Imagen con fines ilustrativos.Lunes Santo santo lunes
y el mundo va cambiando.
Dios: no creo en ti pero te nombro
porque me incrustaron,
desde la cuna hasta mis dieciséis,
la necedad de tu nombre.
Y desde entonces sé que eres una manía
de la muchedumbre ovina
apelotonada en la gramínea sintética
(tan falsa como tú)
que lo mismo pronto servirá
para el masacrado futbol vernáculo
y los estupendos conciertos
de rock and roll.
Este santo lunes Lunes Santo
la ostra de mi alma abre
y espera alguna diversión
con la cual lamer este hastío
y se le haga a uno la cosa más propicia.
Dos días postrado de esta forma
mirando desde las persianas
a las robóticas ovejas
de la tonta voluntad
al ritmo de los zombis.
Lunes Santo santo lunes
y el mundo va cambiando:
hacia la costa felices los jóvenes
a los que no les deseo nada
porque tampoco lo haré por estos viejos
sembrados como guano
atentos a la representación última
de la sarta de horrores
que le hicieron a un hombre
elevado por estrictas razones económicas
a la categoría de dios.
Lunes Santo santo lunes
y el mundo va cambiando.
© Frank Ruffino, del texto inédito "El que trasciende" (2005).
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miércoles, 31 de marzo de 2010
domingo, 28 de marzo de 2010
Invocación suicida
a chispa (+), aunque no sepa estas líneas, o sí?
Día, mátame, acércame la copa de veneno
y brindemos! Abre la tierra y devora este cuerpo
o arrástrame al fondo del pantano
y cambia los roles:
sea yo la presa
y tengan los submarinos seres
su ración de mí.
Oh, día, cuando ya deseo despedirme
solo nobleza tienes;
pido lo noche,
la noche pido en vano
y nada sucede ni viene la serpiente que invoco.
Día inconsecuente con mis deseos,
preséntame a tu muerte,
guíala hasta Náralit,
y venga ella a mi puerta
y chasqueando los dedos
me haga un humo
en su chistera honda.
Oh desventurado día de mi vida
ajeno a mis urgentes peticiones,
podría saltar del campanario
y quedar frente a todos desnudo
como debe irse uno de este mundo,
o como último recurso
acudir donde un sicario
con mi juego de cuchillos nuevos:
“pruébalos, hermano mío,
si sirven son tuyos”. Casi seguro
todos los filos coincidirán en mi corazón
y feliz y agradecido ejecutaré
el gemido más alto
en honor al acto.
Día, de una vez por todas mátame,
acércame la copa de veneno
y brindemos!
© Frank Ruffino. Texto inédito, marzo 20, 2010.
martes, 23 de marzo de 2010
En las horas furtivas
Son ciertos duendes minando a las musas
que me amparan:
vienen azules al alba
con negros filos y cortan.
Lo sé por la red que atrapa
sus alientos,
por la humedad trasegada del rocío
a mi celosía,
por sus escarceos al debilitamiento.
Son las acostumbradas horas de los furtivos,
cuando soñamos adentrados
en el laberinto de la memoria,
y si nos alerta el coro de sus voces,
al desenredarnos de nosotros mismos
apenas si se mira la cola de la niebla
fragmentarse y perderse.
Y saben si dejamos algo entreabierto
para la emboscada.
Esas bacterias del desaliento,
esa sequía que llaman otros,
vienen al alba...
Sólo al alba se puede robar un alma.
que me amparan:
vienen azules al alba
con negros filos y cortan.
Lo sé por la red que atrapa
sus alientos,
por la humedad trasegada del rocío
a mi celosía,
por sus escarceos al debilitamiento.
Son las acostumbradas horas de los furtivos,
cuando soñamos adentrados
en el laberinto de la memoria,
y si nos alerta el coro de sus voces,
al desenredarnos de nosotros mismos
apenas si se mira la cola de la niebla
fragmentarse y perderse.
Y saben si dejamos algo entreabierto
para la emboscada.
Esas bacterias del desaliento,
esa sequía que llaman otros,
vienen al alba...
Sólo al alba se puede robar un alma.
© Frank Ruffino, del texto inédito de 2002, "Antipoemas cuánticos"
martes, 16 de marzo de 2010
Poema: A la muerte del poeta Jorge Charpentier (Sexto aniversario de su deceso)
Imagen cortesía del artista, escritor y poeta Faustino Desinach.
A la muerte del poeta Jorge Charpentier García
A poco moriste
y siguió la vida
sin un ápice de culpa,
con la vanidad
empecinada en su juego
y nuevos poetas
creyéndose inventores,
designando colores
a las letras.
A poco moriste
y a ocho meses,
cuando se convencieron
de que no vendrías
a tu propio cumpleaños
el 22 de noviembre,
te fueron acomodando
en un oscuro cesto.
Te etiquetaron
poeta antiguo.
Pusieron todo
lo que eras en una camisa
de fuerza llamada
época del tiempo,
de otro tiempo,
de otra poesía,
de ordenar todo por manidas
fórmulas generacionales.
A poco moriste
y tu nombre está entre
los dignos de nombrar.
(Pero no es suficiente
engrosar la nómina
de seres evocados
por una cosa o por otra.
No me consuela
la justicia divina de la Muerte,
su fiera guadaña
pendiendo sobre las quijadas
con mueca de eternas).
Lo bueno sería
que vinieras cada año
y publicaras un libro
de poemas.
Que vinieras
como estación
de los mangos
y de las uvas.
Qué padre llegar
al bar y encontrarte
luchando con un poema;
verte trastabillar
hacia otra taberna despotricando
contra los odiosos
horarios de los hombres:
tanto te gustaba recibir
el alba con grandes ojos,
regresar a casa
cuando los cónyuges
salen de su ataúd
compartido
y con dolor vuelven
a esposarse
para seguir alienados
en la pesadilla
de los convencionalismos
sociales.
A poco moriste
y no han cambiado
mucho las cosas:
no mueren los pájaros
del barrio,
tu perro espera
en la puerta un regreso,
pasan los mismos
viejos gastados
(como si sólo
tú tuvieras
que morir)
hacia el súper o a misa,
o al Seguro a recibir
sus raciones de placebos
sin cariño.
A poco uno muere
y todo sigue igual,
sin un pueblo,
dos torres, un país;
un montón
de descuartizados...
Porque la vida,
cantan con toda razón,
sigue igual.
(© Frank Ruffino: "El que trasciende", texto inédito, abril 2004).
A poco moriste
y siguió la vida
sin un ápice de culpa,
con la vanidad
empecinada en su juego
y nuevos poetas
creyéndose inventores,
designando colores
a las letras.
A poco moriste
y a ocho meses,
cuando se convencieron
de que no vendrías
a tu propio cumpleaños
el 22 de noviembre,
te fueron acomodando
en un oscuro cesto.
Te etiquetaron
poeta antiguo.
Pusieron todo
lo que eras en una camisa
de fuerza llamada
época del tiempo,
de otro tiempo,
de otra poesía,
de ordenar todo por manidas
fórmulas generacionales.
A poco moriste
y tu nombre está entre
los dignos de nombrar.
(Pero no es suficiente
engrosar la nómina
de seres evocados
por una cosa o por otra.
No me consuela
la justicia divina de la Muerte,
su fiera guadaña
pendiendo sobre las quijadas
con mueca de eternas).
Lo bueno sería
que vinieras cada año
y publicaras un libro
de poemas.
Que vinieras
como estación
de los mangos
y de las uvas.
Qué padre llegar
al bar y encontrarte
luchando con un poema;
verte trastabillar
hacia otra taberna despotricando
contra los odiosos
horarios de los hombres:
tanto te gustaba recibir
el alba con grandes ojos,
regresar a casa
cuando los cónyuges
salen de su ataúd
compartido
y con dolor vuelven
a esposarse
para seguir alienados
en la pesadilla
de los convencionalismos
sociales.
A poco moriste
y no han cambiado
mucho las cosas:
no mueren los pájaros
del barrio,
tu perro espera
en la puerta un regreso,
pasan los mismos
viejos gastados
(como si sólo
tú tuvieras
que morir)
hacia el súper o a misa,
o al Seguro a recibir
sus raciones de placebos
sin cariño.
A poco uno muere
y todo sigue igual,
sin un pueblo,
dos torres, un país;
un montón
de descuartizados...
Porque la vida,
cantan con toda razón,
sigue igual.
(© Frank Ruffino: "El que trasciende", texto inédito, abril 2004).
Este mes de marzo se cumple seis años del precipitado y misterioso deceso del poeta Jorge Charpentier García (el día 20 ó 21 aparentemente, siendo encontrado sin vida tres días después en su habitación por su amiga, la poetisa Estela Fuentes y una vecina), a quien conocí dos años antes de su muerte en el bar La Madrigal. Después, en ese y otros reductos de Barrio Amón, como La Marinita, bar Limón, y buscando unos doscientos metros más hacia el sur, cerca del centro de la capi, bar Salón París y bar La embajada, nos encontramos regularmente y compartimos muchos whiskies, leímos muchos poemas de ambos y también nos salieron algunos poemas buenos. A pesar de que no creo ni me gustan los talleres, aprendí valiosos consejos de este gran maestro costarricense, quien se graduó en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid, donde fue Catedrático. Quien en 1997 obtuvo el más alto premio que otorga el Estado costarricense a sus escritores y artistas por toda una vida dedicada a la cultura, me refiero al Premio Nacional de Cultura Magón. También ganó el Premio Nacional de Poesía en cinco ocasiones.
La oda la escribí días después del deceso de este poeta enigmático, un gótico innato, siempre gastando lentes oscuros y de atuendo negro impecable, con su voz cartuja, y su cigarrillo siempre en los labios… Creo, las líneas del anterior texto son un intento de hacer una biografía-poema de la parte bohemia de este gran poeta americano.
La oda la escribí días después del deceso de este poeta enigmático, un gótico innato, siempre gastando lentes oscuros y de atuendo negro impecable, con su voz cartuja, y su cigarrillo siempre en los labios… Creo, las líneas del anterior texto son un intento de hacer una biografía-poema de la parte bohemia de este gran poeta americano.
Frank Ruffino.
jueves, 11 de marzo de 2010
Ah, olvido...
AH, OLVIDO…
Ah, olvido… carroza fúnebre por parajes
polvorientos y calcinados,
pañuelo en el tendedero
de una casa abandonada hace mucho.
Olvido amargo, niño que encuentra
mi soldado de plomo 314 años después
cuando soy oficialmente borrado de las listas,
pero aún así él le indica:
ve y lucha, sácale provecho a la guerra;
soy general de pequeños ejércitos antiguos,
sobreviví a todos y te sobreviviré a ti,
cuando también seas dado de baja.
El niño hace el saludo militar respectivo
sin reparar en las palabras del militar;
crece, camina, se hace hombre,
gana batallas, se llena de medallas,
luego un día pierde la guerra, muere.
Ah, olvido… carroza fúnebre por parajes
polvorientos y calcinados,
pañuelo en el tendedero
de una casa abandonada hace mucho.
Olvido amargo, niño que encuentra
mi soldado de plomo 314 años después
cuando soy oficialmente borrado de las listas,
pero aún así él le indica:
ve y lucha, sácale provecho a la guerra;
soy general de pequeños ejércitos antiguos,
sobreviví a todos y te sobreviviré a ti,
cuando también seas dado de baja.
El niño hace el saludo militar respectivo
sin reparar en las palabras del militar;
crece, camina, se hace hombre,
gana batallas, se llena de medallas,
luego un día pierde la guerra, muere.
© Frank Ruffino, texto inédito 2009.
lunes, 8 de marzo de 2010
El circo en la ciudad
Cirque. George Pierre Seurat, 1891.
El circo en la ciudad
La vida no es sueño, es circo (F.R.)
Otro tipo de paraíso violento...
A Alexánder Obando, con amistad
HA llegado el circo
y se ha instalado
en las afueras de la ciudad.
Dentro de esta carpa azul
(anuncian en el rótulo)
todo es posible, pero estos
niños descreídos
ya no son para
el circo, están aparte
del niño mío todavía
en espera de la magia
(levitar en el punto
más alto del arco iris
suele ser espectacular).
Tampoco sus enanos
son como antes:
alertados por la Red están
tristes por no alcanzar
la estatura reglamentaria
y les ronda siempre
el suicidio mientras
todos se desternillan
por ser tan excepcionales.
A los payasos,
por más pintura,
se les nota la pena:
negra, erizada,
llena de quejidos
verdes como el moho.
En el circo la selección
natural es aplastante:
el más fuerte, el más ágil...
Y a las extrañas criaturas
se les deja para la burla
y el asombro.
El hombre de los tres ojos
se fija en mí.
Operarse el remanente
sería su ruina,
mejor en la urna mirar
un poco más
esta realidad pervertida
y con su infortunio
hace rico al empresario
dueño de esta jungla
de excentricidades.
Prometen que el espectáculo
será a prueba de aburridos.
Apagan la luz
y aparece una luna
en cuarto menguante,
después se hace
la noche sola
e irrumpe una bestia
sin clasificación zoológica
que un gitano cazó
en los montes
yermos de Tenerife.
Es barbuda y pequeña
y por su suerte de boca
blasfema una feroz mujer.
Fabulan que comía azufre del Teide
y de vez en vez bajaba
al mar extasiándose porque
era lo que amaba.
Nadie creería que una bestia
así sea tan llorona,
pero es que la tienen toda
reducida a perpetuidad.
En este circo hay
intentos de tigre
con recuerdos de elefante
y vislumbres de oso.
Realmente todos somos sombras!
Una mujer de dos metros diez
es la novedad esta temporada.
En la intimidad de la carpa
todos saben que el más
pequeño la frecuenta
con asombroso éxito.
(Porque dentro del circo
hay otro circo
que el espectador
ni siquiera intuye).
Y están corriendo
las apuestas:
unos aseguran
que los genes de este
amago de macho
prevalecerán,
otros se inclinan
por la giganta.
Son nueve meses para
que unos pocos acumulen
una pequeña fortuna
y habrá expectación
a ver cómo evoluciona
la nueva adquisición del circo.
Después, por uno u otro motivo,
seguirán corriendo las apuestas
en este extraño mundo nómada.
y se ha instalado
en las afueras de la ciudad.
Dentro de esta carpa azul
(anuncian en el rótulo)
todo es posible, pero estos
niños descreídos
ya no son para
el circo, están aparte
del niño mío todavía
en espera de la magia
(levitar en el punto
más alto del arco iris
suele ser espectacular).
Tampoco sus enanos
son como antes:
alertados por la Red están
tristes por no alcanzar
la estatura reglamentaria
y les ronda siempre
el suicidio mientras
todos se desternillan
por ser tan excepcionales.
A los payasos,
por más pintura,
se les nota la pena:
negra, erizada,
llena de quejidos
verdes como el moho.
En el circo la selección
natural es aplastante:
el más fuerte, el más ágil...
Y a las extrañas criaturas
se les deja para la burla
y el asombro.
El hombre de los tres ojos
se fija en mí.
Operarse el remanente
sería su ruina,
mejor en la urna mirar
un poco más
esta realidad pervertida
y con su infortunio
hace rico al empresario
dueño de esta jungla
de excentricidades.
Prometen que el espectáculo
será a prueba de aburridos.
Apagan la luz
y aparece una luna
en cuarto menguante,
después se hace
la noche sola
e irrumpe una bestia
sin clasificación zoológica
que un gitano cazó
en los montes
yermos de Tenerife.
Es barbuda y pequeña
y por su suerte de boca
blasfema una feroz mujer.
Fabulan que comía azufre del Teide
y de vez en vez bajaba
al mar extasiándose porque
era lo que amaba.
Nadie creería que una bestia
así sea tan llorona,
pero es que la tienen toda
reducida a perpetuidad.
En este circo hay
intentos de tigre
con recuerdos de elefante
y vislumbres de oso.
Realmente todos somos sombras!
Una mujer de dos metros diez
es la novedad esta temporada.
En la intimidad de la carpa
todos saben que el más
pequeño la frecuenta
con asombroso éxito.
(Porque dentro del circo
hay otro circo
que el espectador
ni siquiera intuye).
Y están corriendo
las apuestas:
unos aseguran
que los genes de este
amago de macho
prevalecerán,
otros se inclinan
por la giganta.
Son nueve meses para
que unos pocos acumulen
una pequeña fortuna
y habrá expectación
a ver cómo evoluciona
la nueva adquisición del circo.
Después, por uno u otro motivo,
seguirán corriendo las apuestas
en este extraño mundo nómada.
© Frank Ruffino, texto inédito, 2003
jueves, 4 de marzo de 2010
Rituales a la luz primera
Pintura cedida por mi amiga Carmen Molins ("Sedemiuqse").Rituales a la luz primera
a More Baker
Intuir idénticas cosas al amanecer.
Sin afectación alguna
con tal milagro despreciado
por nosotros, superiores entes,
fugaces sombras
ofrecen sus parabienes
a la luz creciente.
Arranca el ruido asimétrico
de las máquinas
como una parte
que faltaba de esta
irrealidad conjuntiva;
adelantados tres pasos
por la acera resbaladiza y húmeda
va el silbar de Fausto
y su repertorio definido
del trágico virtuosismo
de su alma.
Enderezo huesos,
estiro músculos,
froto manos
y las echo sobre sublimes poemas,
de los mejores,
que el noctámbulo ángel
ha colgado este marzo
con exclusivas féminas.
Cierro el ritual, ajeno
a los cavernosos rezos
de la celda contigua
donde mi Creadora
capitula con un améeeeen.
Apagado el vocinglero arbóreo
y el inicial empuje del mundo
retorno a mi pasivo lecho
confiado de ganar a la luz.
© Frank Ruffino, inédito, 04 de marzo 2010.
a More Baker
Intuir idénticas cosas al amanecer.
Sin afectación alguna
con tal milagro despreciado
por nosotros, superiores entes,
fugaces sombras
ofrecen sus parabienes
a la luz creciente.
Arranca el ruido asimétrico
de las máquinas
como una parte
que faltaba de esta
irrealidad conjuntiva;
adelantados tres pasos
por la acera resbaladiza y húmeda
va el silbar de Fausto
y su repertorio definido
del trágico virtuosismo
de su alma.
Enderezo huesos,
estiro músculos,
froto manos
y las echo sobre sublimes poemas,
de los mejores,
que el noctámbulo ángel
ha colgado este marzo
con exclusivas féminas.
Cierro el ritual, ajeno
a los cavernosos rezos
de la celda contigua
donde mi Creadora
capitula con un améeeeen.
Apagado el vocinglero arbóreo
y el inicial empuje del mundo
retorno a mi pasivo lecho
confiado de ganar a la luz.
© Frank Ruffino, inédito, 04 de marzo 2010.
miércoles, 3 de marzo de 2010
3:14
Pintura de Carmen Molins.
Tres y catorce de la madrugada.
Tres y catorce que juntos son ocho
y vuelvo a mis ocho.
A esa edad tan rara
pesqué primera vez en el viejo lago.
Tres y catorce,
también cuando tenía
treinta y un años y cuatro meses,
en ese abril en que mis huesos
completaron treinta y dos.
Tres y catorce,
día tres del mes uno del año cuatro,
tierno era el mundo entonces.
Tres y catorce,
treinta y un kilos con cuatro gramos
pesaba mi primera novia sobre la tierra,
trescientas catorce libras
mide Marlon Brando
y ahora aquélla, a la que amara,
mide treinta y un kilos
con cuatro gramos menos
-dicen- que ese tranvía.
Yo, a tres años y cuatro días de muerto,
yo, a treinta y un años y cuatro meses de muerto,
en mi cumpleaños de no ser
o a trescientos catorce años de muerto
cuando ya haya sido borrado de las listas.
Del libro "Fingida lágrima", 2003, Sociedad Editora Alquimia 2000 S.A.
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