Del autor, editor, y cortos pasajes del libro:
DEL AUTOR:
Desde los siete años escribo poesía. Incursioné en el cuento estando internado por 20 días en el Hospital México, en 2017.
A partir de esa fecha, ya muchos relatos inéditos y tres libros en este género (y un reconocimiento de la EUNED), y en unos días mi incursión en novela, a punto de publicarse (inicios de noviembre, sello editorial World Graphics) bajo el título «Tristes memorias de un Tiranosaurio rex»:
—…Bien, por favor, le imploro que evite importunarme, excepto para evacuar alguna duda de lo que relataré. No tengo culpa el alma de otro lagarto tirano reencarnara en 1965. Uno nace y los espíritus también pelean como precaristas (aquí les llaman okupas) e intentan habitar una casa decente, y si es en su especie humana, ¡mucho mejor!... porque, aunque duela, es lindo tener conciencia: ser grande y poderoso no es nada en comparación a conocer esta espectacular y asombrosa existencia del amor, la muerte y reencarnación; mecánica cuántica, la belleza, literatura, música, el arte...
*
—Ahora, a la luz del cerebro humano que disfruto en esta otra vida, veo eso. Suerte es suerte. ¿Sentimientos de culpa respecto a esos animales de mi especie, exterminados horriblemente?... ¡Ninguno! Un Tiranosaurio rex no alberga sentimientos de culpa: si desde el principio atesoráramos ese artefacto idiota, seríamos gecos pendejos cazando cucarachitas y cositas así. Igual a todos los animales e insectos, por sabia ley de Natura somos ateos, únicamente nos mueve la ciencia de la carne, mucho nos enorgullecen estos colmillos tan largos como plátanos, ¡desgarrar un gran trozo de bicho o engullirle totalmente! Si fuésemos a pedirle a un dios nos provea todos los días el almuerzo, la biología en este planeta iría conformada sólo de plantitas y arbolitos...
Historia ordenada en especie de estratos o capas, también mi indomable y necia imaginación pone a escribir un relato marco («Ficción literaria», escenario en el poblado de Juan Díaz y Nicoya) a la celebrada escritora argentina Mariana Enríquez.
Entre sus ingles una bestia habitaba en el viejo recién llegado al poblado de Juan Díaz. Aunque aparentando ser inmensamente rico, o lo que es lo mismo, magnate, hasta ese día ninguna mujer necesitada de la región se atrevió a recurrir a semejante bóveda de dinero ambulante, de la fealdad repulsiva del estrambótico forastero, cuyo origen, a ciencia cierta, nadie sabía.
Luego, extraigo a los personajes de éste y otra narración marco que le da título a la novela ("Tristes memorias de un Tiranosaurio rex" que tiene lugar en Puente de Génave, España), haciéndoles interactuar en especie de torbellino con los personajes principales de la obra, porque esta novela, situándome ahora como espectador posible que se aleja del texto que él mismo construyó, es torbellino que en nada hace presentir en el lector acontecimientos inmediatos. Vorágine que al fin se logra encausar, procurando no dejar cabos sueltos o deshilvanados en estas múltiples historias que al final aterrizan en una sola.
«¿O será la misma historia con distintos rostros?», se ha preguntado esta editorial, que dispuso el siguiente texto para la contraportada de mi libro:
«Tristes memorias de un Tiranosaurio Rex es la más reciente obra narrativa del escritor Frank Ruffino. Entre picaresca y esperpéntica esta compleja narrativa, estructuralmente hablando, ocurre esencialmente en el terreno de la imaginación, donde el autor construye un cosmos a partir de su cotidianeidad, convirtiendo el relato en una especie de autoficción donde entre otras cosas medulares el autor nos invita a preguntarnos quiénes somos realmente. ¿Somos lo que creemos ser, lo que queremos ser, o bien somos cómo los demás nos miran? No hay respuestas definitivas solo búsqueda incesante, desdoblamiento de personajes, viajeros de un tiempo psicológico que no van hacia ninguna parte y sin embargo parecen resueltos a aceptar que la mejor condición para reflejar la vida es aceptando la muerte como la única forma de regeneración. Relato oscuro, por momentos siniestro, donde el narrador igual se asoma a la vida de Adolfo Hitler como artista plástico y asesino universal que retoma pasajes del poeta Rubén Darío a quien curiosamente lo retrata al lado de Hitler, pero no vamos a decir de qué forma, será tarea del lector descubrir cómo dos personalidades en apariencia opuestas comparten cosas en común».
Víctor Hugo Fernández, MA (Master of Arts) Literatura Comparada, Universidad de Pensilvania, EUA.
También, esto advirtió VHF a este autor en el proceso de edición de la novela:
«En tu novela existe -en su desenlace o remate de unas ocho páginas- un personaje importante (Chavela Vargas), que es igual parte del modelo indeterminado, vago, impreciso, sugerido y alucinado de todo el extraño documento literario que has construido (novela)».
Agoto mi lira, harta aquí les digo de este poeta del norte que me robó un trozo de alma para cantar como si yo cantara algo de mis días descomunales, algo de mis pasos por esta tierra, de mi afición de pisar los caminos destronando.
Será que tenía mis libaciones medidas y mujeres contadas, allá en el cielo azteca será mi morada. Estas ganas de exiliarme no son nuevas: doctora de la vida por méritos propios y dolor personalísimo, generala de las cantinas, santa madre del insomnio, heroína condecorada en todo el mundo: yo no soy profeta en mi tierra, con todas las medallas que da el alto canto y el alcohol me voy quedando dormida.
Porque el final del libro, que se le figurará denso al lector avesado para tan pocas relativas páginas -120- viene de heroína Chavela Vargas como tabla de salvación del protagonista Frank Jacobs. Entonces, la obra, que empecé en los ámbitos de la ficción y fantasía más extremas con el cometido de hacerles creíbles esas historias a los lectores, logra aterrizar en la realidad del pasado (no ficción).
Pero para comenzar desde el principio explicándoles brevemente a los potenciales lectores la trama de esta historia calidoscópica, el escenario principal, mi pueblo Tilajari (Tilarán) no puede ser presentado en circunstancias más ominosas, bajo el subtítulo «Maná de difuntos», pues comienzan a aparecer (en apariencia, a llover) por todos lados cadáveres frescos de la era victoriana:
El último aparecido nos llegó el 27 de agosto. Se trató del joven atleta normando Adrién Petit, de la ciudad de Ruán, veintiún años, quien ese día decidió ir a correr por el Valle del Sena, en las cercanías de la abadía de Saint-Georges de Boscherville.
Así, el personaje principal de la novela y su pueblo, asediados por otros extraños fenómenos difíciles de asimilar (mecánica cuántica, paranormales...), descubre un lunes en el escaparate del teatro Flaqué (famosa sala de cine, hace mucho extinta) tres películas de la directora P. Fábrega y otro corto de un misterioso director, oculto bajo el seudónimo de «Luis Valverde». Este ciclo de cuatro filmes experimentales transcurre, tanto como la obra, de lunes a jueves.
Como forma de exorcizar esta debacle o rajaduras en la tela espacio-temporal de deslices masivos en el tiempo, presento otras líneas narrativas paralelas a las películas, el protagonista lleva una especial y entrañable relación con su madre canaria Montserrat:
—Um... un extraterreno enamorado de la princesa Nandayure y de la literatura que le produce orgasmos rejuvenecedores. Si así sucediese en esta bizarra realidad, no dudaría que todas esas vanidosas y vanidosos vacuos de las redes sociales leerían como locos buscando belleza y eterna juventud... Pues, muy original de- tu-par-te y un lujo esta cineasta se fijara en ese texto —dijo madre deletreando «de tu parte» con un tono profundamente melancólico.
—Madre, entiéndeme: ya no logro distinguir la realidad de esta más noble dimensión literaria, incluso, la historia me parece un torbellino de sorprendentes giros y contradicciones... —dije sollozando.
—Hijo mío... ¿cuándo aceptarás que eres tú quien debe disfrutar de los créditos de los cuentos, y no ese álter ego literario, seudónimo, como quieras llamarlo... ese tal Frank Ruffino? Eres Frank Jacobs… ¡y nada más!
—Sabes, es difícil existir sin desdoblarse, soy en mi literatura mitómano perdido, con la posibilidad de ser otros, esa es la libertad que, al menos, literariamente me puedo otorgar, una licencia que a nadie hace daño y sí mucho bien a los lectores —reflexioné a medio megáfono, por lo que mi confesión resultó más que clara y escuchada.
—Respeto sí, mas no comparto ese desfase de humildad autodestructiva. Hasta un barrendero municipal exhibe más dignidad y orgullo por su labor. ¡Emplea también tu descomunal imaginación para la superación económica personal!
—¿Y si esta misma realidad, que ya supera toda ficción literaria, fuese también producto de la imaginación? ¿Qué tal si no existe nuestro pueblo, el teatro Flaqué, don Vladimir Del Vecchio y sus libros profundamente hechizados, tanto que parece esta realidad va transmutando? ¿Son reales doña Norma, Cuca, Itel Val, Mark Crox, el propietario de una cantina llamada El gallo de oro, tan imaginaria como el mismo Pedro Páramo y escritor imaginario conocido por el nombre Juan Rulfo...? (En este punto recordé «El hombre imaginario», gran poema de don Nica). Ni tú ni yo madre existimos, tampoco la materia y el tiempo, todo es ilusión, sueño, holograma, matrix... Únicamente la energía parece ser, según los más connotados físicos teóricos de la actualidad.
—Pues igual te seguiría amando en la dimensión o torbellino cuántico que sea hijo mío —dijo madre, ya a punto de dormirse.
La arropé y di un beso en su frente que me pareció de niebla al casi hundir mi barbilla en ella. Apagué la luz arrasado de melancolía y sentimientos de culpa. Ya tenía suficiente en un martes que, a ciencia cierta, nunca sabría si se trataba de otra jugada de la imaginación de un dios que vive pensándonos dentro de una especie de espiral energética eterna, y en ese supuesto juego o acto de máxima poiesis, crea seres de todo tipo, especialmente sus preferidos, los escritores, artistas y lectores terrícolas, que replican infinitamente sus deseos.
Y el protagonista también desarrolla una gran amistad con un eminente historiador que radica en el pueblo, Vladimir Del Vecchio (inspirado en Vladimir de la Cruz de Lemos), quien descubre en sus tomos de Historia Universal la información del pasado, sobre todo atinente al terrible Tercer Reich, peligrosamente se ha reconfigurado de maneras impensables:
Entonces el Príncipe de las letras castellanas avistó a Hitler que ya retocaba el cuadro, y se acercó al pintor, uno de tantos que buscaban fama y fortuna en aquellos días por las calles de esta icónica urbe. Sin mediar palabra, mas, contemplándose fugazmente los dos, el esclarecido modernista contrastó el edificio contra la tela y asintió a lo que había sido reflejado en ella. De un banquito azul tomó una postal en que el futuro emperador reproducía a lápiz melancólico bosque de abetos rojos, sobrevolados por una miríada de cuervos que me hicieron recordar a Edgar Allan Poe y su misteriosa literatura, por imperar más los tonos oscuros y grises. Darío dejó caer varios chelines austríacos en un tarrito de hierro, cuya forma ovalada le pareció al poeta, había contenido sardinas españolas.
Este mítico Tilajari tiene líneas férreas, quizá una metáfora por anhelar yo cierta conectividad física directa de mi pueblo hacia el mundo.
Además de estas líneas narrativas y escenarios desarrollados en las pocas cuadras del centro de este pueblo, como señalé anteriormente, vienen dos relatos marco; además de las interacciones (diálogos y tertulias literarias) que tiene el protagonista con sus amigos escritores en una cantina llamada El gallo de oro:
—Interactuar con un posible primo del satanás de Adolfo Hitler, me hizo ingresar a la dimensión de este enigmático mundo, a pesar del miedo que todavía me embarga… esto de codearse con un draconiano del Cretácico tardío mimetizado en escritor, oculto bajo el seudónimo de «Ciro el triste» —confesó Aglaya.
—Y no son por los tres mil euros de la bolsa del premio, sino por no darme por menos ante los españoles y ese emplasto de «Caca» (señalé al cazurro, también borracho, discutiendo con Jairito y amigos. Por lo que pude escuchar, la temática volvía a versar sobre Hitler, Darío y Vladimir Del Vecchio a quien, por respeto, deberíamos dejar tranquilo).
—Uf, uf… ¿y ese apodo?
—Carlos Castro, «Caca», pero es más porque su personalidad apesta. Respecto al premio, si el jurado es probo, pues mil quinientos euros para cada quien.
—¡Bonita cosa! En esta dimensión no me hacen falta, ni el oro, ni los euros. También escribo un diario, una especie de versión de sus «Tristes memorias de un Tiranosaurio rex», y quizá la original…
—¡Oh! —exclamé estupefacto. Al pronunciar «Tristes memorias de un Tiranosaurio rex», las cervezas me subieron hasta el cogote como si un forzudo hubiese dado un mazazo en mi propio pie, y me colmé de rabia, pues hasta ese momento daba por un hecho, este cuento era único y exclusivamente de mi autoría.
—No lo notó usted, señor dinosaurio: he estado en las últimas películas de P. Fábrega que ha visto en el cine Flaqué, tres o cuatro filas atrás.
—Teatro le llamamos, pues es principalmente eso…
—Ah, pues teatro. «Las Bodas de Rasputín con Nicolás II» le produjeron carcajadas que aún retumban en mi cerebro, risotadas de reptiloides como todo en usted.
Otro pasaje de esta novela sucede con la venida al pueblo de Quimantu, quien hace transmigrar su residencia de Capitolia (capital) a un paraje cercano del lago Arenal donde también tiene, según mi parecer de autor, la existencia de una de las partes más enigmáticas que podría despertar más la curiosidad en los lectores:
A esa hora de la mañana pocos paisanos habían salido de sus casas. Un saludo aquí y otro por allá, nada que detuviera mi recorrido saludable, a paso vivo, hacia mi desolado punto de «encuentro». Hice recuento de todas las curvas en un trayecto en que podría ir con los ojos vendados y reconocer cada parte del camino, dieciséis en total. Antes de abrirse el último recodo que daría paso al plano y precipicio acordado, caminé unos diez metros a ciegas imprimiendo chistoso dramatismo a tan bizarra situación practicando el paso marcial, un metro por cada tranco de ganso: …7…8…9… y… ¡la casa de Quimantu… situada donde me prometió, ella y él… literalmente!
Desde ya invito a descubrir esta novela de múltiples historias y desenlaces que igual podrían requerir del concurso del lector a fin de ser resueltos.
*
DEL EDITOR:
(Al enviar el texto a Word Graphics, al otro día, estas fueron las impresiones iniciales de su editor Víctor Hugo Fernández):
«Tu habilidad narrativa es clara, tu imaginación es tremenda, tu estrategia formal es ingeniosa. Por momentos es un relato de la llamada autoficción donde el autor cuenta pasajes de su vida y los literaturiza o bien, miente falazmente y asume como propias historias de vida que solo ocurren en su imaginación. En lo personal, hay relatos que me amarran y sostienen más que otros. Curiosamente, el pasaje con Chavela me parece brillante, ese personaje (La Vargas) que visita el cementerio preparándose para la muerte y se encuentra con un poeta que por el contrario duerme con la muerte cotidianamente y escribe sobre ella de múltiples formas, a veces incluso disimulándola.
»Por momentos tu novela se me antoja picaresca, una novela de aventuras anómalas, de un personaje extravagante rodeado de personajes igualmente extravagantes. En gran medida, reitero, el texto puede considerarse autoficción o bien una forma de novelar a partir de la experiencia personal donde el autor y el narrador se funden por momentos en uno solo y eso le permite al autor volverse sobre sí mismo y hacer sátira de sí mismo o incluso por pasajes, buscar redimirse y hasta poner claras sus relaciones con un entorno que igualmente satiriza y ridiculiza, una especie sutil o no tan sutil de sacarse el clavo. No sé si tienes lectores para este documento, al menos lectores capaces de emplearse a fondo y valorar realmente el esfuerzo inventivo y narrativo que acá propones.
»Entonces, especie de relato picaresco, satírico, lo literario frente a lo real, el origen de lo literario, cómo realidad susceptible de convertirse en producto artístico, la trivialidad de lo inmediato elevado a texto narrativo.
»Ya lo dijiste con claridad en el documento a través del protagonista-narrador, enfrascado en una discusión con sus amigos escritores de tertulia:
“Un cuento, un poema es relativamente fácil, y nos agradaría mucho puedas hacer de los amigos que comentan su publicación personajes de la historia, al menos de cuatro o cinco de ellos, y emplear algo de sus comentarios y transformarlos en diálogos de personajes literarios”.
»La novela tiene valores reflexivos importantes como el espacio propicio para la creación, algunos lo idealizan, el narrador acá hace que cualquier lugar sea válido para escribir, hasta la barra de una cantina, mientras su pareja va un momento al baño y se tarde allí una eternidad que le permite al escritor desarrollar su texto:
"Anoté en mi libreta de bolsillo varios de esos nombres y pedí a Jairito me facilitara su ordenador portátil que estaba encendido sobre la barra, y empecé el cuento mientras mis amigos murmuraban, dudando pudiera fabular una historia a partir de esa pedestre inquietud de la señora Bottles”».
Contraportada de "Tristes memorias de un Tiranosaurio rex".
*
Pueden conseguir «Tristes memorias de un Tiranosaurio rex», edición limitada, directamente y únicamente con este servidor, al Sinpe 85-28-84-87 (también WhatsApp), precio 8 mil, incluye envío.
Listo el diseño, gracias a unos pocos pero fieles lectores que colaboraron en el proceso para la maquetación del libro. Ahora debo aún conseguir los fondos para el tiraje de esta primera edición, por lo que, amablemente, solicito adquieran la obra anticipadamente, igual, a mi "Ángel de lengua azul", que fue todo un éxito y deleite para los lectores.
Junto al poemario «Ángel de lengua azul», coloco los dos libros 12 mil totales si mis lectores vuelven a apostar por este humilde siervo de la Literatura.
Mi poemario 'Ángel de lengua azul' sigue recibiendo muy buenas críticas, entre estas, la del gran escritor y poeta Guillermo Fernández:
https://culturacr.net/poemario-angel-de-lengua-azul-resena/
...Según el colega Jorge Treval, hoy por hoy en Costa Rica, "el escritor más confiable" para ejercer su opinión en temas literarios.
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