a Blanca Miosi
Desnudo sobre el lecho,
cavilo en nada
más allá de este ser.
Sin más afán que enfocarme
en mí mismo
doy un vistazo general a mi cuerpo
que recién ha cumplido
sus 46 años: musculoso,
sin grasa sobrante… aún joven.
Torso ancho cubierto de fino
y delicado vello,
pegadas a ambos
lados de mis hombros
dos ramas iracundas
movidas siempre por el viento
y en intentos de asir algo
ajeno al deseo,
abdomen llano
que fácilmente deja ver
su sistema muscular
en que las ninfas
echan sus fichas
en reales tardes de hastío
sumido yo en la inconsciencia
absurda del vino;
más abajo, eternamente
al sur de mi rostro
al sur de mi rostro
y a medio camino de este ser,
él y sus apostados guardianes:
prominentes, salvajes,
todavía en espera
de incontables batallas,
de incontables batallas,
desyerbados de su cáscara
como frutos dispuestos
en una larga mesa
de ávidas comensales
que han creído estar solas
en espera del premio;
piernas largas y fuertes,
de abultada anatomía,
pies grandes, preparados
al rápido escape cuando
caen en el fango,
transitan nieve o arena,
o simplemente diseñados
para errar sin descanso
por esta tierra calcinada
de almas reprensibles.
¿Dónde habita la poesía
en esta máquina perfecta
del desasosiego,
crispada por la duda
y ansiedad,
tratando cada día
y cada noche
de gastar la energía pura
que escapa de su piel,
la fuerza primigenia
del sol, el aire,
la tierra, el misterioso
poder del agua?
¿Dónde la poesía
o lo que se le parezca
en este cuerpo
que en pocos años
será pasto de gusanos,
y tristes sus huesos
no darán fe de uno que fue
hecho y derecho
para el amor y la guerra?
¿Dónde un verso,
siquiera una línea antipoética?
¿Dónde yacen mis desafiantes
alas de ángel, dónde ellas
sobre interminables reinos de la piel?
¿Dónde en estos agrestes territorios
que obreros de un oscuro sino
dejarán en pila de escombros?
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© “Autorretrato con preguntas finales”, 29 de junio de 2011. Del texto inédito “Náralit” (Poemas y Antipoemas).