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sábado, 18 de enero de 2025

© Pesca de centollas (Cuento de Frank Ruffino)

 



                 Para Alberto Sierra Agras y María 


Con pasmosa indiferencia que asombró al propio matarife, el anciano Juan Antonio, quien fuera pescador como todos sus ancestros, recibió su «sentencia de muerte». Al menos pronto se libraría del dolor salvaje y crónico que lo tenía casi postrado en los últimos meses. 

Ese galeno del puerto de Zihuatanejo resultaba para todos un cuervo de mal agüero por no guardarse las malas noticias, así tenía fama de infalible.

—Ya que insiste, manito, si acaso un mes..., por lo que tendrá usted el debido tiempo para despedirse —dijo, y exhibía una mueca de falsa empatía. 

Extrajo de la bolsa del batón blanco ese membrete con la imagen de una tumba con tres calaveras, la cruz de cal, el pan de muerto y semillas, postalita por la que tenía fama de aterrorizar a pacientes e inminentes deudos. 

El enfermo terminal tomó la cartulina y leyó: 

Funeraria El último vuelo (Chilpancingo) 

—Gracias señor médico, pero ya contacté a «Jardines celestiales», de Industrias Goldberg Ltda. en esa misma ciudad del Estado. 

Entonces, por la tarde compró vía Internet en «Jardines celestiales», un hermoso y exclusivo ataúd tapizado de lustroso terciopelo azul, cuyo slogan rezaba, «El Reino de Dios es para los valientes». 


Al siguiente día la macarrónica limusina negra aparcó frente a su casa. El curtido marino abrió un cachito de cortina de la habitación que daba al jardín posterior y vio venir con la caja para muertos a Claudio y Ernesto, dos fornidos empleados chilpancingueños de Industrias Goldberg Ltda. 

Se trataba de un sarcófago personalizado al gusto del comprador, impreso en 3D y en forma de pequeño bote con velamen verde, blanco y rojo, colores alusivos a la Bandera Nacional, en su centro, el águila posada en un nopal aprisionaba a la serpiente. Energizado por el amor propio que debe mostrarse ante la arrolladora y bella juventud del prójimo, a como pudo les ganó la puerta en el mismo momento en que Ernesto, el más fuerte, realizaba malabares a fin de pulsar el timbre sin tener que colocar la costosa y delicada mercancía sobre el césped. 

—Ah, gracias capitán, pensábamos que... —dijo Claudio. 

—Aún no estoy muerto jóvenes, pero por aquí, por aquí —indicó y condujo a la habitación más amplia de la casa y ordenó acomodar el artículo sobre la gran cama matrimonial hacía tiempo en desuso desde que enviudó. 

—¡Dios, aquí caben tres de éstos! —Exclamó Ernesto, luego de presentarse ante el cliente enfermo. 

—Aquellos tiempos fogosos y felices con María Angélica, mi difunta esposa —dijo y suspiró, mostraba una picardía inédita, revelación insólita que dejó a los mozalbetes de una pieza sin saber cómo responder a ese comentario tan inusual para un moribundo.

Ahí estaban los tres, en perfecto silencio. Luego Ernesto rompió el súbito congelamiento que acababa de arrasar a aquella alcoba en donde, por las circunstancias, debía reinar un pertinente ambiente lúgubre: 

—Imagino tuvieron hijos... 

—Tres, dos mujeres y un hombre. Estelita y Rosita estudiaron y casaron en Colombia, Carlitos, siguiendo los pasos de este padre, es dueño y capitán de su propio barco pesquero de centollas y vive con su mujer gringa e hijos en Alaska. 

—¿Centellas? —Preguntó Claudio. 

—Centollas, joven, un cangrejo de gran tamaño que obtienen en el mar de Bering. 

—Ah ya. 

Con poca delicadeza y tacto, Ernesto, que llevaba la voz cantante, extendió contra la proa simulada del cajón los papeles de entrega donde el adulto de setenta y dos años firmó la compra del féretro. Tomó las instrucciones del costoso «ataúd inteligente» y a viva voz las leyó para que también al viejo hombre de mar le quedaran bien claros los términos. 

Sin mucha objeción, el cliente firmó el documento que libraba de cualquier responsabilidad a Industrias Goldberg Ltda. que únicamente culpaba a él mismo por su deceso y libre albedrío comercial, al decantarse por esa nueva modalidad de «autoenterramiento solitario».

El ataúd consistía en un recipiente al vacío para personas solas, temerosas de morir súbitamente y descomponerse sin el conocimiento oportuno del mundo, dispositivo mortuorio más del gusto de aquellos seres apartados, por lo general sin familiares cercanos, amigos, o bien del todo solos. 

En adelante, don Juan Antonio debía dormir dentro de esa especie de caja abierta que parecía estar a punto de zarpar hacia mar abierto, con sus velas henchidas por efecto de dos molinillos que simulaban la suave brisa que suele acompañar a los navegantes en la calma de alta mar. A fin de hacer más exacta la simulación al ambiente que por más de sesenta años había vivido este antiguo marinero, de no se sabía dónde, salían chorros de gas con el inconfundible aroma del océano, mezcla de peces, moluscos, sal y húmedas algas. Unos resortes movían el aparato y recreaban el pertinente vaivén sobre el cuerpo de agua que baila con las embarcaciones. 

El manual explicaba que, si Diosito se lo llevaba durante la noche, una aplicación se encargaría del cuerpo inerte y autosellaba la cámara, sin dejar un átomo de oxígeno que contribuyera a la proliferación rápida de bacterias y subsecuentes etapas de la degradación del cuerpo. O si el cliente sentía la inminencia de su último hálito en este valle de lágrimas, pues corría a esa postrer morada a embutirse en la especie de sarcófago embalsamador y el sistema hacía el resto, hasta de remitir por correo electrónico el parte de defunción a las autoridades y a quien recomendara el difunto, e incluso el envío del obituario al diario de preferencia. 

Como suceso espectacular, por esos días un anuncio de esa agencia subsidiaria de Industrias Goldberg Ltda., destacaba lo útil de su novedoso artículo, al mostrar el caso de una clienta de ochenta años de Acapulco de Juárez. Cuando sus hijos quisieron saber de su madre, desde hacía mucho el asunto estaba perfectamente resuelto, y sólo les tocó llevar a la momia al cementerio. 


Tal como indicaran las instrucciones del manual, por la noche se acomodó en su nueva «cama». Uno de los tantos sensores del bote-ataúd entró en alerta al instante y le prodigó de viejas tonadas marineras y rancheras de Vicente Fernández que tanto amaba; y un largo y fino brazo robótico le acercó una rebosante copa tequilera con cálida voz que decía: «¡Salud capitán!».

Pero pasó invicto y al alba el despertador le habló suavemente al oído: «Un día más entre tus seres queridos, ama, vive, no dejes para después esos anhelados retos extremos porque podría ser muy tarde campeón». 

Esa mañana decidió no poner en riesgo su amable inversión de autoenterramiento, y pasar más tiempo en su barca mortuoria. Y fue durante una de estas largas estancias diurnas en que practicaba a morirse, cuando el condenado experimentó un éxtasis que, literalmente, lo cambiaría todo en su lúgubre existencia de paciente terminal. Soñó, el féretro se transformaba en un genuino bote de pequeño velamen que navegaba por el mar de Galilea, mientras era escoltado por la Virgen de Guadalupe. Sin anunciarse, se desató un vendaval, y tras nubes grises y magnetizadas, un platillo volador con forma de habano vino a su encuentro. Del centro de aquel cilindro luminoso se hizo una abertura y Él levitó sobre las revueltas aguas hasta posarse en la diminuta nave. Entonces hubo calma. 

Sin esperar a que el Maestro de Nazaret tomara asiento en el único travesaño horizontal que por la mitad partía a la embarcación, el navegante enfermo se pronunció sobrecogido por la sorpresa: 

—¡Sabía toda esa trama bíblica es obra de extraterrestres, nubes incandescentes ni que ocho cuartos, pinches angelitos!, pero mire, mi Señor, ya no tengo vocación para siquiera pescar una sardina, menos a doce rudos argonautas indisciplinados. 

—No, mi capitán, no he venido a repetir la historia, ya nuestro Francisquito lo hace de película. Devuelve esta barquita a su «astillero» y regrese sanado a casa.

Apenas terminaba de escuchar este mandato, cuando el despertador hizo que el capitán se incorporara en su embarcación falsa a la velocidad del rayo. Trémulo, tomó conciencia fue sólo un lindo y raro sueño, pero al salirse de la caja de inmediato notó la ausencia de dolor. Frente al espejo de la cómoda, leyó en su famélico rostro vestigios de una antigua vitalidad de marinero en él. Caminó hasta el amplio patio seguido de «gato», simplemente «gato», obsequio de una conocida, y al que, por su estado final y falta de energía e ilusión en todo, no había bautizado. 

—Ven, Piporro, ven —le llamó por primera vez. Luego echó a correr hasta playa la Ropa, no muy lejana a su residencia. Piporro le seguía al galope y, bajo un marañón, don Juan Antonio practicó un salto olímpico y arrancó de un zarpazo una fruta a dos metros treinta de altura—. Nada mal, nada mal para un viejo lobo de mar desahuciado por todos, Piporro —rato después, impuso sus manos contra las paredes de la iglesia de la Parroquia de Santa María de Guadalupe y elevó al cielo una plegaria.

Retornaron a casa con un trote vertiginoso. Abrió una lata de atún formulada para gato. A mucho de no probar alimento, experimentó un hambre inusitada que sació al echar mano a restos de varios tacos, acompañados con agua de horchata. 

Mientras desayunaba, por fin terminó de convencerse el sueño le revelaba un milagro legítimo. A su manera de entender, el alienígena o maestro ascendido le había curado y salvado de la muerte, y tan seguro estaba del hecho, que no vio la necesidad de visitar a ese matasanos enterrador, ni informar al nosocomio de la remisión espontánea del cáncer terminal. 

Entonces telefoneó a «Jardines celestiales» de Industrias Goldberg Ltda. 

—Aló bueno... 

—Diga señor. 

—Juan Antonio Solís le habla, de Zihuatanejo... El otro día adquirí un ataúd inteligente 3D en forma de bote y con el servicio completo. La jugada cambió, ya no voy a zarpar hacia el más allá... 

—¿Cómo?... 

—Necesito reciban este aparatito y reintegren los sesenta mil pesillos que pagué por él... 

—Bueno, qué gran problema, no se devuelve dinero por un artículo usado, pero hablaré con el dueño y le resuelvo...

Al rato el celular del anciano timbró. 

—Capitán, don Samuel mandará por el barquito ese. No hay devolución del monto, pero puede adquirir otra cosa del mismo valor en cualquier departamento de la corporación comercial Industrias Goldberg Ltda. Llegaremos en poco menos de cinco horas. 

—Bien, ya pueden venir por este remedo de bote.

Transcurrido ese plazo, de nuevo aparcó frente a su casa la hórrida limusina con Claudio y Ernesto. No hubo necesidad de pulsar el timbre. 

—Pasen, mis macabros «grumetes» hercúleos. 

—Don Juan Antonio, esta es la primera vez que algo así sucede en Industrias Goldberg Ltda. El jefe se molestó sabe; luego, porque tendrá algo más de su edad, quedó pensativo tras el mostrador y comenzó a reír como un loco genuino, dijo, había creído ver casi todo, menos la devolución de un ataúd —expresó sonriente Claudio. 

—Bueno, en esta vida sólo los ríos no se devuelven —apuntó convencido el hombre—. ¿Puedo acompañarlos para realizar el cambio? 

—Pues será... —dijo de mala gana Ernesto. 

—Mi capitán, esas centellas que pesca su hijo allá en el frío mar de Alaska..., dígame, ¿es buen negocio? —Preguntó Claudio. 

—¡Por nuestro Papa Chuy, centollas hijo, cen-to-llas! —deletreó el exmarino—. Carlitos obtiene cuatrocientos mil dólares y únicamente trabaja cuatro meses, la temporada de pesca de cangrejos gigantes, y cada uno de sus pescadores cuarenta mil dólares. 

—¡Cielos, gano en este trabajo de asistente funerario una fracción de eso! Esto no es vida mi señor —respondió afligido como si estuviera a punto de irse de este mundo. 

—¡Me lo dice usted a mí! —Dijo el capitán, y señaló atrás al gran féretro con forma de bote—: Pescar cen-to-llas o ser asistente funerario en nuestro amado México… ¿qué elige? 

—¡Las centellas! 

—¡Cen-to-llas Claudito! —Repitió, al tanto rebuscaba en su morral color azul, donde aparecía un barco pesquero faenador con sus marinos que luchaban por acomodar en cubierta, una sobre otras, grandes jaulas colmadas de centollas—. Tome, esta es la tarjeta de mi hijo; hoy mismo le escribo. Quién sabe..., tal vez para la próxima temporada de capturas pueda estar enganchado en su barco y gane buen dinerito. Llámelo en dos o tres días. 



Pie de imagen: Izq.: 2017, con 48 kilos por retorno de linfoma de no Hodgkin, provocado por una 'dama' en 2002. Ya desahuciado, no me aplicaban quimioterapia ni radioterapia. En ese año (2017), internado en el México, el sueño del cuento me sucedió y lo incluí en esta historia. Esa madrugada desperté y casi troté por el pasillo del piso 6. Algunos pacientes y enfermeros de guardia pensaron había perdido la cordura. Como mejoré sustancialmente, vino el tratamiento. Der.: enero 2025. 92 kilos. Mi madre canaria murió en 2018 de 93 años. Estaba restablecido. En ese proceso mi alma o cerebro se reconfiguró y comencé a escribir cuentos, yo, que era poeta desde los siete años.

El muchacho no paró de leer la ficha y soñar con la mirada perdida hacia el horizonte oceánico del norte, mientras Ernesto al volante le observaba de reojo e imprimía una sonrisa burlesca y marcadamente envidiosa. 

—Gracias mi capitán por no dejarse morir —le dijo en un susurro el ilusionado empleado, y subió el volumen de su voz con esta propuesta—: Puede escoger el artículo de reposición y nos regresamos en otro tipo de vehículo. 

En el gran estacionamiento de Industrias Goldberg Ltda., el excapitán de navío, casi resucitado, marchó a paso vivo hacia las amplísimas instalaciones de implementos deportivos. 

No hubo necesidad de retornar a su hogar en un transporte de la compañía: sobre una flamante y costosa bicicleta de ciento veinte mil pesos, el viejo marino partió raudo, al tanto, asombrados, varios colaboradores de Industrias Goldberg Ltda. con Claudio a la cabeza aplaudían y no daban crédito a aquella visión. 

Antes de enrumbarse a su lejano hogar, distante a trescientos treinta y un kilómetros, don Juan Antonio dio un largo paseo por una de las modernas ciclovías de la ciudad de Chilpancingo. 

Por su gusto había pagado el doble de precio que tenía el ataúd con forma de bote. 

«¡Más vale un marino vivo que el Chapo preso, gracias mi Jesús de las centellas, digo, es-tre-llas!», gritó al cosmos el septuagenario zihuatanejense, riendo a todo pulmón, al tanto pedaleaba con frenesí rumbo a su querido puerto del Pacífico mexicano. 

FIN 

© 'Pesca de centollas' (también lo títulé 'Capitán en tierra' para un certamen literario con temática marina) es un cuento inédito que escribí en 2020, quizá meses antes. Lo había publicado por aquí en 2021 con el título "Un segundo aire", y en pocas semanas alcanzó cerca de mil lecturas (lo dejé de publicar porque me sorprendió la buena recepción, según yo para no "quemarlo", pero nunca lo destiné en mis tres libros de cuentos, quizá, error, porque calculo sólo aquí, ya habría llegado a por lo menos 10000 vistas o más. Este relato me enseñó que, algunas veces, un cuento se salva por el mensaje, más que por la mecánica literaria en sí misma), por lo que a muchos les parecerá familiar, aunque, en su primera versión, la protagonista era una viuda española de 72 años, aficionada al ciclismo, y para nada marinera, sino ama de casa con enfermedad terminal y "abandonada" por su familia y sociedad, sólo por ser adulta mayor. Ahora, queda en esta versión definitiva y con esa dedicatoria a mi amigo Alberto Sierra Agras -y su esposa María-, antropólogo y escritor español radicado en México.


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AÚN OBRAS DISPONIBLES 

Recordar a mis bendecidos lectores de Costa Rica, ya quedan pocos ejemplares de mi novela 'Tristes memorias de un Tiranosaurio rex' y de mi poemario 'Ángel de lengua azul', obras publicadas a finales del 2024. 

Pueden adquirir estos libros directamente con este servidor al Sinpe WhatsApp: 85-28-84-87 (verificar sea mi perfil real y ese único número, a nombre de Francisco de Asís García Rufino), 8 mil, incluye envío. Junto con mi también reciente poemario 'Ángel de lengua azul', 12 mil  totales. 

PARA EL DÍA DEL AMOR Y AMISTAD 

Para el próximo Día de los Enamorados y de la Amistad, obsequie a su pareja o amigo 'Ángel de lengua azul' (7 mil, incluye envío), un poemario cuya esencia es el proceso de creación literaria y artística y que habla del Amor. Obra muy celebrada por los lectores y bien reseñada en Costa Rica. Una de las críticas literarias: 

EL MAGO PERDIDO DE LOS SUEÑOS 

Por Guillermo Fernández: 

https://culturacr.net/poemario-angel-de-lengua-azul-resena/ 

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Revista latinoamericana "El pez soluble" publica cuento de Frank Ruffino

'HISTORIA DE DOS GALLINAZOS'

https://revistaelpezsoluble.com/literatura/narrativa/cuento/2024/historia-de-dos-gallinazos

Mi cuento inédito que más lecturas tuvo tras publicarlo en este blog literario durante 2024:

ESA RARA FELICIDAD DE NO VOLVER 

 https://cuentosdefrankruffino.blogspot.com/2024/08/esa-rara-felicidad-de-no-volver-cuento.html

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De la canadiense Celine Dion (1968), hoy les comparto "I'm Alive", tema de 2002: 

https://youtu.be/NJsa6-y4sDs?si=SgIXwH_D3xykRVgF




jueves, 16 de enero de 2025

© Yo sólo quería un poco de pollo, señor juez (Cuento inédito de Frank Ruffino)

Imagen con fines ilustrativos. Escena de película. 


Diez mil kilos de bazofia biológica se habían encontrado en la bodega de un chino, provenientes de animalitos que habían sido criaturas de compañía y no tanto, como asquerosas ratas. 

Así, tan espectacular y detestable acontecimiento colmó de asombro a toda la pequeña república centroamericana al punto que trascendió sus fronteras. 

Entonces, el juicio preliminar tuvo una extraordinaria cobertura mediática a todo nivel. Esto declaraba el supuesto ladrón, cuando el juez Recio le permitió rendir su versión de los hechos: 

—En realidad yo, yo... «no soy un amigo de lo ajeno»... Si esa noche levanté la cortina metálica de la bodega comercial de un chino apellidado Wu, era porque el hambre corroía mis entrañas. Yo sólo quería un poco de pollo, señor juez. Fueron tres días con sus noches de vagar por la urbe josefina tras haberme malgastado el fruto de mi trabajo: ¡trescientos mil colones!, todo en ron y «amigas»; dos meses ganados capturando por mi cuenta camarones allá en la costa pacífica... 

En efecto, el guanacasteco Cristiano Poleo no exhibía perfil del clásico ladronzuelo, ni se le encontró el más mínimo antecedente penal. 

Explicó, estaba a altas horas de la noche retorciéndose del hambre y mirando maquinalmente las sucias y maltrechas aceras de San José, arrasado del más espantoso remordimiento por haberse ido de parranda (al extremo de no apartar el dinero del boleto de regreso a su terruño), cuando, sin pensar en robarle a nadie siquiera un mendrugo, advirtió mal asegurado el único candado de la cortina de seguridad del susodicho establecimiento que hoy es noticia. 

Y de esta guisa seguía el acusado brindado su declaración al adusto magistrado, en apariencia un rostro donde la misericordia ni llegaba por asomo: 

—...Tuve que levantar un poco el acero, sólo un poco... Un olor a carne descompuesta saturó mis sentidos y experimenté como un latigazo en el cerebro. Aquel tufo me hizo flaquear en ese empeño, pero… el dolor del hambre pudo más que mi honestidad. Seguro estaba encontraría un pedazo de pollo o pescado crudos, fresco o podrido..., no podía reparar en remilgos si estaba a un paso de sucumbir de inanición. La plancha no cedía más, algún bloqueo debía de tener, entonces embutí la cabeza por el reducido espacio ganado, serían unos veinte centímetros, y de tal forma mi famélica humanidad traspuso un umbral hacia el infierno. En ese momento pensé que en los recipientes azules de plástico yacían las cabezas o vísceras de los pollos o lo que esa tarde habrían destazado, así por curiosidad corrí la tapa negra de uno de los estañones... ¡Dios!, el acre olor frente a genuina bazofia por poco me tumba, pero más que lo hediondo, fue descubrir vísceras y partes de distintos tipos de animal... Aunque sus cabezas lucían semidesechas, determiné, principalmente se trataba de lo que ya sabemos: ratas, perros y gatos. 

👆 Mi primera novela (octubre 2024), publicación que ha tenido excelente acogida entre los lectores. De mi obra, Justo Sotelo, profesor de Literatura de la Complutense de Madrid y escritor, ha sentenciado: "Acabo de leer esta novela. Me gusta el desparpajo del narrador en su forma de referirse a los lectores, y esa mezcla de realismo o surrealismo mágico y de realidad que consigue en la mayor parte de sus páginas. También destaco la mezcla de nombres reales con actores y otros nombres de ficción, lo que hace que los "actantes" sean creíbles, confiriendo autenticidad al texto. Es buen libro, fresco, fácil de leer, pero a la vez profundo, y con muchas capas literarias, como la piel de las cebollas o las matrioshkas rusas. Felicidades, escritor. Un abrazo". 

Para lectores interesados: 8 mil colones, incluye envío rápido por Correos CR. Mi Sinpe-WhatsApp: 85-28-84-87.

Un rumor de asombro y asco se extendió entre el público que había asistido al esperado juicio de aquel extraño suceso. Todos deseaban escuchar el testimonio de quien fungía ahora de testigo ocular de lujo en buena regla. 

Abanico en mano, algunas señoras extraían de sus bolsos pañuelitos impregnándolos de alcohol o colonia buscando no desmayarse o devolver..., como si toda aquella fétida pudrición de animales, impensables para el consumo en esa bodega de los horrores, estuviera dispuesta sobre la mesa y frente a sus propias narices. 

El juez, imprimiendo en su rostro un rictus de repugnancia y espanto indecibles, apoyó los codos sobre el estrado tapándose los oídos; evitaba enloquecer y desaprobaba olímpicamente las aberrantes circunstancias, mientras proyectaba una mirada feroz y severa hacia el chino, también denunciado por la misma Fuerza Pública a la que necesitó acudir cuando descubrió al intruso desmayado en su negocio. 

A todos quedaba claro, el lenguaje gestual del jurista no se debía al acto de aquel pobre hombre que, movido por un hambre bestial, había allanado ilegalmente la despensa del infausto chino Wu (dicen, hacía pocos meses emigrado de su natal China), sino por el descubrimiento insólito de la naturaleza del infame templo gastronómico a todas luces degenerado, oscuro reducto de un empresario psicópata. 

Oliendo una botellita de alcohol y acomodándose mejor su barbijo, frotándose las manos con el producto gelatinoso, trémulo, el juez reunió fuerzas y preguntó: 

—Únicamente por curiosidad, señor Cristiano, dígame: ¿Halló algo «cristiano» para comer en ese detestable lugar? 

—¡Nanay de la China Su Señoría! 

Dicha esta graciosa expresión espontánea, los presentes prorrumpieron en una gran ola de carcajadas que golpeó los tímpanos del representante de la justicia tica. 

—¡Orden, orden en la sala por favor, que esto no es comedia, sino una tragedia para la salud pública de la nación y correctas costumbres culinarias y nutricionales de nuestra nación! —Advirtió propinando tres martillazos en el pupitre. 

Luego el juez ordenó al excoacusado proseguir su relato de los hechos: 

—Observé más baldes, esta vez rojos y que suelen emplearse en las labores de aseo a fin de remojar el trapeador. Yacían sobre un estante de madera burda rotulado en pobre castellano y escrito con el acento que suelen tener los chinos: «populí de plocesados»… En ese instante, sobrecogido por el horror, entendí claramente deseaba decir «popurrí de procesados», o sea, un poco de carne de aquí y de allá, ¡y sabe Dios de dónde y de qué criaturitas de su Reino! Cada uno de éstos, tal vez un centenar, aparecían etiquetados para envío, que si a El Mil Sabores de Shanghái, El Dragón Picante, La Pagoda del Sabor, La Muralla de las Especias; Wantán Dinamita…, ya saben, establecimientos de San José y alrededores… 

—Pero... puede abreviar su historia, querido joven Poleo —indicó el juez Giliberto Recio, mostrando ya una clara empatía y afecto hacia aquel valiente y lúcido ciudadano. 

—Bueno, que destapé uno de esos contenedores y devoré seis u ocho de aquellos cuadritos, perfectamente coloreados de amarillo, anaranjado y rojo. ¡Y esa fue mi perdición! Además de yacer impregnados de glutamato monosódico o, lo que es lo mismo, ajinomoto, algún preservante ilegal para carnes, quizá aldehído fórmico u otro químico chino... debía de tener aquel «alimento», pues a poco empecé a experimentar mareos y el sueño me venció. Posible era que, todo ese producto de animales debía esperar «madurar» algo más con el objetivo de disipar el poder de la «formalina», y ahora lo veo: se trataba de conservante para muertos, ¡el mismo que emplean los médicos forenses en las morgues! 

Una nueva avalancha de exclamaciones y disconformidad inundó el recinto, y resultó tanta la ira del público, que al chino Wu le llovieron proyectiles de toda clase como lapiceras, monedas, encendedores, frutas... Pertinente fue apostar un cerco de seguridad alrededor del infame negociero asqueroso y macabro. 

No hubo necesidad de saber mayores detalles del flamante testigo porque ya el morbo había trastocado a un pánico general, y tan sádica derivó la tortura de escuchar aquella insólita pero oportuna declaración, que algunos de los espectadores, incluida una policía, huyeron despavoridos de la sala. 


👆 Mi último poemario (setiembre 2024. 7 mil, incluye envío), obra que ha recibido excelentes críticas literarias en Costa Rica. Una de ellas a cargo del escritor y poeta Guillermo Fernández: https://culturacr.net/poemario-angel-de-lengua-azul-resena/

Concluido el testimonio del camaronero y antiguo estudiante universitario de la UNED, en quince minutos el jurado tenía un veredicto, mismo que leyó la secretaria del tribunal y en el que se libraba a Cristiano de toda culpa, dictándosele prisión preventiva de un año al maldito Meiling Wu. Se debía investigar más a fondo lo que a toda luz debía categorizarse como un caso de crimen organizado: pertinente resultaba realizar un nuevo proceso que, sin discusión alguna, colocaría al asiático y su organización delictiva por varios años tras gruesos barrotes de hierro. Luego el juez dictaminó lo siguiente en su exposición final: 

—De chinos baratos, aclaro, porque este no es un juicio xenofóbico o contra el libre comercio, ¡líbranos Dios! Otro colega en mi caso le deportaría ipso facto, mas, se debe llegar al fondo de todo esto por el bien de la nación y establecer un sólido precedente tendiente a erradicar tan aberrante práctica criminal que, valiéndose de inocentes animalitos de compañía, principalmente perros y gatos, atenta en forma directa contra nuestros confiados estómagos y salud pública de los ticos. Les digo a los habitantes de este decente país, que, enterándonos todos de los detalles de crimen tan singular, estoy seguro este pseudocomerciante sádico e infernal nunca probaría lo que receta a sus clientes finales, por lo que, ordeno, parte de lo incautado en su despreciable cava sea llevado a La Reforma y exclusivamente se le alimente por doce meses con ese producto de carne engañosa multicolor y ultrasaborizada —sentenció. 

Lo cierto es que, diez toneladas de materia orgánica decomisada, en que destacaba la carne de pobres e indefensas mascotas, entre otros, restos de animalitos aún menos domesticados, como ratas y boas, no podían pasar desapercibidas para las autoridades sanitarias y defensoras de los animales. 

Del joven nicoyano Cristiano Poleo no es permitido decir mucho, excepto, y por pacto público y de la prensa, se trata de un atípico héroe nacional, sin lugar a dudas. 

FIN 

Este relato (y otros que calculo, nunca verán la luz por ser aún de más denuncia, basados todos en noticias) no lo pensé para libro, lo escribí inspirado en 2021, luego de leer esta noticia:

"Ratas congeladas -y restos de otros animales- entre pollo y pescado: ¿A qué riesgos expone su salud si consume estos alimentos? - El Observador CR" 

https://observador.cr/ratas-congeladas-entre-pollo-y-pescado-a-que-riesgos-expone-su-salud-si-consume-estos-alimentos/

El cuento lo dejé "madurar" estos años para, demostrar, los ticos 'olvidamos a los tres días' (en cuenta los 'medios de comunicación', muy alejados del periodismo interpretativo que aprendí en la universidad -1991,1994-) y  que, la impunidad en Costa Risa no sólo es aplicable mayormente a la delincuencia común y narcoterrorismo, sino a otros sectores del crimen organizado. Sin embargo, cada vez más el pueblo adquiere consciencia de nuestro pobre país desordenado y sin el imperio pleno de la ley (nos gana la soberanía criminal dominando amplios sectores rurales y urbanos), y clama por justicia pronta y cumplida para todo tipo de delitos, desde el 'simple' hurto, hasta el complejo crimen organizado que va tomando poderes de la República e instituciones. 

*

Revista latinoamericana El pez soluble publica cuento inédito de Frank Ruffino

HISTORIA DE DOS GALLINAZOS 

https://revistaelpezsoluble.com/literatura/narrativa/cuento/2024/historia-de-dos-gallinazos/


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