Yo me encontraba muy a gusto matando rusos a unos veinte kilómetros al este de Kiev.
Cuando mi irregular pandilla de ilusos, pero patriotas hasta el tuétano, ejecutábamos una emboscada exitosa y desarmábamos al cobarde invasor, tomando rehenes, el resultado no era muy distinto de luchar frente a frente y aniquilar al salvaje enemigo.
Porque, muy en el fondo de nuestros corazones, asumíamos derrotaríamos a un poderoso ejército, tal sentimiento sobresalía como el arma más temida y los rusos descubrían eso en cada ojo ucraniano.
A cuatro semanas de cruenta resistencia, cuando ya no tenía nada qué hacer sobre un arrasado campo de trigo, un capitán moscovita capturado, me dijo, fingiendo pena:
—Señor civil combatiente, no sabíamos esto era la guerra, sino una «operación especial de paz», casi un ejercicio militar, mas, ese maldito dictador de Vlad nos engañó de cabo a rabo como también a nuestro pueblo.
—Oh... ¡lo siento tanto! —grazné aplicando el mismo sentido irónico y psicópata.
Pero pasó lo que pasó y principió mi viaje astral hasta un pacífico puntito de la América Central; ir hasta allá pude en mi nuevo estado de nubecilla viajera y en pena en la dimensión de la nada...
Al pie de su cama, le dije al hombre ya bien entrado en sus cincuentas:
—Y a usted le aclaro, escritor: igual, el capitán y sus hombres, un centenar de almas, terminaron fusilados como todos.
—¡Madre santa! —gritó en un alarido ahogado, seguro temiendo despertar a sus vecinos.
—¡Ninguna madre ni santa, es la guerra de defensa y no moriremos arrodillados!
—¡Qué valiente pueblo!
—¡Gracias! ...Lo menos que uno podía hacer pasaba por exterminarlos en buena lid, pues estos cobardes asesinaban ancianos, mujeres y niños.
—¿Así, en serio, tal cual dicen en las noticias? —se le ocurrió preguntar dudando...
—¡Tan real y serio como los impuestos! Esa venía a ser la macabra especialidad de semejantes militares, digo, genocidas rusos. Mi soldadesca resultó tan o más primitiva que la del bruto y violento bárbaro agresor. Para mí el mundo se acabó... y la cosa deberá seguir igual o peor...
—¿Y usted me habla a mí, que apenas si he salido de esta comarca... es tal alucinación jugarreta de mi fatigada mente de escritor, o, de verdad, es el espíritu de un soldado ucraniano contactándome? —replicó confundido.
—Es la realidad y es a usted al que le hablo y no a otro. No se trata de un sueño convencional, sino perfecta comunicación paranormal de ultratumba desde una fría y nada cómoda fosa común...
—¡Dios!
—¡Dios en el cielo y las iglesias!
—Oh...
—¡Y la a-e-i-u porque ya puede agregarlas a su cómodo asombro!
—Ah...
—Ande, despierte y cuéntelo para que a la gente de ese lado del mundo le quede más que claro cómo se dieron los hechos hasta donde los dejé.
—Pero... ¿Y usted... qué suerte corrió su vida? —me imploró acongojado y anegado en lágrimas.
—Ninguna suerte, ya le hice ver desde donde estoy trasmitiendo con un plomo en mi cerebro y no es precisamente de Disney World... Además, los muertos no solemos platicar mucho, menos vamos a poder escribir en su estilo, así le entero por esta amable vía de los sueños.
—Ah...
Entonces, este médium sin vocación despertó sobresaltado mordiendo con furia la almohada mientras maldecía a ese despreciable de Putler. Poseído, garabateó en el papel este informe psicográfico y retomó su sueño porque apenas el reloj de la catedral de su pueblo repicaba los tres campanazos.
***
San Pedro de Montes de Oca, domingo, 20 de marzo de 2022.
© "Informe de un soldado ucraniano" es un cuento inédito de Frank Ruffino.
Enlace, "Earth Song" ("Canción de la Tierra"), película musical de Michael Jackson, 1982. ¡Hace ya 40 años, y parece que fue ayer, tenía yo 17 años, en el último año de Secundaria!