Otra especie de filantropía (Cuento de Frank Ruffino)


Ladrar por ladrar en este teatro global de las pesadillas, y el único consuelo para el país de Innombrable son los sueños…

El pequeño David se encontraba en la parte exterior de cierto restaurante popular capitalino, un día cualquiera de su vida, porque es la época en que parece se rehúye del presente y se añora vivir en el pasado o futuro…, quizá sí, futuro, en ese tiempo no concreto que es nuestro porvenir donde por lo menos soñamos volverá la justicia a recobrar el espíritu, su respeto y señorío. Por ahora, y por pura cuestión de sobrevivencia, seguiremos practicando de esa otra que llaman los noticieros de sucesos «pronta y cumplida», aunque se tome en nuestras propias manos.

La camarera sirvió la orden, y el hombrecillo estaba pronto a probar su café y devorar su comida cuando un inoportuno le interrumpió…

Señor, regáleme un billete de mil colones.

No tengo mil colones.

Eche una moneda de a quinientos.

Tampoco tengo.

Entonces deme ese sándwich.

Este ha sido mi único alimento del día y ya pronto abordo ese bus (se volvió y señaló el Scania azul parqueado al otro lado de la calle). El regreso a mi pueblo son muchas horas.

Sería peor que lo asaltara o matara, usted manda…

¿A quién?

A usted. Bueno, viejo, no se ponga guapo y regáleme por lo menos la hora, usted no regala nada, ni un traguito de ese refresco.

El pequeño David hizo una rápida lectura de ese rostro sociópata y tras él desentrañó lo que tramaba su desconfigurado cerebro de drogadicto malvado. Así, introdujo el brazo derecho en el saco de gangoche y cogió el 38 sin perder de vista al delincuente, quien pensó buscaba el celular o el reloj para «regalarle la hora». Sostuvo esa posición de ataque velado mientras el café con leche humeaba, y con una calma singular, dominio propio y socarronería interrogó a su intimidante interlocutor:

¿A usted le gustan mucho los regalos?

Diay sí viejo, ¡a quién no!

¿Le gusta una bala?

Una bala sí, por lo menos esa bala de la cadena de plata, viejo, pero me está cansando y nadie cansa «al negro». Y al tanto que hablaba, el negrito apretaba definiendo algo duro y largo en su sudadera blanca con capucha…

Pero en un rápido movimiento el pequeño David puso el cañón del revólver entre sus ojos.

Pensé era esa bala ladró el tipejo tembloroso. Una mueca torcida dejaba visible parte de la dentadura a la que le faltaba dos piezas superiores. El hombre deslizó hacia abajo el cañón embutiéndolo por ese asqueroso hueco pedigüeño.

«El negro», de unos 25 años y a quien su supuesta víctima le doblaba en edad y por lo menos treinta centímetros más de estatura, el malandro, bizco de terror y babeando balbució algo así como «por favor perdón señor». Suplicando en modo de gruñidos fue haciéndose más corto de estatura hasta que el pequeño David lo tuvo completamente a su merced, de rodillas, sus manos juntas como cuando se pide en oración un gran favor, y se está, precisamente, entre la vida y la muerte… «¡Qué coincidencia fatal!», caviló el viajante con ironía y dijo:

¿No quiere merendar bala en salsa negra de pólvora con sabor a plata?

Entonces un líquido amarillento y fétido comenzó a resumir de sus pantalones.

¡Te measte y cagaste negro cabrón!

Extrajo su celular y con una pericia singular de su mano izquierda, puso el cronómetro pegado a los ojotes desorbitados del asaltante.

Le regalo tres segundos para que se pierda de mi vista tras la esquina, si no, le alcanzará este presente de plata, no me gustan los tipos holgazanes y malucos. Dicho, tres segundos, sólo tres segundos. Y con el mismo cañón le empujó presionando y estirándole el cachete en dirección hacia el punto de fuga que le brindaba.

De un salto el sorprendido maleante se incorporó y corrió a la esquina para ocultarse y perderse, mas a dos pasos de la salvación resbaló en la especie de diarrea que descargaba por los ruedos de su vaquero. El diminuto obsequio se introdujo a un costado a la altura del pecho, una bella rosa negra se tatuaba en la piel del abrigo.

Mala suerte susurró el ducho tirador.

En esa tarde de inesperados regalos, no quiso darle ni un segundo a quien le había malogrado la merienda y casi el día. Tumbado, el enemigo chillaba como una niñita histérica. El pequeño David contó ocho pasos hasta esa cosa humana trastocada a lombriz epiléptica, y le obsequió estas palabras:

Hoy estoy más dadivoso de la cuenta, ten esta otra regalía...

Apuntó a su frente mientras pronunciaba una frase tan sencilla y que nada cuesta en tiempos de tanta palabrería y mezquindad:

¡Feliz cumpleaños anticipado! y disparó.

Revisó los pantalones del criminal y se sintió afortunado al constatar portaba su carné de identidad. Dos damas mayores salían del establecimiento cogidas del brazo y aplaudieron agradeciendo su acto heroico.

La patrulla de la policía no tardó en llegar. El pequeño David le extendió el documento del infeliz, mas el oficial ni se tomó la molestia de bajar del vehículo, un vistazo con sus prismáticos bastó para confirmar se trataba del consuetudinario hampón y llamó a la morgue.

Antes de partir, el patrullero le extendió al valiente ciudadano toda una plana de cupones para el respectivo cobro en el banco del Estado de trescientos mil colones en efectivo por librar a la sociedad de «el negro», tiquetes que también podría canjear en cuatrocientos mil pesos de abarrotes si se presentaban en la Cadena de Supermercados Populares, dinamizándose así la economía, tan maltrecha en el país de Innombrable.

Molesto incidente, sí, pero el final de esta esta tarde dio un giro más provechoso pensó agradecido el pequeño David.

Aún su autobús no partía.

FIN

Cuento © 'Otra especie de filantropía', del libro 'Los perros también soñamos' (noviembre 2019; Veragua ediciones, 96 páginas), puede ser adquirido por los estimados lectores y lectoras de Costa Rica y el extranjero. Precio 7,000 colones, incluye envío por Courier. Si usted habita la Gran Área Metropolitana (de Paraíso de Cartago a San Ramón de Alajuela) con gusto se lo llevo hasta sus manos, igual costo. Lo mismo que mi reciente obra, también de cuentos, 'Golpes bajos' (octubre, 2020; Veragua ediciones, 104 páginas). Si adquieren las dos publicaciones, precio especial: 12,000 colones. Mi WhatsApp: (506) 85-28-84-87, por lo que pueden realizar transacción por Sinpe Móvil. Si se adquiere desde el exterior cada uno de los libros por separado: $20, los dos: $30.




lunes, 1 de febrero de 2021

Crónica rosa: La 'Chungalandia literaria' de Jacques Sagot


Crónica rosa con espina:
CUANDO LA 'CHUNGALANDIA LITERARIA' DE JACQUES SAGOT NOS ALCANCE...

Por Frank Ruffino

I

Como cada doce meses, aproximadamente, volvieron a llover las 'cajitas felices' a un puñado de chiquitos engreídos en la 'Chungalandia literaria' de Jacques Sagot (JS).

Con tan florida y cómica expresión definió nuestro 'Zeus' cultural JS al circo de los premios nacionales estatales, en una entrevista realizada por 'Faustinito' en su canal YouTube, revista literaria, Editorial, Librería Vesania Cultural...

...En mi conciencia, por una eternidad, así quedará rebautizado el querido escritor Faustino Desinach, con ese diminutivo que en los gigantescos hornos imperiales (ego de JS) no necesariamente se debe traducir en cariño: Faustinito es Faustinito, ahí lo veo y veré, corriendo, sempiterno, con su kilométrica Chupa Chups arcoíris, pantalones cortos y camiseta de Mickey Mouse, por estas interminables y frías estepas literarias costarricenses, de las que sólo pudieron escapar un puñado de valientes talentosos del carajo (Eunice Odio, Yolanda Oreamuno, Paco Zúñiga, José León Sánchez, mi Chavela Vargas, mi Laureano Albán...).

En este sentido, la comarca cultural que somos, endogámica y peligrosa, donde los monstruos y emplastos genéticos literarios y artísticos se premian y luego devoran entre ellos en un ciclo kármico interminable, es como el punto de colapso de una megaestrella que fue consumida por su propia gravedad supermasiva y que ahora se traga todo, con especial devoción hasta la 'luz' (genuino talento) de un puñado de 'cobardes' en que nos puede más el amor a la Patria, que huir a tiempo hacia México, España, Argentina... u otro punto del espacio donde exista menos hostilidad, envidia y maldad. ¡Para sobrevivir al olvido adrede (que a algunos y algunas nos aplica el establishment) debo empezar a autoexiliar mis cuentos!

II

Desde hace dos años, de los premios nacionales sólo me interesa saber qué sucedió esta vez con la disciplina del cuento... 

Antes, les confieso: por poco más de dos décadas estuve pendiente de la suerte de mi poesía en esos galardones, pero sucumbí cual Penélope, arrasado de pena a causa de la cruel espera. Gracias a un importante y esclarecedor reconocimiento (premio) obtenido en México en 2007 para obra publicada (197 obras participantes de España e Iberoamérica), me percaté que, quizás, mi poemario 'Viaje de ausentes' (Ediciones Perro Azul) tampoco fue abierto por los jurados del Colegio de Costa Rica en 2006 (órgano adscrito al MCJ que da esos premios y becas en metálico para que algunos elegidos a dedo escriban). ¡Espaldarazo mayúsculo que le propiné al maldito, corrupto, torcido y contrahecho canon de nuestra 'cultura literaria'!

Mucho después, en 2019, 'pollito', llevé al Colegio de Costa Rica mi primer libro de cuentos 'Los perros también soñamos' (y seguiremos soñando pesadillas), ahí, entre un puñado de carajillos esperando su turno de 'cantar' buscando la incierta y respectiva recompensa de 'Chungaleta'. Y en 2020 hice lo mismo con mi segundo libro de cuentos, 'Golpes bajos', que también pasó desapercibido para la académica Karen Poe Lang (Colegio de Costa Rica, Ministerio de Cultura y Juventud -MCJ-); Monserrat Sagot Rodríguez (UCR); Armando José Ríos Sánchez (ITCR); Estefan Esquivel Valverde (Asociación de Autores); y Gustavo Camacho Guzmán (UNA). Un flamante pentajurado de turno, casi todos del mismo sector público de los denostados Aquileos que supuestamente premió el 'mejor' cuentario del país en 2020.

Si no conozco a ninguno del grupo, pues menos ellos a mí que evito moverme en el sistema de tribus literarias alrededor del MCJ. ¿Y sabe de ellos el pueblo lector?, él, que lee con especial fruición mis cuentos y libros narrativos desde 2017, cuando, con fuerza inusitada (ese año, no sé si este fenómeno fue producto de la quimio y la radio que me repartían en grandes dosis en el Hospital México...) irrumpí en la pradera tica del relato corto donde pensé mi vapuleada pluma de apache indómito podía brillar más. 

¡Y brilla entre miles de lectores! 

Difícilmente pueda obtener yo reconocimiento de este Estado profundamente corrupto en todo: ¡estas 'egopraderas' literarias son más hostiles que las de la poesía!

De tal manera, el pasado jueves 28 de enero, se hizo el anuncio de los premiados, a cargo de la ministra 'Chungaleta', Sylvie Durán (a quien estimo, junto a su venerable padre escritor don Fernando Durán Ayanegüi), y la viceministra Loida Pretiz...

III

En cuento 'ganó' un tal Cristopher Reyes Loáiciga con su libro titulado 'Un par de mariposas' y, tras éste, el jurado de Karen Poe (no creo tenga en su linaje relación con Edgar Allan) decidió otorgar una mención honorífica a Sergio Arroyo Molina (a él y Reyes les propongo un trueque de esos dos libros con 'Golpes bajos', esto, para irnos conociendo...), un estimado consuetudinario a quien ya otra vez se le debía dar un 'dulce' por su libro 'Pequeño jardín del Edén', o algo así...

(Luego de cantar 'Los pollitos dicen' o realizar cualquier morisqueta graciosa -literarias-, no perder de vista en dónde se reparten los juguetes, confites y helados: la 'Chungalandia literaria' de Jack Sagonarola, o, repartición de las 'tajadas del pastel' de los premios nacionales del MCJ).

...Así llamo a Sagot en mi cuento largo o novela corta (sátira) en proceso:

'Eso que yo sé del señor Jack" (en letra cursiva, parte de ese eventual cuento o novela que se me está ocurriendo mientras escribo esta crónica):

Todo un destripador Torquemada con mis 'Golpes bajos' ¡y sin leerlo! Hará unos diez días se lo llevé yo mismo hasta su casa de San Francisco de Dos Ríos. Ahí pulsé el timbre mientras me asomaba por un agujerito de la lámina de hierro, donde mete su carro y gran silla de ruedas que semeja un carrusel de feria. Observé venir de mal humor a un señor de mediana estatura, trigueño, aindiado, con aspecto de jardinero:

Sí, mande vociferó tras el portón cerrado. 

Le traje un libro a Jack dije. El tipo apenas abrió la puerta pequeña.

Gracias, es para Jack. Saludos dije agradecido y feliz por lograr esta inmensa proeza.

El hombre cerró sin decir nada, una súbita niebla me rodeó; de no sé dónde, creí escuchar cuervos taladrando mis tímpanos. Despavorido, salí corriendo de esa suerte de búnker fantasmal, buscando el bus en la cercana avenida...

Desde que 'Ediciones Nudo sin fin' publicó mi libro en octubre pasado, traté de contactar al editor de la restrictiva y clasista revista Áncora. Los intentos fueron prolijos, hasta que supe de una de sus concubinas o novia oficial, una poeta corronga de aquí. Desde esas fechas la puse en mi WhatsApp, y, efectivamente, picó el anzuelo:

Exacto, Ruffinito, yo hago de intermediaria cuando le quieren mandar libros. Él nunca va a La Nación, ya sabe, Francito, tiene mil factores de riesgo. 

Eso lo sabía, que el resiliente cuerpo del señor Jack porta las siete plagas de Egipto. Espero no se nos descoque más en esta nueva fase cuarentena 2021-FMI...

...Pero, Ruffi, eso de ser su novia... umm... ¡qué barbaridad, todos creen tal cosa y naaa que versh!, sólo somos muy buenos amigos.

Pero esta bella y buena dama de la guitarra poética y el autombo mediático, me mantuvo así, más negro que Baltazar, durante todo este tiempo, en vilo, sin resolverme nada, pues le planteé mil formas de hacerle envío de dos libros, uno para ella y otro para el señor Jack. Al fin, un día de enero me propuso nos reuníeramos en Spoon a desayunar Lasaña y tres leches. Casi llegando en Lumaca, a último minuto canceló con el pretexto de que debía hacer entrega de cierto encargo..., de unos reyes magos y títeres muy lindos confeccionados por ella misma.

La poeta jugaba conmigo, disfrutando sus quince microsegundos de fama por estar con Sagonarola y tener, en apariencia, irrestricto acceso al notable pianista y escritor regular de cuentos y por ello frustrado. Aún así, nunca coincidí con ella, aunque la conocí dos años antes en la casa del poeta Albán, detrás de su silla de ruedas, fungiendo de asistenta o algo así del Maestro.

Recordé a Pedro y Judas: negaba una y mil veces la intimidad con el destripador de libros sin haberlos abierto, pero tampoco hacía eco de mis ruegos por acercarle mi obra...

Y ahí fue cuando me harté. ¡Qué diantres, yo mismo me encargué de las pertinentes averiguaciones!

Así formulé esta simple pregunta filosófica:

¿en qué parte del firmamento habita el señor Jack? 


El Olimpo en que todos visualizábamos a Jack tenía existencia en el subsuelo...


IV

Jack Jack, el forense empírico y maniático de las entrañas literarias y artísticas de esta comarca. Si el mismo Juan Rulfo, que él adora, resucitara, le daría de nalgadas. El mexicano no hubiese sido escritor con Jack, pues su célebre cuentario 'El llano en llamas' no ganó ningún premio nacional.

Diles que no me maten, Faustinito, hazles ver que ya he pagado mi crimen muchas veces en este amargo destierro de polvo, cascabeles y rocas susurró Jack casi en un monólogo, mientras temblaba como una lombriz epiléptica puesta sobre el pavimento caliente de mediodía...

El máximo 'Chungaleta' de Tiquicia versión masoca, a pesar de que se queja rabioso de esos cenáculos y grupos literarios, de los premios estatales, de libros mediocres, ¡todos!, que salen de las oscuras imprentas de la Editorial Costa Rica y universitarias (EUNA, EUNED, EUCR, UTN...)... JS, deseara, el canon literario y artístico del país tuviera un solo jurado, un lector especializado, un erudito experto, un censor, un filólogo, un curador...: Él, sacro Jack Sagonarola, el destripador de libros sin haberlos abierto.

Me mandó a decir con un poeta embajador de la cultura, recibiría mi libro pero que no le interesaba por no estar yo en 'la nube' (canon), y que tampoco me publicaría nada en Áncora por no haber ganado yo un premio Aquileo de cuento. ¡Malditos Aquileos!

Y el petulante y vampiresco señor Jack el destripador de libros sin haberlos abierto, quien desde jovencito iba a las clases de música de la UCR disfrazado de Chopin o Beethoven, gastando bufanda y guantes, quien hace pocos años marchó a París para que, según él, le diagnosticaran autismo 1, nunca abrió mi libro. ¡Ay!

Disculpa, estimado Aquileo Echeverría Zeledón (qdDg). 

ESTA HISTORIA SATÍRICA CONTINUARÁ EN CUENTO LARGO O NOVELA CORTA, títulos tentativas de la obra: 

1. Eso que yo sé del señor Jack

2. ¿En qué parte del firmamento habita el señor Jack? 

Por privado los lectores pueden votar democráticamente por cualesquiera de estas dos opciones anteriores (fgarcia114@gmail.com).

V

Por cierto, tras el premio y mención de honor en cuento (menos que una tártara), tratando de ver las cosas 'claras', alcé, sólo un poco, una de las tapas de concreto del tanque séptico estatal, ahí, en la zona de aguas negras en el MCJ, y no más, horrorizado, descubrí que las dos obras galardonadas como las 'mejores' en cuento de 2020 habían sido publicadas por la misteriosa Editorial Costa Rica: de alguna manera el Estado premiando al Estado, o mejor dicho: el archicorrupto gobierno PAC de Carlos Alvarado premiando al gobierno PAC y sus escritorcitos correctos políticamente. ¿Competencia desleal auspiciada por el gobierno, supuesto 'tráfico de influencias"...? ¡Pues sí! Entrecomillo y supongo porque en Costa Rica muchas prácticas corruptas son legales y puedo terminar en la 'chirola' (cárcel) por denunciar a este negro y putrefacto sistema de gobierno impositivo.

Como si no bastara este desvergonzado favoritismo oficial, 'Un par de mariposas' ya había sido premio de la Editorial Costa Rica 2019. Copio y pego aquí lo manifestado por esta graciosa y negra editorial estatal, siempre dirigida e influenciada por las mismas 'momias de Guanajuato':

(...) por su original abordaje de una realidad lejana como lo es la China y sus paralelismos históricos entre la época contemporánea y la antigüedad sin perder el punto de vista de un extranjero centroamericano.

Carla Pravisani, Juan Murillo, Rodrigo Soto. Jurados del Premio Editorial Costa Rica 2019".

"...sin perder el punto de vista de un extranjero centroamericano".

¡Vaya juicio! El Gobiermo Chino-Covid-19-2020 estará muy feliz por esta campaña propagandística gratuita por enfermar y destrozar a la economía del país y pauperizar y corromper más a los estados del tercer mundo. Por momentos, pensé el desconocido Cristopher Reyes era un alienígena que escribió acerca de China desde Las Pléyades ¿Dónde queda Juan Rulfo con su 'Llano en llamas', o Maupassant que siempre escribió de las historias y vida cotidiana del pueblo normando, o Frank Ruffino con sus cuentos, mayormente basados a partir de esta realidad que nos taladra el alma, los sesos y bolsillos?...
Ejemplos: 'El fantasma de un loco', 'Un crimen singular', 'Ellos me querían matar', 'Embrujo en el hostal Cala'... Y, bueno, esta gran nación (China) también queda al este del Edén... 'Cosas veredes'... El día que Reyes u otro de su círculo de insestuosos literarios escriban ficcionando acerca de otro planeta donde habita una raza de alienígenas de color rosa con sabor a tutifruti, pues simplemente los del jurado de turno se hacen popó o pipí.

VI

...Frente a esa tapa de aguas negras no quise ver más a fondo, tal la pestilencia que siempre sobrecoge a mi alma, sólo traté de determinar entre la porquería, si esta vez daba con otro elemento reiterativo antiético: si un integrante del jurado o funcionario de la Editorial CR había sido del grupo de Poe. Por fortuna para ellos (esta vez se cuidaron bien las espaldas) de ser lo contrario, ya habría ido yo corriendo a la Sala Constitucional a poner un recurso de amparo, que, sin lugar a dudas hubiese sido desestimado (aún sigo investigando, removiendo la mierda).

Tal la corrupción que nos asola, en donde el Presidente únicamente ahora se 'preocupa' públicamente por la salud de 57 diputaditos, temiendo no se dé el qúorum mínimo para aprobar más deuda con el FMI. Así los quiere vacunar como bestias, ¡ah, mi súbitamente santo veterinario de Calcuta!

El presidente (así, adrede, sin abusar de la mayúscula) que en mi libro 'Golpes bajos' (en ocho de los dieciséis cuentos) figura en cuerpo y alma, como el personaje oscuro, mono macaco del Bicentenario, tragón, imbécil, corrupto...

Los escritores que somos, sobre todo patriotas, los poquísimos valientes contestarios e incómodos con esta parvada de cuervos malandros, tenemos, o tengo nula posibilidad de obtener un Aquileo, siquiera una mención honorífica, aunque el libro sea calificado como 'una obra de inusitada calidad literaria, reflejo auténtico y valiente en tiempos de profunda crisis sanitaria y moral'.

Y ahora, ante el 'señor Chungaleta' (jurados) 'Golpes bajos', de ser otro sistema independiente y democrático de elección, tal vez hubiese arrebatado la 'Chocoleta' a 'Un par de mariposas' o el 'popi' al 'Pequeño jardín del Edén"...

No olvidar que el Premio Aquileo de 'Cuento' 2019 fue otorgado al libro 'Atrevidas', de Camila Schumacher, a quien, antes de llevarse la bolsa de $7,000, el Colegio de Costa Rica del MCJ la había becado con dinero público de nuestros impuestos a fin de que ella 'investigara' y publicara en ese libro cómo se prostituyen los trans en San José de noche. Y no eran cuentos, sino crónicas. Un manual de apología..., el ABC de la corrupción e indecencia siendo promocionado por el Estado, ¡como cuando Internet enseña a los jóvenes la 'receta' o fórmula para fabricar bombas o bien los infalibles pasos para un suicidio exitoso!

Ojo, no me tachen de homofóbico: creo, estudiar a este pequeño sector de población debe ser, más que un proyecto literario personal financiado por los contribuyentes, una investigación sociológica de cualquier universidad pública, pues, se debe visibilizar y hacer algo de justicia para con esta  minoría de la minoría: varias decenas de seres humanos practicando este estilo de vida que no nos representa a la inmensa mayoría.

VII

Desde ahí, con más ahínco y desconcierto mis cuentos de 'Los perros también soñamos' pasaron de los ladridos a los aullidos. '¿No oyen aullar a mis perros?'. 

Ruffino, lástima en ciertos relatos de 'Golpes bajos', igual que el pasado libro, ponés en ridículo al Presidente y hablás mal de este Gobierno, ni la Primera Dama quedó con cabeza me dijo irónicamente alguien de esa Cueva de Alí Babá en que se ha convertido el antes sacro edificio, ubicado diagonal al Parque Nacional. 

¿Y qué esperaba ficcionara de esos verdugos corruptos con el pueblo que nos gobiernan a punta de cuarentena, impuestos y apestoso dinero transnacional del FMI creador de pobreza, criminalidad, violencia e injusticia a escala industrial y planetaria?dije.

...Sonrisa irónica, seguida de un silencio sepulcral de ese amigo burócrata que, todavía varios días después del 'chisme', me hace castañear los dientes, no de miedo, sino de rabia e impotencia (pero, por ética profesional debo guardar mi fuente en estricta confidencialidad).

La única Cultura que existe en Costa Rica es la de la corrupción.

FIN

NOTA DE FRANK RUFFINO: 

Chungalandia era un programa televisivo infantil muy exitoso que estuvo al aire en las décadas 60-70 en Costa Rica, creado y dirigido por el animador español Antonio Menéndez Mateo, "Chungaleta". Los niños invitados cantaban, bailaban y mostraban sus destrezas, premiándoseles con caramelos, juguetes... Era la manera tradicional de obtener los pequeños sus 'quince minutos de fama'. La competencia casi siempre se tornaba reñida y dramática.

Hace un año vivo en Vargas Araya, San Pedro de Montes de Oca, casualmente a pocos metros de una grande y bella casa de madera donde habitó muchos años 'Chungaleta'. Está sola pero bien cuidada por los nuevos dueños. Al pasar frente a sus amplios ventanales, algunas veces, contra la luz del sol que se filtra en los aposentos solitarios, he creído avistar varios reflejos, ¡la silueta del querido 'Chungaleta' rodeada de pequeñas sombras de felices niños cantando y bailando!


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