SOBRE mi cuarto vive una niña,
diríase jovencita en sus 14 años,
la escucho por la mañana:
lentamente el cepillo rasgar sus cabellos,
los suspiros frente al espejo,
sus frescas carcajadas,
la ilusión que a vivo llanto
suele caérsele hasta mis ojos;
...ora acomoda sus zapatos,
los lustra, camina hasta su puerta
y devuelve hasta el espejo
en donde se hace estatua,
luego, por una ventanita
parte en sus deseos al colegio…
Mas la soledad amarga de esa niña
imprime pasos por mi frente,
entra y sale en mis ojos,
perdiéndose o encontrándose
de ausencias y presencias.
Y en cualquier caso, la cubro siempre
de rigurosas bienvenidas
y despedidas porque será, tal vez,
la hija que nunca tuve.
Así para ella este bulevar directo
hacia mi alma,
para que vuelvan sus sonrisas tras el llanto,
sus vuelos cortos y suspensos,
largos o derechos.
***
San José, 16 de marzo de 2015.
NOTA: acaba de escribir este sencillo poema, y se los comparto ifso facto. Y, pues, mi texto va dedicado a esta eterna jovencita judía, y como un redondo homenaje y doble dedicatoria, a uno de su pueblo en tiempo presente: el amigo David Ben Abraham, radicado en Nueva York.