ELLA, flor natural
emergiendo de la yerba mala
y de mis despojos,
pasa a mis ojos,
vive sin saber
de su efímero existir,
habrá algo de mí en su pequeña
vida de florecilla salvaje:
tal vez mi furia de polvo
o tristeza de hiedra,
quizá la forma de mirar
vaya en su color encendido
o tenga su textura
cierta ternura
que tontamente me habían reprimido…
Amarilla y delicada
bebe energía de mi pecho;
sus frágiles tentáculos
discriminan y sorben del ser,
pasajero que fue de lo incomprensible.
Desde mi sima hago un último recuento
de mi paseo por la luz
a través de una arquitectura amarilla,
y no sé si es mucho imaginar:
se trataba de un hombre,
de unos frutos
acomodados caprichosamente
como las estrellas
como las estrellas
en verdes colinas que deslizaron
alegremente mi pequeño cuerpo;
también amadas mujeres, amigos
y animales iban conmigo,
y blandí mi espada
en pos de inútiles cosas,
cosas que también se disiparon
como la niebla de la noche
cuando viene el alba
y su reguero de luz.
Ella, flor natural
emergiendo de la yerba mala
y de mis despojos,
pasa a mis ojos,
vive sin saber
de su efímero existir...
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© "Hombre adjunto", Reedición Nº2. Del texto inédito "Largo epitafio". Náralit, 02 de enero de 2011. (Este poema originalmente aparece con el título de "Tardía luz desde mi ser mineral", y "Hombre adjunto" era un texto diferente del cual he tomado el título para "rebautizar" este anterior poema).
Ilustración de esta entrada: Pintura de Vicent Van Gogh.