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jueves, 31 de diciembre de 2009

Este mal sin cura de padecer la poesía

Hace algunos días me dijo ella
los inútiles que son los poetas
porque ni un pan procura mi poesía,
porque no tiene respaldo alguno
por ser perfectamente ociosa e innecesaria
a la hora de las verdades.

Por darle crédito empecé otro oficio,
a sembrar la tierra del solar.
Olvidé mi vida de araña,
mi torpe condición de hilador de seda,
de este estar obseso urdiendo
el alma líneas con cosas
ciertamente prescindibles.

Crecieron lechugas, culantro, zanahorias…
y la poesía no salía
porque estaba acomplejada en el clóset.

Luego un día que nada presagiaba,
como el borracho abstemio
confiado de su invicto
me encontré empinando el codo
con los amigos juerguistas
que acostumbraba mi vida:
musas, ángeles y demonios propios.

Desliz del que ya no salgo
y me sacarán muerto con el alma en trizas
y tal vez en la lápida consignen
este mal padecido
de ser un desbordado
y que al final un último trago,
un verso quizá,
colmó la copa,

una letra, una gota
me trajo hasta aquí.

(Inédito, 2005)

3 comentarios:

Carmen Conde Sedemiuqse dijo...

Frank....es tan sentido el poema...pero ya paso.
¿verdad?

Besos y amor
je

FRANK RUFFINO dijo...

Gracias Sede por leer estos escritos míos. Creo que sí: ya pasó...

Un beso,
Frank

Salomé Guadalupe Ingelmo dijo...

Hay males de los que uno no se cura. Si esto de la literatura fuese de naturaleza vírica... lo mismo. Porque los bichitos acabarían ahogados en el alcohol, digo. Abrazos.

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