Seguidores

domingo, 15 de diciembre de 2024

© Lotería en Nochebuena (Cuento inédito de Frank Ruffino) .

 

Imagen de la Red con fines ilustrativos. 

Era la Navidad en la localidad de Fuengirola, tiempo de heladas temperaturas en toda España y de abundantes caritas felices que esperan con ansias el regalo, si no sorpresivo para los pequeñitos que aún creen en San Nicolás y los Reyes Magos, pues bien, manifiesto con bastante antelación a los consentidores padres.  

En medio de toda esta algarabía de deseos y villancicos voceados desde la blanca torre de la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario, una reciente viuda lloraba amargamente. Nadie ni nada lograban consolarla, y menos dilucidar el misterioso deceso de su amado esposo.  

*  

Apenas pasadas esas no tan felices fiestas, la marchita dama había tomado las respectivas medidas del caso a fin de desentrañar la enigmática muerte de su marido, para lo cual contrató a un reputado detective. Porque, de todos era sabido, el escritor Cojoncio Seisdedos Perfecto había muerto aplastado por un furgón en la autopista en las afueras del municipio. 

Todavía así, como se ha establecido líneas atrás, este suceso era catalogado por todos de difícil explicación, tratándose de un hombre normal, sensato, predecible, sin vicios conocidos y amigo de sus amigos.  

—¿Ha barajado la muerte de su cónyuge como posible suicidio... no sé, muchos se ponen nostálgicos en Navidades? —Preguntó sin ambages el detective Luzdivino Feoli a la viuda Dolores Fuertes.  

—Nanay de la China, señor agente, mi Cojoncio era hombre felizmente casado que amaba las celebraciones de fin de año y festividades posteriores, a pesar de haberse formalizado con una a sus cuarenta, tras noviazgo de veinte años al punto que en el pueblo le habían puesto el apodo de «Amor eterno», todo un campeón —replicó orgullosa.  

Pero los meses se acumulaban al punto de acercarse las nuevas fiestas que concluyen con cada año, y a falta de pistas, por recomendación del mismo Luzdivino, Dolores condujo a la localidad vecina de Alhaurín el Grande, y aparcó frente al Número 8 del más famoso médium del país, el maestro don Burgundóforo Salido Del Pozo.  

—Un gusto, señora Fuertes Dolores...  

—Dolores... 

—...Fuertes sí, disculpas, nombre raro como pocos.  

—No hay cuidado, suele pasar —aclaró la mujer formulando el motivo de su visita—. El detective...  

—Sí, sí, estoy enterado por Luzdivino quien me telefoneó ayer mismo de su triste caso navideño, tenga la cortesía de entrar.  

—Gracias, gracias. 

Y la señora relató asuntos trascendentes de la personalidad y antigua vida de su difunto marido. Cuando el sabio creyó tener suficiente información, dijo:  

—Luego de perfilarme a su Seisdedos Perfecto mostrándome la bella y robusta caligrafía en esas románticas cartas, y sabiendo su singular capacidad de escribir buenos cuentos y haber alcanzado cierta notoriedad literaria, aquí procede, más que escucharlo hablar a través del vehículo de mi materia corpórea, pues iremos en un mano a mano...  

—¿Mano a mano… qué desea decir?... —preguntó la viuda.  

—Quiero decir que, entre dos escritores, lo ideal y pertinente a fin de sacar el máximo provecho en este caso específico, es emplear la técnica de la psicografía, o bien conocida como escritura automática...  

—¿Psicología? —interrogó confundida la viuda, quien nunca había escuchado de ese concepto y vocablo.  

—Psi-co-gra-fía señora mía —aclaró Burgundóforo—. En términos sencillos para usted, que igual entraré en trance y el espíritu de vuestro Seisdedos tomará esta mano (Burgundóforo aleteó varias veces su palma derecha frente al rostro de la mujer) y nos escribirá los motivos de salir intempestivamente esa mañana navideña, y el posterior desenlace que derivó en su extraño deceso.  

—¡No! 

—¡Sí!  

—Mas, una no puede pagar mucho por esa filosofía —dijo angustiada y chasqueando sus dedos pulgar e índice insinuando no tenía suficiente dinero.  

—Psi-co-gra... olvídelo, no se preocupe por la jerga de este oficio. Tampoco a un colega del calibre de Seisdedos es ético cobrarle. «Hoy por ti mañana por mí».  

—Pero don Brujolójugo..., no visualizo qué pago podrá mañana ofrecerle mi Cojoncio si ya lleva muchos días difunto, o... ¿acaso existe una nueva app para que los seres queridos nos puedan realizar transferencias desde el más allá?  

—Jaja, buen sentido del humor el suyo, pero llámeme Brujo, más fácil y así nos entendemos mejor. Comprendo su nerviosismo, de lo más normal, si uno no es un simple zapatero o panadero.  

Burgundóforo pareció ser presa de un éxtasis, miraba fijamente al artesonado del lúgubre caserón, muy prendado de su fama y autoridad en tales artes.  

Dolores, ante este suspense, aterrada descubrió en la techumbre una red de telarañas que semejaban mallas de pesca plagando toda su superficie por lo que tomó su móvil y fotografió aquello… Grandes y negras arañas realizaban equilibrio en ellas y le hicieron dar un grito ahogado, pues nunca había avistado insectos de esa magnitud. El espiritista, perturbado en su ensimismamiento, comprendió al instante el pavor que arrasaba a la viuda:  

—Ah... esas arañitas, no tema, sólo son proyecciones del más allá, y, por cierto, muy asustadizas. También es inútil las desee captar con la cámara de su celular… —tomó de la esquina cercana el palo largo de un escobón e intentó tocar una de aquellas «tarántulas» fantasmales que al instante comenzó a evaporarse como el humo—. Ve, se lo dije.  

—¡Por Nuestra Virgen del Rosario! —Exclamó trémula, presa de un horror indecible, constataba no aparecían en sus imágenes.  

Entonces Burgundóforo retomó el asunto que los ocupaba:  

—...Sobre la recompensa económica por mis servicios, acuérdese, idéntico a su consorte, debo morir y uno nunca sabe si en el otro lado alguno de tantos clientes o colegas pueda tenderme la mano o guiarme en ese mundo de tinieblas donde cualquier cosa puede sucedernos...  

—Ah, pues así pues sí señor Brujo —dijo satisfecha con mayor confianza la tacaña viuda al saber ahorraría unos cuantos euros, y aclaró—: Mi marido era zurdo.  

—Bien me dilucide este detalle, emplearé mi mano izquierda a fin de no entorpecer los mensajes del más allá, de no precaverme, el sentido de estos hubiese dicho cosa muy distinta.  

👆 Mi primera novela (octubre 2024), publicación que ha tenido excelente acogida entre los lectores. De mi obra, Justo Sotelo, profesor de Literatura de la Complutense de Madrid y escritor, ha sentenciado: "Acabo de leer esta novela. Me gusta el desparpajo del narrador en su forma de referirse a los lectores, y esa mezcla de realismo o surrealismo mágico y de realidad que consigue en la mayor parte de sus páginas. También destaco la mezcla de nombres reales con actores y otros nombres de ficción, lo que hace que los "actantes" sean creíbles, confiriendo autenticidad al texto. Es buen libro, fresco, fácil de leer, pero a la vez profundo, y con muchas capas literarias, como la piel de las cebollas o las matrioshkas rusas. Felicidades, escritor. Un abrazo".

La viuda retornó con Burgundóforo en su Audi del año, coche adquirido con el cuantioso seguro de vida dejado por su ex Seisdedos. Hicieron parada en una de tantas pedanías y adquirieron un tablero y dos plumones para atacar directamente el problema en casa.  

Ya en la residencia de la mujer en Fuengirola, el médium instaló en el centro del salón el gran pizarrón y antes de proceder con el trance, Dolores preparó un café expreso bien cargado acompañado de una porción de queque de canela que había horneado esa mañana en su horno inteligente. 

Agradecido por cortesía tan inesperada, el psíquico relamió sus bigotes, y previno a la clienta:  

—Al establecer contacto, común es el difunto actúe normalmente y posible que realice un saludo y pequeña introducción; por favor, trate de no mostrar emociones escandalosas que puedan abortar la sesión a fin de coger el canal en el primer intento.  

—Deseo la verdad, nada más que la verdad don Brujo el filósofo.  

—Bien, procedo a entablar comunicación desde larga distancia, de Fuengirola al más allá y así afinar el habla en la escritura —anunció al fin Salido Del Pozo.  

Transcurrió un largo rato en que el ocultista trataba de fijar relación con el otro mundo y el fallecido. En un punto de este suspenso, complacido al ver la pertinente nubecilla del otro mundo que suele filtrarse en escena y cubrir todo alrededor cargando el ambiente de electromagnetismo, involuntariamente Burgundóforo empezó a garabatear, primero rayas indescifrables y algunas vocales que oscilaron de lo básico a complejo formándose en el encerado palabras primarias y hasta clásicos trabalenguas: «mamá», «papá»...; «otorrinolaringólogo», «paralelepípedo», «tres tristes tigres trigo comieron»... 

Luego, afinado el lenguaje, el ansiado texto revelador, ahora aceptable por presentarse en contexto, coherente y legible.  

Para Dolores no cabía duda de la autenticidad metafísica y paranormal del ejercicio, hecho que la conmocionó hasta el tuétano. Frente a ella aparecía la hermosa, fluida y correcta caligrafía de Cojoncio Seisdedos Perfecto que le destacara en la vida amorosa epistolar, académica, literaria y laboral en el ministerio:  

Buenas tardes mi amada Doloritas y mediador telépata de ultratumba don Burgundóforo Salido Del Pozo de Alhaurín el Grande. ¡Extraño tanto esa torta de canela que preparaba el Día de Reyes mi esposita, aquí ni pan, ni agua! ...Es ruinosa y descortés la Parca, que nos despoja «ipsofactamente» de los placeres de antaño, así que no se apresuren en venir. ¡Pero mil gracias por este inesperado conecte! No interrumpan, sólo escribooo, escriboooo, escribooooo...


👆 Mi último poemario (setiembre 2024)

(El chamán Burgundóforo abrió desmesuradamente los ojos, sin más vestigio de color que el blanco en ellos, en cámara lenta la cabeza describió tres vueltas sobre sus hombros y proyectó un olímpico salto simiesco ante el pizarrón, seguido de estruendoso flato, tan fuerte, como los decibeles al martillar un revólver, detonación intestinal que por poco tumba a la viuda. En esta parte, el rotulador negro comenzó a escribir de verdad, frenéticamente, al punto que el viejo esotérico evocaba a endemoniado director de orquesta. Así, acabó por averiguar lo que ese aciago día de Navidad había acontecido a Cojoncio Seisdedos Perfecto. La preciosa y clarísima psicografía en el pizarrón se constituía en prueba irrefutable):  

Se trató de un triste y rocambolesco incidente en Nochebuena que resultó una noche malita, y que me tiene en este maldito y lóbrego ensueño, sin poder aspirar a más de lo anterior. Yo nunca había comido remolacha porque desde muy niño, convencido estaba, tal cosa, redonda y roja, era una bola de sangre con sabor a hierro que ciertos señores encorvados y de ropas sucias obtenían entre los negros y helados terrones de gleba (se me figuraban otra especie de sepultureros), allá en mi apacible pueblito montañés de Malcocinado. En ese entonces, en aquella ingenua y asustadiza cabeza infantil, se me figuraba que los rústicos hombres de sombrero blanco de lona, botas de hule hasta las rodillas, camisa blanca de mangas que se cerraban en los puños y delantales de gris army, arrancaban de la fértil sementera los corazones rojos de los muertos, aún palpitantes y chorreantes de sangre.  Pero, hasta las tiernas manías y fobias llegan a ser, de adultos, felices trances superados. Casi siempre... Entonces, querido Burgundóforo psicográfico, acaeció el día de nuestro primer aniversario, porque sabrá Usted, nos casamos precisamente en Nochebuena, día en que mi compañera aquí presente, preparó ensalada rusa con esa delicada variación de atún fresco, platillo para repetir sin dejar nada en el tazón de vidrio puesto sobre el comedor hogareño. Por desconocer ella el trasfondo con esta verdura de las dudas que por su colorida y taimada propiedad ha asustado a más de un cristiano y seguro que también a muchos moros, al fin había vencido mi fobia a la remolacha. Mas, a nadie puede garantizársele que a los felices cónyuges sólo por ese día de celebración se otorgue licencia de evitar realizar la básica y ancestral necesidad fisiológica, y un retortijón sonoro que fue aplacado por celestiales villancicos, me puso en sobre aviso. Nada de extrañar, como les digo, tras una cena a cuerpo de rey con tiramisú incluido (y de mi parte, obsequiarle unos lirios muy bonitos para la ocasión y un fino estuche de chocolates suizos), pues que la tripa obligó a conducirme vertiginoso, sudoroso y fatigado al cuarto de servicio. Con algo de vergüenza debo confesar que en vida practicaba el repugnante ritual, luego del acto, de voltear y mirar, esa noche especial no fue la excepción. No obstante, esta vez la hemorragia vaciada en la taza impidió un atisbo escatológico de morbosa satisfacción: una sanguaza pasaba por legítima sangre y, según yo, moría putrefacto y fulminado a causa de implacable cáncer de colon, ¡grande injusticia ahora que al fin lograba la dicha existencial! Pueden constatar, aprensivo he sido con la salud y algo hipocondríaco. Sin revelarle esta anónima miseria a Doloritas, bajo cualquier excusa inexacta que ya no recuerdo de tantos nervios, presa de terribles dolores en el vientre bajo, temprano, ya en Navidad, me vestí y marché corriendo cual galgo a la clínica de ultrasonidos del galeno Romano Barbarito, no muy lejos de casa. Traspasé la autopista a cuatro carriles, inmerso en una nublada, sorda y traicionera visión de foco sin reparar en el aparatoso puente peatonal aéreo, y derechito me dirigí hasta el objetivo, intentaba ganar la concurrida autopista.  

Extenuado tras capitular esta desconcertante confesión, Burgundóforo cayó sobre el diván junto a la afligida y pobre viuda, ejecutó movimientos epilépticos mientras profería desconcertantes insultos soeces contra la Asociación de Ateos de los Estados Unidos y el equipo de béisbol Chicago Cubs; Dolores, ajena a estas bizarras peculiaridades de la profesión, sollozaba incontenible, se culpaba de la espantosa suerte de su marido por haber hecho ella una mala elección entre dos platillos del menú especial de Nochebuena.  El otro... lenguado al horno con patatas.    

FIN 

Cuento inédito de Frank Ruffino. Tilajari, CR. 

*

LITERATURA COMO EL MEJOR OBSEQUIO NAVIDEÑO, Y QUE ES PARA SIEMPRE (LOS BUENOS LIBROS SE ATESORAN) 

'TRISTES MEMORIAS DE UN TIRANOSAURIO REX' (NOVELA) 

A mis amigos lectores, les recuerdo mi libro 'Tristes memorias de un Tiranosaurio rex' está aún disponible, pocos ejemplares. Pueden adquirirla directamente con este servidor al Sinpe-WhatsApp 85-28-84-87 (verificar sea mi perfil real y ese único número, a nombre de Francisco de Asís García Rufino), 8 mil, incluye envío rápido por CorreosCR.; junto con mi también reciente poemario 'Ángel de lengua azul', 12 mil totales. Igual, pueden realizar Sinpe una vez que libro llega hasta sus manos. 

Para los tilaranenses, ambas obras directamente a través de este autor; y, sin la oferta anterior, en Tilacentro Comercial (costado oeste de Gollo), ambas publicaciones, la novela, 8 mil y poemario, 6 mil. Ahí, nuestra querida y proactiva Xinia Gomita les atenderá como merecen.

Mi último poemario (setiembre 2024), obra que ha recibido excelentes críticas literarias en Costa Rica. Una de ellas a cargo del escritor y poeta Guillermo Fernández:

https://culturacr.net/poemario-angel-de-lengua-azul-resena/

Les comparto de la cantante, escritora, pianista, actriz y filántropa estadounidense, Toni Braxton (1967) su famoso tema de 1996, 'Un-Break My Heart':

https://youtu.be/p2Rch6WvPJE?si=HqZ8j8OrpJqUUaPj

domingo, 1 de diciembre de 2024

'Ficción literaria' de Frank Ruffino (Relato marco de Tristes memorias de un Tiranosaurio rex) .


Entre sus ingles una bestia habitaba en el viejo recién llegado al poblado de Juan Díaz. Aunque aparentando ser inmensamente rico, o lo que es lo mismo, magnate, hasta ese día ninguna mujer necesitada de la región se atrevió a recurrir a semejante bóveda de dinero ambulante, de la fealdad repulsiva del estrambótico forastero, cuyo origen, a ciencia cierta, nadie sabía. 

Aparte de enterarse todos, de que este visitante era un supuesto genetista internacional interesado en estudiar la llamada Zona Azul, mundialmente famosa por la cantidad de longevos mayores de cien años concentrados en varios cantones de la Península, se ignoraba casi todo del introvertido visitante en esa bucólica comunidad guanacasteca de escasos doscientos habitantes, y del porqué su piel exhibía un tono ligeramente azulado y el color de sus ojos fuese una chillona combinación entre verde y rojo. 

Tampoco es que él buscara compañera que le hiciera más amena su existencia, pero un día de tantos la terrible carencia llamó a la puerta del enigmático señor, y en cuerpo de hermosa madre soltera apenas en sus veinte, aprendiz de escritora. 

No tuvo apuro de preguntar nada, Nandayure sólo tomó asiento en el sillón de mimbre, y el carcamal, de nombre Joseph, previo a servir dos vasos de chicha, empezó a acariciarla, primero el cabello, luego los senos y este joven cuerpo fue el nuevo proyecto del fósil con anhelos de vivir. 


De mi obra, Justo Sotelo, profesor de Literatura de la Complutense de Madrid y escritor, ha sentenciado: "Acabo de leer esta novela. Me gusta el desparpajo del narrador en su forma de referirse a los lectores, y esa mezcla de realismo o surrealismo mágico y de realidad que consigue en la mayor parte de sus páginas. También destaco la mezcla de nombres reales con actores y otros nombres de ficción, lo que hace que los "actantes" sean creíbles, confiriendo autenticidad al texto. Es buen libro, fresco, fácil de leer, pero a la vez profundo, y con muchas capas literarias, como la piel de las cebollas o las matrioshkas rusas. Felicidades, escritor. Un abrazo".

Viejo, pero no inútil en asuntos de cama, pronto la imaginativa de Mariana frente a su ordenador (y dando sorbitos a su mate) puso a su personaje desnudo a la entera disposición de esa cosa, sentada sobre las enclenques y enfermizas piernas del caduco de Joe, pero aventajado todavía así como he citado, teniendo de su lado el infalible afrodisíaco del dinero abundante. 

Tras ese fogueo, mostrando una energía primigenia y ancestral, el abuelito logró incorporarse sosteniéndola y prescindió del bordón con tres puntas de apoyo que lanzó sobre el grueso petate del salón y le llevó así mientras lanzaba carcajadas más propias de un poseso, a través del largo pasillo rumbo a la alcoba principal del despoblado y vetusto caserón de estilo colonial, sólida residencia señorial que había servido a distintos hacendados desde principios del siglo XIX. 

Como figura de jadeíta, la puso delicadamente de pie al lado de la cama y Nandayure evocó un ring de boxeo por sus dimensiones. Joe hizo que describiera varias vueltas y observó detalladamente el esbelto y bien proporcionado cuerpo moreno de firmes senos exuberantes y macizas nalgas. 

(Más risotadas y desconcertantes jadeos, características usuales en una hiena ante su presa). 

Pero, previo a tumbarse junto al adefesio, la perturbada muchacha adecuadamente apuró el segundo vaso del compuesto fermentado de maíz y sugirió ejecutar el supuesto acto pasional con la luz apagada. 

(Otro mate, risas de complicidad con su espeluznante historia avanzando estupendamente en la página de Word). 

No eran para menos las previsiones de esta espigada beldad indígena: Joe parecía ser de edad incalculable, al punto que una pasa mostraría más lozanía que la añeja piel de su rostro, semejante al de una momia. Y el resto del organismo, pues ni que se dijera, de mal en peor: aunque en sus tiempos mozos debió exhibir una estatura cercana a los dos metros, el gastado hombre blanco daba la impresión de ir partido por la mitad. Por si fuera poco, una giba coronaba la espalda alta rivalizando en tamaño con la cabeza, de larga y desarreglada pelambre rubia que le daba más aspecto de ridículo orangután acabado. 

En fin, que Nandayure y la mismísima Mariana creyeron estar en presencia del esperpento de Ramsés II, quietecito en su urna de museo, pero en versión desafortunadamente viviente y con súbitos deseos infinitos de disfrutar en una fresca y vital mujer, pues se sabía escandalosamente bella y sensual. 

«Todo por mi peque, sí», se dijo, y, haciendo ficción en su ficción del relato, sería trance más funesto transmigrar al pasado a acostarse con Hitler... «Claro, esto si existiese la máquina del tiempo y fuese estrictamente necesario, como último recurso, caer en el agujero negro del nazismo», pensó osada e irónica, sentimiento compartido por la autora de la historia y Nandayure. Así que a fin de cuentas el vetusto ser no le resultó un escollo tan repugnante. Al menos esta vez saldría viva, sin hipotecar el alma al diablo o a Hitler, para muchos, el mismísimo señor de las lóbregas tinieblas del mal. 

Joe apagó la luz principiando el tragicómico acto, sin barruntar ella, la bestia entre las ingles del viejo despertaba... 

(Ya sus carcajadas morbosas habían trastocado en un fragor bestial). Y despertó con el ansia de una sed muy larga de ser. La chica creyó, su contraparte se valía de un mayordomo androide, exoesqueleto o artefacto de última generación por el estilo, pero al abrazar a este despojo humano con el objeto de responder mejor a las avanzadas sobre ella, se sostuvo de un cuello fuerte y terso y ya no tuvo oportunidad para más cavilaciones: sintió a la bestia entrando en todo su ser hasta los más recónditos escondrijos del alma. 

(En este punto, Mariana Enríquez casi cae de su silla ergonómica y el contenido de su mate osciló peligrosamente). 

Esta suerte de «máquina» revelación eyaculaba una especie de savia nacarada y luminiscente alumbrando la habitación intermitentemente, y el viejo sólo fue mal recuerdo, pero le amó especialmente por su descomunal y súbita fuerza impensable para un alfeñique de edad perdida en el tiempo. Mariana ordenó a su asombrado personaje femenino encender la lámpara.

De verdad que la muchacha de la historia había disfrutado de tan extraño trance sin explicación, y la autora porteña caviló, agradecida, esto únicamente le sucediese a ella en terrenos estrictamente de la imaginación y en distantes, exóticos y enigmáticos dominios de los antiguos y extraordinarios mayas. 

Liberado y transformado en deslumbrante y sereno varón, mejor decir, «príncipe azul», Joseph lució por largo rato de la misma edad de Nandayure, y toda relación con un adonis resultaría injusta. 

Esa noche, el destartalado viejo mágico transformista colocó el scooter eléctrico de la joven en el cajón de su camioneta 4X4 y la llevó por la carretera Nambí (Sabana grande) hasta su casa en el centro de la ciudad de Nicoya, cabecera del cantón. Por fortuna Nandayure no se encontró con ningún conocido. Eso sí, los pocos lugareños noctámbulos no salían de su asombro observando a la pareja dispareja ya que Joe había ido perdiendo paulatinamente el aspecto de galán. 

Desde entonces Nandayure y Mariana Enríquez, exclusivamente, ven en Joe a un poderoso joven y místico amante, y la pasión fugaz de cada cita les hace regresar día con día a la gruta de este apolíneo ser en el fresco y empinado caserío de Juan Díaz, su imaginación, donde la escritora, ayudada por Nandayure y otro enigmático escritor paralelo centroamericano, tejen sus relatos. 

En su fuero interno de cuentista jamás sabrá si el amor de su vida (de Nandayure) es el mejor ilusionista del mundo, está ella prisionera de algún hechizo literario maldito, o envuelta en un potente fenómeno paranormal. 

Y necesitando rematar su historia y obligar a hablar por primera y última vez a este raro y versátil protagonista, el al fin también personaje de Mariana Enríquez, escribe: Bajo las noches de estío, cree, Joe no se termina de sincerar cuando le pregunta por su lugar de origen, y él, tan campante, sólo señala Las Pléyades y refiere lo de siempre: «En mi mundo todos somos eternos, aunque lucimos muy viejos, rejuvenecemos por breves lapsos de tiempo gracias a esta poderosa energía de la literatura». 

FIN 

'Ficción literaria' es uno de los relatos marco en mi primera novela 'Tristes memorias de un Tiranosaurio rex". En la ficción del texto, la afamada escritora argentina Mariana Enríquez (en el collage, izquierda, imagen de la autora) escribe este cuento, ayudada por la princesa chorotega Nandayure y un enigmático escritor mesoamericano (Frank Jacobs -este humilde siervo de la Literatura-). Luego estos personajes interactúan con la trama principal desarrollada mayormente en Tilajari (y Puente de Génave,  España), dando también continuidad a los relatos que el lector cree finalizados. La novela comienza con "Maná de difuntos", un cuento que también proyecté dentro de la historia principal, pero, me dije: ¿qué pasa si lo ubico al comienzo de mi novela? Así, creo, mi obra crea una nueva, o al menos, original forma de estructurar un texto literario en este género. 

"Muchacha y Luna" (Voz y Piano. En esta interpretación, instrumento a cargo del músico tilaranense Luis Esteban Herrera Watson, y voz, Juan Alberto Díaz), tema original de una de las más exitosas bandas folclóricas y de ritmos latinos de la historia de América Latina, Malpaís, orgullosamente guanacasteca:

https://youtu.be/j5gMQPya1OQ?si=2aGb5tmSe-Wq__Xn

*

Pueden adquirir 'Tristes memorias de un Tiranosaurio rex', directamente con este servidor al Sinpe-WhatsApp 85-28-84-87 (verificar sea mi perfil real y ese único número, a nombre de Francisco de Asís García Rufino), 8 mil, incluye envío; junto con mi también reciente poemario 'Ángel de lengua azul', 12 mil totales. 

Para los tilaranenses, igual, ambas obras a través de este autor; y, sin la oferta anterior, en Tilacentro Comercial (costado oeste de Gollo), ambas obras, la novela, 8 mil y poemario, 6 mil, ahí, nuestra querida y proactiva Xinia Gomita les atenderá como merecen. 

🦖


En agosto de este año vio la luz mi séptimo poemario, obra que fue bien aceptada y reseñada por la crítica literaria de Costa Rica. Una de estas publicaciones:










FEEDJIT Live Traffic Feed