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sábado, 3 de diciembre de 2011

© Con el Diablo no se hacen tratos (Cuento autobiográfico)



Al poeta Alberto Fonseca

Frank Ruffino

I

El descenso al lugar que los hombres comunes y medrosos llaman Infierno. Una incursión mía que se convirtió en un paseo en toda regla donde conseguí cosas y las fui perdiendo por mis malas decisiones.
Ahí, entre la verdad por los cuatros costados, aprecié con más detenimiento y con gran asombro, la esplendorosa luz de las estrellas, hice amistad cierta con genuinos seres que sin pedir nada a cambio compartieron sus tesoros: el elixir de la eterna juventud y el remedio contra todos los males físicos que aquejan a los hombres.
Ya con estos presentes invaluables que jamás creí estuvieran en posesión de este labriego y sencillo mortal, agradecí a Él tal desprendimiento, y a punto estaba de emprender mi feliz regreso a la Tierra, cuando este entrañable Luzbel me abrazó por lo hombros cual padre o hermano mayor que brinda un consejo:

-Oh, sublime Poeta, único en su país tropical: como pago a tu valentía y claridad de espíritu te tengo este otro presente… –dijo parsimoniosamente con su bella y cautivadora voz de tenor.

Así entramos a un largo pasillo que recorrimos hasta el fondo donde abrió fugazmente la puerta de su alcoba principal. Allí apenas si pude apreciar a la Mujer en una cama real cuyas sábanas desarregladas semejaban más a esas deliciosas nubes en un soleado día tropical en las cuales nos apetece zambullirnos y retozar eternamente haciéndole el amor a una bella dama amada. Sí, en medio de esa blandura yacía la Madre de la Humanidad, con la que este gran alienígena que nombramos comúnmente como Diablo había concebido a los hombres en tiempos inmemoriales. Al cerrar la puerta de su habitación quedé alelado de la excitación, y como petrificado, pensando así: “únicamente el espesor de seis centímetros de esta endemoniada puerta me separaban de esa visión maravillosa que todo macho ansía en su vida”.

A una suave palmada por la espalda, Él me hizo volver en sí llevándome a su jardín de angustiadas flores y plantas que según relató habían sido alguna vez emperadores y altos dignatarios de antiguos imperios, destacando en su centro una rara flor negra carnívora que dijo ser el espíritu de mi admirado Rasputín. Tomamos asiento, y queriendo me sintiera cómodo entre esos vegetales a todas luces diabólicos que se retorcían en un continuo aullido doloroso, pero amenazante, señaló:

-No sufras, esclarecido amigo mío, no sufras más ni tortures tu mente como estas negras criaturas de sempiterno lamento y de nauseabundo aroma: ella puede ser tuya, sin embargo, sabes como humano todo tiene un costo: nada hay exento de valor allá ni menos en mi reino, -aclaró el extraordinario ángel con la pose del ejecutivo financiero más ducho que haya conocido, tal su naturaleza fascinante de genio en todas las ciencias conocidas y por conocer.


Y era que solo había una condición para acostarme una noche con esa belleza única que a lo sumo cuenta con estáticos 13 años, fuente de la naturaleza femenina más preciosa y excitante: renunciar al elixir de la eterna juventud y a la panacea reina, presentes que ya llevaba conmigo en mi retorno al mundo. De esta manera estuve estudiando la oferta de Satanás por varios días, noches en que mi deseo codicioso por poseer a la mujer de mujeres me sumió en el más espantoso insomnio y desazón de varón: la visión de aquellas perfectas curvas, piel ante la cual la porcelana parecía tosca, senos y nalgas firmes cuya lozanía era de abierta flor al alba salpicada de rocío, esa uniforme arquitectura que mareaba por momentos, atributos todos con la atracción de cien estrellas juntas…
Al fin esta naturaleza de macho enamorado pudo más que el poder de ser eterno y sano por siempre, así tuvimos amor carnal de éxtasis durante doce horas continuas. Mi extraordinaria amante me concedió también unos polvos mágicos para cuando regresara a la Tierra pudiera atesorar instantáneamente a cualquier beldad en que se detuvieran mis ojos. Tras recibir el placer absoluto durante muchas horas por fin llegó el deplorable y doloroso instante de la partida. Sobre una gran silla de cojín tapizado en seda y  en donde solo podía estar cómodo el Diablo, corpulento y alto, ella tenía dispuestas nuevas ropas, vistiéndome y engalanándome con gran delicadeza y devoción; ante su espejo relucía como un príncipe bellamente infernal. Vanidad que acrecentó la ansiedad por arribar a mi planeta a conquistar a unos cuantos cientos de bellezas, pues dado que había negociado y perdido el elixir de la eterna juventud, apenas si con mi vida restante alcanzaría para llevar a feliz término esta proeza. Con el largo beso del amor y de las promesas nos desencontramos.
Salí de la alcoba magnífica y codiciada desde siempre por los hombres más osados y ambiciosos en los placeres carnales, y al dar unos cuantos pasos sin saber a dónde dirigirme en tan inmensa, rica, enrevesada y fascinante mansión de muchos niveles, de un pronto a otro sin siquiera haber sentido sus pasos, Él caminaba junto a mí como el día anterior, al punto que creí nunca había sucedido esa increíble noche de amor y solo habíamos estado deambulando por tan extraño y delirante castillo de múltiples e infinitos tesoros, de los que mi anfitrión provee allá en el planeta para que sea mundo humano. Al hacer amago, según yo, de la definitiva despedida, mi apolíneo guía echó abajo mis intenciones dando el tiro de gracia con su consumada retórica imposible de resistencia alguna:

-Precioso poeta de poetas de esa Tierra azul en que reinarás y serás respetado por tu arte, solo falta hacerte un último regalo, con el cual sé, te sentirás muy a gusto por el resto de tu larga y excitante vida… -manifestó muy convincente pero dejando que la curiosidad me quemara por dentro…

II

Emocionado, echando por tierra el regreso a mi hogar y amada Náralit a fin de presentármele cuanto antes a algunas damas que se me han resistido siempre, proseguimos nuestro periplo. En un punto nos detuvimos y mi devoto amigo empujó otra gran puerta que mi olfato campesino advirtió de caro cocobolo y cuyos bordes estaban cubiertos de láminas de grueso oro cegador, tal sus preciosos quilates. Era su cava o cueva de los vinos, mas ésta guardaba marcada diferencia con las que hubiese visto en España, cuando de joven fui de viaje al país de mis progenitores, y ahí, en Tomelloso, padre me mostró, para mi perdición, los grandes recintos del delicado vino ibérico…

La bodega vinícola del Diablo es un recinto obviamente fresco y desconcertantemente pequeño cuyas paredes son de oscuridad y su suelo de adoquines negros. Estas enigmáticas paredes, aunque claustrofóbicas, parecían inexistentes por lo que asumí eran sin término, lo mismo que el techo que estaba en el más allá, en el mismo infinito del delirio. Él iluminaba la enigmática habitación perfectamente con sus ojos chispeantes de rey y Señor de la Oscuridad, y tornaron en dos bellos luceros que hacían posible ver hasta los detalles más pequeños de ese lagar. Oh, las extraordinarias y diáfanas seis ánforas blancas de donde se diluye el vino que los hombres saben excelso al paladar! Las ricas vasijas tenían el tamaño de un hombre de estatura promedio, solo que al asomarme por el estrecho boquete de una de ellas, descubrí, estupefacto, la ausencia de un fondo apreciable. Así estas mágicas piezas inagotables: yacía postrado ante las genuinas y mismísimas fuentes de Baco! Y por un largo rato estuve ahí cual niño o Narciso que ve por primera vez su sorprendido y bello rostro reflejado en un manso lago.
A un sonoro chasquido de sus dedos, mi connotado amigo hizo aparecer una cautivadora y atrayente copa que refulgía como el diamante más diáfano y brillante, y puso las cartas sobre la mesa haciéndome otra de sus escalonadas e irresistibles ofertas:

-Bebe de ella, pero debes también renunciar a los polvos mágicos enamorantes que Mujer te ha dado, -me aclaró amablemente.

Percatándome de que este periplo estelar sería un ir dejando cosas y tomando otras, al colmo de haber renunciado al elixir de la eterna juventud y panacea contra todos los males por el placer de estar con la Mujer -cavilé-, pues no debía siquiera pensarlo dos veces: deseaba el vino supremo, lo deseaba en el pequeño y vibrante pozo de mi ansiosa boca y sentirlo deslizarse como apacible quebrada por esta reseca garganta que bien merecido lo tiene; llevarlo lentamente a la sangre y alegrar esta pobre y árida alma de hombre!
El primer sorbo encendió mis mejillas y estos ojos se aclararon como dos luceros. Bebí lentamente la primera copa y mi cuerpo y mente relajadas fueron unidad con el Universo, felices en grado sumo; la euforia y locuacidad copa tras copa irrefrenable y ya sin siquiera paladear su majestuoso contenido, dio paso a mi alter ego, el ser temido en mi Náralit del que todos huyen cuando me ven venir hacia el centro donde se concentran las mejores tabernas. Y como era de esperar se produjo la debacle: Él y su séquito de seres exuberantes, espantados, hicieron lo acostumbrado cuando pierdo toda compostura de caballero en los bebederos de la Tierra: echarme a patadas del Infierno a fin de librarse de tan súbito y ridículo monstruo.
Al rato, sin saber cómo, yacía en el bar Tilawa, beodo sobre la barra relatando a los catoliquísimos coterráneos ahí presentes mi viaje al extraordinario inframundo. Mas al poco rato todos estos energúmenos dibujaban crucifijos en el aire y proferían contra mí palabras de su escasa dicción asimilada por puro miedo en la iglesia, precisamente frente a esa taberna: “Fuera de nuestro Náralit, mentiroso poeta, ateo maldito, hijo de Satanás, hereje, blasfemo, “Pizuicas” aborto del Infierno…”, gritaban a coro, todos muy uniformes en su son, como si ya hubieran practicado el numerito para tales contingencias espirituales.
Pero ante mi sereno ser que nada malo había hecho, excepto darle rienda suelta a esta sempiterna curiosidad de vate pueblerino deseando siempre ver algo de mundo y de otros mundos, y percatándose ellos de mi seguridad y fortaleza, pusieron pies en polvorosa creyéndome así el mismísimo Lucifer. Solo el fornido cantinero quedó apachurrado cual febril gallina en un rincón del bar, con sus brazos temblorosos y en guardia como vapuleado boxeador que sabe que recibirá el nocaut de un momento a otro. Mientras esto sucedía hacía lo propio lanzándome por la barra del bar a fin de hacerme de otra botella de buen vino, riéndome a más no poder al constatar que el mundo, más que de valientes, es el reino de los cobardes, tullidos espirituales que no ven más allá de sus propias narices.

Epílogo

Desde los veinte años renuncié a ventajosas cosas por el poder del Vino Supremo, único obsequio que pude retener en mi viaje por el Infierno estelar. Nunca tuve la voluntad de decidirme por mi propio bien pues el placer momentáneo pudo más que el deseo de construir una vida buena y confortable. Mi desmesurada afición etílica impidió que me quedara con mi amada y bella novia Octavia; y a punto de obtener el título de reportero con honores preferí irme de parranda y hasta la fecha, un cuarto de siglo después, el ciertamente prescindible título en ese maldito oficio mentiroso del periodismo se me resiste; desprecié un puesto de jefe en el extinto El Heraldo, pues subir de escalón laboralmente exigía más horas de esfuerzo, mismas que dedicaba a beber en las tabernas populares de San José de Costa Rica; a causa de mi existencia licenciosa hice quebrar el negocio de ultramarinos de mi severo y frío padre, y tantas cosas que voy perdiendo por seguir a pie juntillas los mandamientos de Baco. Amén de los altercados, pendencias, enfermedades y accidentes sufridos en más de dos décadas que hoy, por tanto dolor, parecen mil años de constantes suplicios.
Lucifer, que no es más que el mal enquistado en lo humano, no engaña a nadie: solo nos pone los placeres servidos en bandeja de plata, los da y luego no los arrebata apelando a nuestras malas decisiones.
El karma funciona estupendamente bien: tengo lo que coseché: no viviré eternamente, padeceré pronto de terribles males que harán angustiosos mis días por haberle dado gusto a este cuerpo mío, más parecido a un niño malcriado que sigue exigiendo caramelos a sus desarmados padres alcahuetas; toda mujer junto a mí también padecerá de celos bien fundados por esta afición incondicional y sin medida por los buenos caldos, y al fin huirán espantadas de este poeta maldito sin un ápice de romanticismo, amor y ternura, lo que todas esperan de un hombre medianamente sensible. Y cada vez que el cantinero o camarero me sirva una copa o vaso de vino, la alquimia infernal de Baco trasmutará en mi sangre su contenido en Vino Supremo y, pobre, perdido de mí, seguiré en la alta madrugada deambulando y dibujando zigzags por las calles de Náralit, murmurando incoherencias o haciendo mis conocidas poses de samurái hasta el mismísimo día de mi muerte.

*****
© "Con el Diablo no se hacen tratos". "Náralit", junio de 2011.

“Con el diablo no se hacen tratos”, del libro inédito de relatos y cuentos “Poniéndole los cuernos a la Poesía”, Náralit, 6/6/2011. Bajo este título se han publicado aquí  mis relatos “La fuga cuántica” y “Un mal día”. Paralelo en su temática a este cuento autobiográfico que les he presentado los invito a leer el poema, también de corte autobiográfico “Luz de estrella”, publicado aquí hace unas cuantas semanas y dedicado al gran poeta amigo Humberto Garza Cañamar. 
Enlace: http://poetafrankruffino.blogspot.com/2011/10/luz-de-estrella.html#comment-form


Frank Ruffino.

22 comentarios:

Elizabeth dijo...

Delicioso y chispeante el vino que hoy nos sirves. Brindo por tu inmortalidad y todos los regalos que obtenemos de tu copa. Salud Poeta!

FRANK RUFFINO dijo...

d

FRANK RUFFINO dijo...

Gracias y bienvenida a esta, tu casa, estimada Elizabeth.

Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,

Frank Ruffino.

Roncahuita dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Roncahuita dijo...

Gracias por tu visita y tus comentarios. He disfrutado del cuento.Fue como acompañarte en ese viaje....

Gracias amigo Frank.
Roberto S y compañeros(as)

TORO SALVAJE dijo...

Mejor adorar al vino que al aburrimiento gris y de plástico que nos tiene esclavizados.

Excelente otra vez Frank.
Más que excelente... MAGISTRAL.

Una exhibición portentosa de tu talento infinito.

Aplausos.

Verónica Calvo dijo...

Quien todo lo tuvo y todo lo perdió, ganó todo pues aprendió a valorar todo aquello que no es material y que es grande: la verdadera amistad, las estrellas, los mares, los campos, las sonrisas, la generosidad...
Y supo trascender, en su bajada al infierno, la mala onda y esas cosas.
Luego, cada uno toma su camino con sus decisiones.
Te deseo buenos pases de samurai.

Besos

FRANK RUFFINO dijo...

Roberto Sánchez y su grupo patriótico de Generación Rebelde:

Agradezco tu visita por estos lares de palabras. Gracias a todos tus amigos y amigas de la Patria por ponerle atención a este sitio que no es precisamente para denunciar a políticos neoliberales corruptos y crímenes contra el medioambiente.

Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,

Frank Ruffino.

FRANK RUFFINO dijo...

Poeta Toro Salvaje:

Gracias amigo por prestarle atención a este cuento y por tus palabras de aliento!

Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,

Frank Ruffino.

FRANK RUFFINO dijo...

Poetisa amiga Ananda Nilayán (Verónica):

Jolines: qué bien defines las cosas. Te sacas un un 10 en comprensión de lectura. Gracias por leer este cuento.

Jajajaja! También gracias: trataré de afilar mi katana!

Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,

Frank Ruffino.

Elizabeth dijo...

Gracias por tus huellas y calidez. Seguiremos lyendonos.

Jessika dijo...

Hola Frank, por encargo de William te dejo este mensaje que me envió a mi correo, porque dice que "gracias" a vos tiene la bilis a reventar, y va tomar cama el día de hoy.

MENSAJE:
He decidido renunciar a una parte de mi trabajo profesional para enero del 2012 en adelante, lo que me permitirá visitar con más constancia los blogs amigos y conocer nuevos, o sea, reanudar lazos. Ojalá que el augurio de los mayas de que el mundo se termina en el 2012 no eche a perder mi decisión. Por ahora, ahí dejo en mi blog, La huella del ojo, mis sentimientos por la muerte de ese gran futbolista brasileño que fue Sócrates y sus planteamientos de vida. Un abrazo bien bloguero, wílliam

http://lahuelladelojo.blogspot.com/

Jessika dijo...

Estimado poeta

He leido la primera parte de este relato que dices autobiográfico, y he quedado asombrada por su contenido, así por tu estilo narrativo.

Los placeres de la "carne" son deliciosos pero tienen su precio, ahora regreso a terminar de leer y enterarme como recuperaste tu alma: porque la recuperaste!

FRANK RUFFINO dijo...

Gracias Elizabeth, lo mismo digo de ti.

Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,

Frank Ruffino.

Jessika dijo...

Estimadisimo Frank

No se vale, ¿no que cambiaste los polvos mágicos por baco?

¡Le estás jugando sucio al diablo! jajajaja

¿Poniéndole los cuernos al pisuicas?

Ya entrando en el relato, lo has narrado como se narran esas apariciones asombrosas, o un sueño; sin embargo has aclarado es autobiográfico: tu vida, vestida y desvestida por tus elecciones, erróneas o no, fueron elecciones.

No siempre lo que nos pasa es karma, no lo puedes predecir.

Lo que no es predecible es elección, a diferencia de la sinceridad: esta es el gusto por la verdad.

Elije que ser hoy, para no ser ayer.

Y si un día llega a tu puerta una persona con un portafolio, y sin saber que hay dentro te pide algo insignificante, o lo menos preciado a cambio de el: Tómalo.

FRANK RUFFINO dijo...

Estimadísima Jessi:

No comprendo por qué gracias a mí William tiene la bilis a reventar...

Uno suele vender el alma al Diablo, pero ese ser es parte de nosotros, lo turbio de nosotros como seres humanos. Eso sí, prefiero la parte diáfana de mi alma, por ello soy así de claro con todos, por ello hago este ejercicio de sincerarme conmigo mismo y con todos: en esta "cultura del guaro" la mayoría dicen ser "tomadores sociales", cuando veo muchos conducen su vehículo completamente ebrios y las cantinas pasan llenas de borrachos al volante. No he llegado a ese grado de irresponsabilidad porque manejar borracho es como que me vaya al bar con mi escopeta o revólver!

Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,

Frank Ruffino.

Mauro "Flamehowl" dijo...

Frank, me agradó el cuento, en su fluir sentí las veces que leí Paraíso Perdido, y recordé los viajes de Dante.

Muy bueno el cuento, me encantó.

Lo invito a visitar mi blog y leer un fragmento de mi cuento "La vieja casa" parte del cuentario "Los Hijos del mal" en el cual estoy trabajando, un texto de temática algo diferente a su cuento y aun con detalles por pulir.

http://clandelsilencio.blogspot.com/2011/11/la-vieja-casa-fragmento.html

Saludos.

FRANK RUFFINO dijo...

Sí, amigo escritor Mauro. Mañana iré por tu sitio a leer -no tengo ahorita internet en casa-. Gracias por leer.

Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,

Frank Ruffino.

Marialuisa Giovannini dijo...

Triste , querido Frank , mas já lo habia comprendido .
un abrazo forte

Daniel Quirós dijo...

Frank, poeta magnánime, amigo, y hermano por conocer,

Cualquier señalamiento que yo pueda expresar sobre el impacto que ha causado en mí este cuento es poca cosa. Todo, indiferentemente que pretenda ser ecuánime con vos y con estas letras, quedaría sumamente corto.

Esta vez te pasaste. Y lo digo humildemente, quitándome el sombrero y otorgándole al Cesar lo que le pertenece. Yo me mantengo siempre insistente de que no soy un escritor. A lo más que llego es a poeta eventual, de esos a los que les entran arranques de creatividad de manera poco consistente y descontinuada. Leer este cuento, con su riquísimo uso del lenguaje, del estilo, con sus picardías indudablemente ingeniosas y su propuesta osada, cínica, me hace sentirme pequeñito.

Cuando yo leo algo que me abofetea la cara, solo puedo decir: ¡jueputa!
La verdad, terminé de leer esta entrada y no me cabian en la mente los jueputas que bastarían para expresar mi impresión. Realmente quedé asombrado. No, eso no lo define efectivamente. Estoy pasmado: Ya comprendo, sin ápice de duda, porque sos un escritor que despierta tantas pasiones y adhesiones entre vulgo y autoridades. Al chile, güevon, cuando yo llegue a escribir algo tan elocuente, mordaz sin ser cliché, fatídico, y satánico (en la mejor de las connotaciones, la que tiene que ver con la vitalidad), ahí de seguro caigo fulminado por un exceso de lucidez.

Al final, vos aceptás y le adjudicas cierta responsabilidad de tu fecunda claridad y locuacidad coherente y casi mística al vino. Bendito sea pues el vino, querido Frank. Algunos nacieron para ir quemándose poco a poco y brillar de manera intermitente en el proceso. Aunque eso suene insoportablemente doloroso e...infernal.

De mi parte, puedo decirte que tu suplicio, vaivenes, desventuras, altibajos, vicisitudes y demás compañeros de viaje, sean o no de mi conocimiento o incumbencia, te hacen lucir resplandeciente, es decir, te confieren un carácter de chispa cuya magnitud lumínica no se pierde. No espero que tu vida sea una cama de espinas, y eso quiero dejarlo en claro. No creo que produzcas más y mejor si comés mierda. Pero creo que las vidas son como son. Por las decisiones, por el contexto...por factores múltiples que no siempre pertenecen a nuestra cuota de poder, en el sentido de que no necesariamente conocemos las posibilidades y efectos de lo que hacemos, a futuro. Por más descabellados y autodestructivas que sean las actitudes y comportamientos. En todo caso, el viaje por ese Sheol personal, nos forma a todo y formó, quizás de manera bastante drástica, a ese escritor de huracanes y ventiscas que sos ahora.

Nada. Quiero decirte que estoy a tus ordenes. Si es por buscar alguna editorial de tu agrado que publique tu libro inédito de narraciones, pues que me constituya yo un baluarte tuyo en estas regiones septentrionales. De mi parte todo el agrado y convicción de ser tu representante en estas tierras, sin ánimo de obtener nada de nada. Solo el ser consecuente con un amigo y con alguien a quien le admiro su talento. Preciso tu correo en gmail. Hay otras cosas que deseo comentarte y no creo que el lugar más óptimo o efectivo sea una cadena de comentarios colectivos.

Te escribí un comentario en el otro cuento, "Un Mal Día", espero llegués a leerlo. Además respondí a todos tus sinceros y amables opiniones en mi blog. Disculpa que estuviera tan inactivo y en "stand by" durante estas semanas. Tenía una gran cantidad de situaciones que ameritaban mi atención y no logré concentrarme en la dinámica de la red. Aquí la vida me cambia, como cambian de un momento a otro los mares tropicales. Solo que te trópicos, ni hablar! jajaja, re lejos estoy.

Un gran abrazo, de un mesoamericano amigo en otras latitudes,

Daniel.

FRANK RUFFINO dijo...

Estimadísimo Poeta Daniel amigo:

Muy energizado me he sentido con este largo y sincero comentario tuyo, que es más un artículo, crítica literaria con final feliz –jajaja!-. Sí deploro hasta ahora lo haya leído, y te lo explicaré enviándote un correo (prensa.lacordillera@gmail.com) que remití el pasado miércoles a varios cientos de conocidos y algunos amigos. De ahí mi demora y la desazón que me embarga en estos días.
Pero sobre tu opinión de este cuento titulado “Con el Diablo no se hacen tratos” me obligó a una relectura de mi propio escrito, pues no soy cuentista ni nada que se le parezca, pues ahora amigo, infundiéndome tú esa carga de “combustible” positiva que nos falta a los humanos o colectividades para hacer las cosas bien, o, por lo menos intentarlas, ahora sí: tomaré más en serio este género que ha nacido en mí cuando me sale mal un poema que es pura prosa, así lo extiendo en sus primeros versos y me pongo a narrar humildemente, sin ninguna pretensión literaria más que comunicar algo de esta existencia. Ese cuento es, en esencia, gran parte de mi vida, esto para que muchos se espeluznen: los ateos sabemos que el único Creador del Mal o Creador del Bien es el propio hombre: de los tantos miles de millones de especies que existen en este planeta, solo una exhibe esta característica de nuestro cerebro exclusivamente pensante. Dios o Lucifer, solo existen en nuestra imaginación, son inventos malogrados que describen perfectamente al homo sapiens.
Tal vez, en este año por venir o estos por venir, pueda acumular unos ocho cuentos de esta extensión y calidad –que ahora sé la tiene- y enviártelos a ver cómo nos trata este duro mercado de la publicación de libros en las editoriales.

Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,

Frank Ruffino.

Rembrandt dijo...

Mi Estimado Frank,
respondiendo a tu invitación de días atrás he leído los cuentos, me encanta tu prosa, no sé si más que tus antipoemas o al mismo nivel.
Aquí prevalece mi gusto personal, quizás sea eso.
La riqueza descriptiva de la prosa me produce una extraña seducción, lo que hace la diferencia y por ende mi inclinación por este género y vos amigo mío nos has regalado de las mejores.

Chavela Vargas dijo una vez “ Yo tomaba tequila, todo me lo tomé, por eso no quedó nada allá" y más adelante …
"Salí de los infiernos, pero lo hice cantando".
Quizás tu destino , Frank, sea “salir escribiendo” (si es que algún día lo deseas ... es que no te conozco demasiado)

Irene .... Haití, no pude dejar de asociarlo, mucha tristeza.

Besos y sin que me asista derecho alguno lo insto a seguir escribiendo/publicando cuentos.

REM (agradecida)

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