viernes, 29 de diciembre de 2023

© LA ESPECIALIDAD DE TACONES (Cuento de Frank Ruffino).




Durante su jornada laboral, el carnicero Tacones se la pasa llorando anónimamente. Y no es cualquier lloriqueo que únicamente humedece sus ojos, sino suculentas lágrimas de Magdalena que corren vertiginosas por las mejillas, narices y bocas, impactando directamente los voluminosos segmentos de vaca, cordero o cerdo que va trozando en distintos cortes para posterior exhibición y venta.

Y es preciso cuando se desmarca de los colegas matarifes. Así me dilucidó tal paradoja el día que fui a entrevistarlo, pues, últimamente, resulta imposible obviar la larga fila de ciudadanos que cada día se forma frente a su negocio dando vuelta a la manzana:

—Nunca he matado un pollo, menos corderito; corazón no tengo para semejante y odiosa acción de quitarle la vida a una criaturita de Dios, pero la gente debe comer. Eso lo tengo clarísimo como este fiel espejo —pone el intimidante cuchillo de carnicero horizontalmente frente al rostro, se contempla y tristemente hace un guiño—. Soy perfecto inepto, un carnicero cobarde y sin vocación, mas, como todos, también debo subsistir y sacar adelante a mi familia.

—Bueno, señor Tacones, y es que tampoco es deber del carpintero realizar labor de leñador, ni del panadero sembrar trigo, ni del herrero extraer metal de la mina —le digo a este sensiblero de antología buscando yo alguna empatía.

—¿Y sabe algo, mi confiable e inteligente joven periodista?

—No...

—Antes que el oficio de carnicero, mi genuino desiderata estribaba en la heroica profesión del toreo, mas, al empezar a incursionar en este arte magno, al siguiente paso de clavar las banderillas, acto previo a la estocada fatal, pues que me quedaba de una pieza frente al pobre bruto y por muy poco escapé de ser cogido y fungir de trofeo.

—¡No!

—¡Pues sí que es así! Los ojitos que me hacía el toro aún me conmueven.

—Madre mía...

—Y la de todos... ¡nuestra Negrita Santísima!

Y vuelve sobre la acción de cercenar, cortar, trozar... no parando ese temporal de sentimientos convertido en abundantes lágrimas que, cuando se abren las esclusas de a de veras, trata de enjugar en su delantal blanco, ya impregnado de indefinidas salpicaduras gordas de sangre, quedando impresas las regiones de su rostro torturado.


Mi nuevo poemario. Ventas directas por mi Sinpe 85-28-84-87 (WhatsApp), 8 mil incluye gastos de envío.

Y es en este punto que evoco el Sudario de Turín. Un cuadro patético nada conocido por su numerosa clientela (y que le prometí no revelar en mi reportaje) al ser Juanita y Lupe, madre e hija, respectivamente, las encargadas de despachar adelante al público que acude fielmente y en tropel a Las delicias de Tacones, nombre del negocio cuyo lema reza:

Los mejores y más frescos cortes aderezados con sentimiento

Y no es mentira.

Así que el producto del establecimiento de este carnicero Tacones parece estar equilibradamente salado, extrajugoso y más fresco y conservado que de los de la competencia, del diluvio vertido sobre las piezas, un llanto incontenible sobre su mesa de destazador, larga y ancha pieza rectangular de acero inoxidable donde caben los cadáveres de dos vacas descuartizadas.

Y por los bordes adrede levantados hacia adentro, el charco de lágrimas crea una piscina de sanguaza única y especial en su superficie, esencia y adobo ultrasecretos que hace tan apreciable a este comercio cárnico sin igual.

FIN

"Sultans of Swing"

Hoy les comparto, de la extinta mítica banda británica de rock, Dire Straits (1977-1995), considerado como uno de los grupos musicales más exitosos de la historia de la música rock, su archifamoso tema de 1978 "Sultans of Swing": 

https://youtu.be/h0ffIJ7ZO4U?si=CTNtT_YU3EuF_bJG

'La especialidad de tacones' es uno de los 18 textos de mi tercer libro PARA MATAR A UN ANDROIDE. Pueden adquirir la obra a través del WhatsApp-Sinpe: 85-28-84-87: 7,000 colones por ejemplar, incluye envío. Es posible cancelar una vez que llega libro.

Mis tres publicaciones de cuentos: 12,000, precio que también contempla costo de correo rápido certificado.

¡Gracias por la confianza!



                                             

lunes, 25 de diciembre de 2023

RETRATO 2024 DE UN MUNDO PERDIDO (Artículo de Frank Ruffino).


Por despreciar a la Poesía olvidaron sentir más allá del alma (percibir) y, por ello, cualquier seudocanción en voz de un seudoartista los vuelca en lágrimas y pataletas. 

Por descartar la lectura del Cuento ahora se tragan cualquier historia devaluada, cerebros sin «aceite» literario: ¡que los políticos y otros monstruos con corbata piensen por ellos y los lleven al redil, como los quieren tener! 

No olvidemos, somos Homo Sapiens por el sagrado arte de contar, lo que lleva a pensar, imaginar, fantasear, inventar, comunicar, viajar... 

Entonces, está a punto de abrirse este 2024, otro ciclo de las grandes mentiras, con muchedumbres futboleras y de conciertos apoteósicos, dirigidas (las mentiras) por ladinos zorros de la sociedad masiva de consumo, fuertemente adiestrados en distraer a esta ganadería de borregos humanoides, de la esencia obtenida en diez mil años de historia. 

La Historia que nos cuenta mil y un relatos de extraordinarias civilizaciones, grandes sabios gobernantes y estadistas; escritores, poetas, músicos, filósofos y científicos, ahí, ahí, sin tener que ir ya a un edificio solemne (biblioteca o museo), hoy, mágicamente contenida en este aparatito de 300 gramos, criminalmente subutilizado, excepto para lo negativo y criminal. 

Porque las cortinas de humo que echa una degenerada y perversa élite, son adrede concertadas y espesas, y el hechizo asesino es pandémico: se debe aniquilar la capacidad de pensar, fabular y crear, de percibir e intuir (sentido de profundidad mental)... En fin, de pulverizar la voluntad literaria y artística. 

Época de las mujeres alienadas e imbéciles adictas al selfie, «Trastorno obsesivo compulsivo» (TOC), sin atención psiquiátrica de la salubridad pública; embrujo en acción por redes sociales las 24 horas del día, los 365 días al año. 

¡Basta ya de esta legión de idiotizadas ególatras tecnológicas! 

También se ha consolidado el tiempo de los analfabetas funcionales (la mayoría con algún «título académico», «abogados», «políticos», «periodistas», etc.), que medio saben leer, escribir y por lo dicho aquí, poco atesoran del arte de pensar, aunque tengan en sus manos, reitero, una biblioteca universal que rivaliza con todas las universidades de prestigio del planeta juntas. 

Y de la llamada «profesión» del «influencer», digo que se trata, por lo general, de un ciego guiando a millones de jóvenes ciegos. Este individuo sacado de la chistera de un mundo digital donde se aplaude lo bizarro y ridículo; inmerecidamente, es el nuevo «sacerdote», «pastor», «poeta», «escritor», «profesor», «maestro», «amigo consejero»... mas, por su mecánica de matar el tiempo, pues, con pasatiempos, guardan más semejanza a los antiguos payasos y saltimbanquis del circo. 

Así, deploro, sobremanera, la cuenta regresiva hacia la bestialidad y banalidad, que, parece, no tener ningún esfuerzo apreciable de contención, esto por parte de las sociedades y estados, porque, según veo, ya también la Familia tiró la toalla. 

Uno como comunicador, escritor y poeta lo detecta y siente y, aunque lleve algo de ego, tal fenómeno le sucede a miles de colegas en Costa Rica y el mundo: ante la publicación de mi tercer libro de cuentos «Para matar a un androide», los que deberían ser ejemplo y guía de la prole más joven en la familia, hablo de «viejos» como yo (en cuenta colegas de letras), sólo me desean felicidades y éxitos, incluso, pactan adquirir un ejemplar y hasta expresan se retarán a sí mismos, prometiéndome leer en papel los 18 textos de esta obra que cuesta lo que un six pack de cervezas. 

Y no cumplen... porque ya hasta perdieron el valor de la palabra empeñada (adquirir el cuentario). 

¡Por mí que sigan así! 

Entonces, a fondo, no sabrán nunca la forma en que un escritor pudo matar a un androide femenino (fembot o ginoide) en su cuento... 

¡Pues humanizándolo! 

Pero les dejo oculta esa historia, un «privilegio» para quien desee averiguar cómo la imaginación, que aún está libre de impuestos y control del sistema, concibió tal reto. 

No me cabe la menor duda, contra el humano actual (principalmente y estratégicamente la niñez) el cometido de esas élites de psicópatas, pasa por borrar todo sentido crítico, literario y artístico, que no piensen a fin de que pierdan identidad individual en la selva indiscriminada del consumo masivo. Y de «historias»... pues únicamente las payasadas de TikTok (o las películas de fantasía absurda o violenta), y, por ende, que llevan hacia la «demencia-Alzheimer» social, en el peor de los casos, junto al consumo de sustancias. 

Si la Humanidad sobrevive a esta involución de la civilización, este siglo será recordado por perderse, en tan sólo 25 años, el sentido musical, de lo que significa una buena letra en una canción y apreciación artística; y al no impartirse literatura intensiva en los sistemas educativos desde la primera infancia, la básica habilidad de comprensión de lectura; en fin, la capacidad de hablar, escribir, pensar, crear, soñar, de asombro y curiosidad... de todo aquello que nos hace humanos. 

¡Bienvenidos al mundo de los zombis amaestrados! 

*** 

Les comparto «Prehistórico pájaro blanco», y «El Rapto impensable», que son dos de los 18 textos de mi tercer libro PARA MATAR A UN ANDROIDE. Pueden adquirir la obra a través de mi SINPE MÓVIL: 85-28-84-87 (WhatsApp, para afinar detalles del envío): 7,000 colones por ejemplar, incluye envío. Es posible cancelar una vez que llega libro. 

Mis tres libros de cuentos: 12,000, precio que también contempla costo de correo rápido certificado. 

¡Gracias por la confianza! 

«El Rapto impensable» 

https://cuentosdefrankruffino.blogspot.com/2023/11/el-rapto-impensable-cuento-de-frank.html 

«Prehistórico pájaro blanco» 

https://cuentosdefrankruffino.blogspot.com/2023/12/prehistorico-pajaro-blanco-cuento-de.html

sábado, 23 de diciembre de 2023

© Prehistórico pájaro blanco (Cuento de Frank Ruffino).


Por la luz del pasado que nos llega contenida en la única imagen de su retrato fotográfico, sabemos hoy, Billy the Kid era un tipo poco apuesto, no obstante, para algunos el pistolero más rápido que ha existido sobre nuestro planeta rocoso, donde la violencia parece ser pan de cada día.


Este temido vaquero no tuvo oportunidad material ni temporal de siquiera intuir el rostro de Elvis, pero una tarde el rey experimentó un déjà vu al visitar Tombstone.

Años después relató la loca epifanía a Richard, su chofer que, ya viejo y en visita a mi pequeño país tropical (a donde los jubilados estadounidenses suelen venir a vacacionar cuando el invierno muerde duro en el norte) me confió la anécdota inspirándome el siguiente relato.

 ¿Richard? ¿Conductor de Elvis?

Vaya uno a saber si existió un tipo así o, de haber vivido, posiblemente su fantasma ebrio se habrá proyectado astralmente en mi plano mental (registro akáshico) mientras dormía a pierna suelta.

Cavilé, quizá se trataría de capricho de la cuántica neuronal o conexiones misteriosas de esa conciencia universal cósmica en que las supernovas y agujeros negros, a su debido tiempo y en la dimensión correcta, pueden producir cualquier evento por más rocambolesco que resulte ante pedestres ojos de Homo sapiens, mayormente habituados a creer a pie juntillas cosas e historias de menor cuantía urdidas por sus propios congéneres.

*

Elvis y Billy the Kid frente a frente en Fremont Street. Al borde de un abismo iridiscente cada quien anhela aniquilar a su improbable álter ego:

—Es injusto, Billy, este hermoso parece desarmado —suplica Mary Ellen, una de las chicas alegres que han salido del salón al percibir revuelo.

—No es mi problema, mataré a este epiléptico del tupé igual que a veintiún hombres según mi leyenda de pistolero.

Colmado de abrasadora envidia, Billy the Kid ignora que el viajero del futuro es a prueba de cualquier método exterminador, pues se conoce de la imposibilidad de ir al pasado con el ladino propósito de modificar los acontecimientos del mañana.

—Oh… Niño Billy, no lo mates, por el amor de Dios Niño no lo mates, es tan guapo y misterioso, ¡como de otro mundo!

—De este mundo... viviendo los últimos días de 1957 —aclara Elvis.

—¿Qué...? —Pregunta Mary Ellen, ofuscada y con marcado acento bostoniano.

—Nada, nada, guapa, pequeñeces en la tela espacio-tiempo o será que la imaginación es la cosa más rápida del universo... —atina a decir, mas el asunto queda ahí para la bella analfabeta que, sin proponérselo, estupendamente ha sabido atizar el fuego.


Mi nuevo poemario. Ventas directas por mi Sinpe 85-28-84-87 (WhatsApp), 8 mil incluye gastos de envío.

Entonces Elvis, gastando uno de sus muchos trajes al que llama afectuosamente Prehistórico pájaro blanco, comienza a rockear y contonearse de verdad y el barbero de enfrente recuerda una anguila eléctrica que de niño avistó varada en una playa de California. Y el polvo revuelto con estiércol parece no quitarle impulso, como si bailara en el mismo aire, inmaculado, sobre la porquería.

Más veloz que un pestañeo, el forajido Billy the Kid le coloca tres balas de plata en el rostro, pero los proyectiles traspasan al hijo predilecto de Memphis sin siquiera crearle sarpullido impactando la droguería.

Atónita, Mary Ellen se acerca al hijo de mamá Gladys y papá Vernon... El holograma interventor de Elvis toma su cadera y por arte de magia esta chica trastoca a Fender Stratocaster Player.

—¡Dios santo, Will, esto va calentando mágicamente! —Le dice una parroquiana a su cónyuge entre el gentío expectante, corrido a prudencial distancia de los involucrados en este inverosímil suceso que auguran sangriento.

—¡El show ha comenzado mis pajaritos! —Anuncia el Rey del Rock mientras eriza las cinco cuerdas del diapasón.

—La cosa se pone fea —replica Billy—. El tipo es hechicero —ladra y su áspero aliento huele a whisky y féretro. Muy ufano, lanza las ideas farfullando y exponiendo unos irregulares dientes de marmota—: ¡Aquí necesito más que un Billy the Kit!

Aún con sus cañones humeantes, de O.K. Corral emergen sombras de infames cuatreros, Billy Claiborne y dos pares de desagradables hermanos, los McLaury, Frank y Tom; y Clanton, Billy y Ike.


Además de cinturón negro y regular poder telepático, Elvis tiene lo suyo: de la esquina más próxima se materializa el legendario trío luminoso de alguaciles, los hermanos Earp: Wyatt, Morgan, Virgil, y Doc Holliday. De fondo, una banda sonora ambiente devuelve ecos de fierros y tambores de guerra, resoplidos de bestias enloquecidas, largas exclamaciones del pueblo en vilo, polvo y tufo a tabaco.

Son cinco pistoleros provistos con letales revólveres Colt 45 frente a igual número de rockeros armados de chicas convertidas en guitarras mágicas de sicodélicos diseños y colores, por lo que, estos sin alma, habituados a genuinas escopetas, rifles y pistolas, no saben bien qué cosa enfrentan.

Se trata de inocuos rayos láser proyectados de las palas de sus instrumentos, detonando a todo dar «Jailhouse rock» contra una lluvia de balas de grueso calibre que aún así son desviadas a través del campo magnético creado por el rey y pentagrama de ensueño, esta vez, menos peligrosas que esponjitas de azúcar.

La escena transcurre en treinta segundos con idéntico número de disparos. El imperio de la ley logra imponerse a puro rock and roll. Billy the Kid y dos forajidos sobrevivientes huyen despavoridos al desierto en sus nerviosos caballos desbocados y, de legítimo miedo, los hermanos McLaury y Billy Clanton yacen muertos con los oídos hechos una sangría.

Mary Ellen y nueve vaporosas saltarinas del salón Bird Cage agasajan a los cinco gladiadores ejecutando marcialmente un baile de alta energía (el cancán) que proyecta sus ondas gravitacionales hacia todo el planeta y universo.

A dos chicas por cabeza, marchan a la garganta resplandeciente del agujero de gusano, mientras el rey entona un éxito, el mayor de su carrera gloriosa, que será del arsenal posterior: «Can’t Help Falling in Love», y es en ese preciso instante que el grupo sufre un estirón de espagueti hasta cerrarse el diminuto portal interdimensional, tan pequeño como la cabeza de un alfiler.

FIN

Precisamente, les comparto hoy esta mítica canción de nuestro amadísimo e inolvidable Rey del Rock, "Can´t Help Falling in Love" (1961), su balada romántica más celebrada:

https://youtu.be/Yzpj0amDC-c?si=ObqrxMa5u73Sacxe

'Prehistórico pájaro blanco' es uno de los 18 textos de mi tercer libro PARA MATAR A UN ANDROIDE. Pueden adquirir la obra a través del WhatsApp-Sinpe: 85-28-84-87: 7,000 colones por ejemplar, incluye envío. Es posible cancelar una vez que llega libro.

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jueves, 14 de diciembre de 2023

25/10/2024 Novela «Tristes memorias de un Tiranosaurio rex» a punto de ver la luz


25/10/2024

Del autor, editor, y cortos pasajes del libro: 

DEL AUTOR: 

Desde los siete años escribo poesía. Incursioné en el cuento estando internado por 20 días en el Hospital México, en 2017. 

A partir de esa fecha, ya muchos relatos inéditos y tres libros en este género (y un reconocimiento de la EUNED), y en unos días mi incursión en novela, a punto de publicarse (inicios de noviembre, sello editorial World Graphics) bajo el título «Tristes memorias de un Tiranosaurio rex»:

—…Bien, por favor, le imploro que evite importunarme, excepto para evacuar alguna duda de lo que relataré. No tengo culpa el alma de otro lagarto tirano reencarnara en 1965. Uno nace y los espíritus también pelean como precaristas (aquí les llaman okupas) e intentan habitar una casa decente, y si es en su especie humana, ¡mucho mejor!... porque, aunque duela, es lindo tener conciencia: ser grande y poderoso no es nada en comparación a conocer esta espectacular y asombrosa existencia del amor, la muerte y reencarnación; mecánica cuántica, la belleza, literatura, música, el arte... 

—Ahora, a la luz del cerebro humano que disfruto en esta otra vida, veo eso. Suerte es suerte. ¿Sentimientos de culpa respecto a esos animales de mi especie, exterminados horriblemente?... ¡Ninguno! Un Tiranosaurio rex no alberga sentimientos de culpa: si desde el principio atesoráramos ese artefacto idiota, seríamos gecos pendejos cazando cucarachitas y cositas así. Igual a todos los animales e insectos, por sabia ley de Natura somos ateos, únicamente nos mueve la ciencia de la carne, mucho nos enorgullecen estos colmillos tan largos como plátanos, ¡desgarrar un gran trozo de bicho o engullirle totalmente! Si fuésemos a pedirle a un dios nos provea todos los días el almuerzo, la biología en este planeta iría conformada sólo de plantitas y arbolitos... 


Historia ordenada en especie de estratos o capas, también mi indomable y necia imaginación pone a escribir un relato marco («Ficción literaria», escenario en el poblado de Juan Díaz y Nicoya) a la celebrada escritora argentina Mariana Enríquez. 

Entre sus ingles una bestia habitaba en el viejo recién llegado al poblado de Juan Díaz. Aunque aparentando ser inmensamente rico, o lo que es lo mismo, magnate, hasta ese día ninguna mujer necesitada de la región se atrevió a recurrir a semejante bóveda de dinero ambulante, de la fealdad repulsiva del estrambótico forastero, cuyo origen, a ciencia cierta, nadie sabía. 

Luego, extraigo a los personajes de éste y otra narración marco que le da título a la novela ("Tristes memorias de un Tiranosaurio rex" que tiene lugar en Puente de Génave, España), haciéndoles interactuar en especie de torbellino con los personajes principales de la obra, porque esta novela, situándome ahora como espectador posible que se aleja del texto que él mismo construyó, es torbellino que en nada hace presentir en el lector acontecimientos inmediatos. Vorágine que al fin se logra encausar, procurando no dejar cabos sueltos o deshilvanados en estas múltiples historias que al final aterrizan en una sola. 

«¿O será la misma historia con distintos rostros?», se ha preguntado esta editorial, que dispuso el siguiente texto para la contraportada de mi libro: 

«Tristes memorias de un Tiranosaurio Rex es la más reciente obra narrativa del escritor Frank Ruffino. Entre picaresca y esperpéntica esta compleja narrativa, estructuralmente hablando, ocurre esencialmente en el terreno de la imaginación, donde el autor construye un cosmos a partir de su cotidianeidad, convirtiendo el relato en una especie de autoficción donde entre otras cosas medulares el autor nos invita a preguntarnos quiénes somos realmente. ¿Somos lo que creemos ser, lo que queremos ser, o bien somos cómo los demás nos miran? No hay respuestas definitivas solo búsqueda incesante, desdoblamiento de personajes, viajeros de un tiempo psicológico que no van hacia ninguna parte y sin embargo parecen resueltos a aceptar que la mejor condición para reflejar la vida es aceptando la muerte como la única forma de regeneración. Relato oscuro, por momentos siniestro, donde el narrador igual se asoma a la vida de Adolfo Hitler como artista plástico y asesino universal que retoma pasajes del poeta Rubén Darío a quien curiosamente lo retrata al lado de Hitler, pero no vamos a decir de qué forma, será tarea del lector descubrir cómo dos personalidades en apariencia opuestas comparten cosas en común». 

Víctor Hugo Fernández, MA (Master of Arts) Literatura Comparada, Universidad de Pensilvania, EUA. 

También, esto advirtió VHF a este autor en el proceso de edición de la novela: 

«En tu novela existe -en su desenlace o remate de unas ocho páginas- un personaje importante (Chavela Vargas), que es igual parte del modelo indeterminado, vago, impreciso, sugerido y alucinado de todo el extraño documento literario que has construido (novela)». 

Agoto mi lira, harta aquí les digo de este poeta del norte que me robó un trozo de alma para cantar como si yo cantara algo de mis días descomunales, algo de mis pasos por esta tierra, de mi afición de pisar los caminos destronando. 

Será que tenía mis libaciones medidas y mujeres contadas, allá en el cielo azteca será mi morada. Estas ganas de exiliarme no son nuevas: doctora de la vida por méritos propios y dolor personalísimo, generala de las cantinas, santa madre del insomnio, heroína condecorada en todo el mundo: yo no soy profeta en mi tierra, con todas las medallas que da el alto canto y el alcohol me voy quedando dormida. 



Porque el final del libro, que se le figurará denso al lector avesado para tan pocas relativas páginas -120- viene de heroína Chavela Vargas como tabla de salvación del protagonista Frank Jacobs. Entonces, la obra, que empecé en los ámbitos de la ficción y fantasía más extremas con el cometido de hacerles creíbles esas historias a los lectores, logra aterrizar en la realidad del pasado (no ficción).

Pero para comenzar desde el principio explicándoles brevemente a los potenciales lectores la trama de esta historia calidoscópica, el escenario principal, mi pueblo Tilajari (Tilarán) no puede ser presentado en circunstancias más ominosas, bajo el subtítulo «Maná de difuntos», pues comienzan a aparecer (en apariencia, a llover) por todos lados cadáveres frescos de la era victoriana: 

El último aparecido nos llegó el 27 de agosto. Se trató del joven atleta normando Adrién Petit, de la ciudad de Ruán, veintiún años, quien ese día decidió ir a correr por el Valle del Sena, en las cercanías de la abadía de Saint-Georges de Boscherville. 

Así, el personaje principal de la novela y su pueblo, asediados por otros extraños fenómenos difíciles de asimilar (mecánica cuántica, paranormales...), descubre un lunes en el escaparate del teatro Flaqué (famosa sala de cine, hace mucho extinta) tres películas de la directora P. Fábrega y otro corto de un misterioso director, oculto bajo el seudónimo de «Luis Valverde». Este ciclo de cuatro filmes experimentales transcurre, tanto como la obra, de lunes a jueves. 

Como forma de exorcizar esta debacle o rajaduras en la tela espacio-temporal de deslices masivos en el tiempo, presento otras líneas narrativas paralelas a las películas, el protagonista lleva una especial y entrañable relación con su madre canaria Montserrat:

—Um... un extraterreno enamorado de la princesa Nandayure y de la literatura que le produce orgasmos rejuvenecedores. Si así sucediese en esta bizarra realidad, no dudaría que todas esas vanidosas y vanidosos vacuos de las redes sociales leerían como locos buscando belleza y eterna juventud... Pues, muy original de- tu-par-te y un lujo esta cineasta se fijara en ese texto —dijo madre deletreando «de tu parte» con un tono profundamente melancólico. 

—Madre, entiéndeme: ya no logro distinguir la realidad de esta más noble dimensión literaria, incluso, la historia me parece un torbellino de sorprendentes giros y contradicciones... —dije sollozando. 

—Hijo mío... ¿cuándo aceptarás que eres tú quien debe disfrutar de los créditos de los cuentos, y no ese álter ego literario, seudónimo, como quieras llamarlo... ese tal Frank Ruffino? Eres Frank Jacobs… ¡y nada más! 

—Sabes, es difícil existir sin desdoblarse, soy en mi literatura mitómano perdido, con la posibilidad de ser otros, esa es la libertad que, al menos, literariamente me puedo otorgar, una licencia que a nadie hace daño y sí mucho bien a los lectores —reflexioné a medio megáfono, por lo que mi confesión resultó más que clara y escuchada. 

—Respeto sí, mas no comparto ese desfase de humildad autodestructiva. Hasta un barrendero municipal exhibe más dignidad y orgullo por su labor. ¡Emplea también tu descomunal imaginación para la superación económica personal! 

—¿Y si esta misma realidad, que ya supera toda ficción literaria, fuese también producto de la imaginación? ¿Qué tal si no existe nuestro pueblo, el teatro Flaqué, don Vladimir Del Vecchio y sus libros profundamente hechizados, tanto que parece esta realidad va transmutando? ¿Son reales doña Norma, Cuca, Itel Val, Mark Crox, el propietario de una cantina llamada El gallo de oro, tan imaginaria como el mismo Pedro Páramo y escritor imaginario conocido por el nombre Juan Rulfo...? (En este punto recordé «El hombre imaginario», gran poema de don Nica). Ni tú ni yo madre existimos, tampoco la materia y el tiempo, todo es ilusión, sueño, holograma, matrix... Únicamente la energía parece ser, según los más connotados  físicos teóricos de la actualidad. 

—Pues igual te seguiría amando en la dimensión o torbellino cuántico que sea hijo mío —dijo madre, ya a punto de dormirse. 

La arropé y di un beso en su frente que me pareció de niebla al casi hundir mi barbilla en ella. Apagué la luz arrasado de melancolía y sentimientos de culpa. Ya tenía suficiente en un martes que, a ciencia cierta, nunca sabría si se trataba de otra jugada de la imaginación de un dios que vive pensándonos dentro de una especie de espiral energética eterna, y en ese supuesto juego o acto de máxima poiesis, crea seres de todo tipo, especialmente sus preferidos, los escritores, artistas y lectores terrícolas, que replican infinitamente sus deseos. 


Y el protagonista también desarrolla una gran amistad con un eminente historiador que radica en el pueblo, Vladimir Del Vecchio (inspirado en Vladimir de la Cruz de Lemos), quien descubre en sus tomos de Historia Universal la información del pasado, sobre todo atinente al terrible Tercer Reich, peligrosamente se ha reconfigurado de maneras impensables:

Entonces el Príncipe de las letras castellanas avistó a Hitler que ya retocaba el cuadro, y se acercó al pintor, uno de tantos que buscaban fama y fortuna en aquellos días por las calles de esta icónica urbe. Sin mediar palabra, mas, contemplándose fugazmente los dos, el esclarecido modernista contrastó el edificio contra la tela y asintió a lo que había sido reflejado en ella. De un banquito azul tomó una postal en que el futuro emperador reproducía a lápiz melancólico bosque de abetos rojos, sobrevolados por una miríada de cuervos que me hicieron recordar a Edgar Allan Poe y su misteriosa literatura, por imperar más los tonos oscuros y grises. Darío dejó caer varios chelines austríacos en un tarrito de hierro, cuya forma ovalada le pareció al poeta, había contenido sardinas españolas. 

Este mítico Tilajari tiene líneas férreas, quizá una metáfora por anhelar yo cierta conectividad física directa de mi pueblo hacia el mundo. 

Además de estas líneas narrativas y escenarios desarrollados en las pocas cuadras del centro de este pueblo, como señalé anteriormente, vienen dos relatos marco; además de las interacciones (diálogos y tertulias literarias) que tiene el protagonista con sus amigos escritores en una cantina llamada El gallo de oro:

—Interactuar con un posible primo del satanás de Adolfo Hitler, me hizo ingresar a la dimensión de este enigmático mundo, a pesar del miedo que todavía me embarga… esto de codearse con un draconiano del Cretácico tardío mimetizado en escritor, oculto bajo el seudónimo de «Ciro el triste» —confesó Aglaya. 

—Y no son por los tres mil euros de la bolsa del premio, sino por no darme por menos ante los españoles y ese emplasto de «Caca» (señalé al cazurro, también borracho, discutiendo con Jairito y amigos. Por lo que pude escuchar, la temática volvía a versar sobre Hitler, Darío y Vladimir Del Vecchio a quien, por respeto, deberíamos dejar tranquilo). 

—Uf, uf… ¿y ese apodo? 

—Carlos Castro, «Caca», pero es más porque su personalidad apesta. Respecto al premio, si el jurado es probo, pues mil quinientos euros para cada quien. 

—¡Bonita cosa! En esta dimensión no me hacen falta, ni el oro, ni los euros. También escribo un diario, una especie de versión de sus «Tristes memorias de un Tiranosaurio rex», y quizá la original… 

—¡Oh! —exclamé estupefacto. Al pronunciar «Tristes memorias de un Tiranosaurio rex», las cervezas me subieron hasta el cogote como si un forzudo hubiese dado un mazazo en mi propio pie, y me colmé de rabia, pues hasta ese momento daba por un hecho, este cuento era único y exclusivamente de mi autoría. 

—No lo notó usted, señor dinosaurio: he estado en las últimas películas de P. Fábrega que ha visto en el cine Flaqué, tres o cuatro filas atrás. 

—Teatro le llamamos, pues es principalmente eso… 

—Ah, pues teatro. «Las Bodas de Rasputín con Nicolás II» le produjeron carcajadas que aún retumban en mi cerebro, risotadas de reptiloides como todo en usted. 

Otro pasaje de esta novela sucede con la venida al pueblo de Quimantu, quien hace transmigrar su residencia de Capitolia (capital) a un paraje cercano del lago Arenal donde también tiene, según mi parecer de autor, la existencia de una de las partes más enigmáticas que podría despertar más la curiosidad en los lectores:

A esa hora de la mañana pocos paisanos habían salido de sus casas. Un saludo aquí y otro por allá, nada que detuviera mi recorrido saludable, a paso vivo, hacia mi desolado punto de «encuentro». Hice recuento de todas las curvas en un trayecto en que podría ir con los ojos vendados y reconocer cada parte del camino, dieciséis en total. Antes de abrirse el último recodo que daría paso al plano y precipicio acordado, caminé unos diez metros a ciegas imprimiendo chistoso dramatismo a tan bizarra situación practicando el paso marcial, un metro por cada tranco de ganso: …7…8…9… y… ¡la casa de Quimantu… situada donde me prometió, ella y él… literalmente! 

Desde ya invito a descubrir esta novela de múltiples historias y desenlaces que igual podrían requerir del concurso del lector a fin de ser resueltos. 

DEL EDITOR: 

(Al enviar el texto a Word Graphics, al otro día, estas fueron las impresiones iniciales de su editor Víctor Hugo Fernández): 

«Tu habilidad narrativa es clara, tu imaginación es tremenda, tu estrategia formal es ingeniosa. Por momentos es un relato de la llamada autoficción donde el autor cuenta pasajes de su vida y los literaturiza o bien, miente falazmente y asume como propias historias de vida que solo ocurren en su imaginación. En lo personal, hay relatos que me amarran y sostienen más que otros. Curiosamente, el pasaje con Chavela me parece brillante, ese personaje (La Vargas) que visita el cementerio preparándose para la muerte y se encuentra con un poeta que por el contrario duerme con la muerte cotidianamente y escribe sobre ella de múltiples formas, a veces incluso disimulándola. 

»Por momentos tu novela se me antoja picaresca, una novela de aventuras anómalas, de un personaje extravagante rodeado de personajes igualmente extravagantes. En gran medida, reitero, el texto puede considerarse autoficción o bien una forma de novelar a partir de la experiencia personal donde el autor y el narrador se funden por momentos en uno solo y eso le permite al autor volverse sobre sí mismo y hacer sátira de sí mismo o incluso por pasajes, buscar redimirse y hasta poner claras sus relaciones con un entorno que igualmente satiriza y ridiculiza, una especie sutil o no tan sutil de sacarse el clavo. No sé si tienes lectores para este documento, al menos lectores capaces de emplearse a fondo y valorar realmente el esfuerzo inventivo y narrativo que acá propones. 

»Entonces, especie de relato picaresco, satírico, lo literario frente a lo real, el origen de lo literario, cómo realidad susceptible de convertirse en producto artístico, la trivialidad de lo inmediato elevado a texto narrativo. 

»Ya lo dijiste con claridad en el documento a través del protagonista-narrador, enfrascado en una discusión con sus amigos escritores de tertulia: 

“Un cuento, un poema es relativamente fácil, y nos agradaría mucho puedas hacer de los amigos que comentan su publicación personajes de la historia, al menos de cuatro o cinco de ellos, y emplear algo de sus comentarios y transformarlos en diálogos de personajes literarios”. 

»La novela tiene valores reflexivos importantes como el espacio propicio para la creación, algunos lo idealizan, el narrador acá hace que cualquier lugar sea válido para escribir, hasta la barra de una cantina, mientras su pareja va un momento al baño y se tarde allí una eternidad que le permite al escritor desarrollar su texto:  

"Anoté en mi libreta de bolsillo varios de esos nombres y pedí a Jairito me facilitara su ordenador portátil que estaba encendido sobre la barra, y empecé el cuento mientras mis amigos murmuraban, dudando pudiera fabular una historia a partir de esa pedestre inquietud de la señora Bottles”». 

Contraportada de "Tristes memorias de un Tiranosaurio rex".

Pueden conseguir «Tristes memorias de un Tiranosaurio rex», edición limitada, directamente y únicamente con este servidor, al Sinpe 85-28-84-87 (también WhatsApp), precio 8 mil, incluye envío. 

Listo el diseño, gracias a unos pocos pero fieles lectores que colaboraron en el proceso para la maquetación del libro. Ahora debo aún conseguir los fondos para el tiraje de esta primera edición, por lo que, amablemente, solicito adquieran la obra anticipadamente, igual, a mi "Ángel de lengua azul", que fue todo un éxito y deleite para los lectores. 

Junto al poemario «Ángel de lengua azul», coloco los dos libros 12 mil totales si mis lectores vuelven a apostar por este humilde siervo de la Literatura. 

Mi poemario 'Ángel de lengua azul' sigue recibiendo muy buenas críticas, entre estas, la del gran escritor y poeta Guillermo Fernández:

https://culturacr.net/poemario-angel-de-lengua-azul-resena/

...Según el colega Jorge Treval, hoy por hoy en Costa Rica, "el escritor más confiable" para ejercer su opinión en temas literarios.


jueves, 7 de diciembre de 2023

Más perfecta que su nariz fue la vanidad de Jacques (Cuento de Frank Ruffino)




Jacques era un hombre bastante apuesto, y, sabido de todos, su mejor parte se concentraba en la nariz, famosa y reconocida por calificarse como perfecta «gema»

Por verdad indiscutible quedaba establecido, únicamente las mejores narices nunca vistas podían comparársele: la del David de Michelangelo o de la estatua antigua del general Alejandro Magno.

Enamoradas, las poetas costarricenses compusieron sus odas extasiadas por la maravillosa nariz de Jacques y los cantantes la celebraron en felices estribillos.

Así, el consentido de Jacques, según él y por consenso público, tenía pleno «derecho» de hacer mofa de los calificados chatos, con miembro algo deforme o narizones perdidos. Y esta aberración en el pueblo empezó a alcanzar proporciones épicas. 

Aunque al fin hacía meses la peste parecía estar bajo algún control y no fuesen necesarios ya los consabidos protocolos sanitarios, al avistarle, casi todos mis coterráneos y, con algo de pena debo confesar, yo mismo, exboxeador, recurríamos al uso del barbijo en procura de evitar las bromas de Jacques... Más incómodo fue el chiste de mis propios paisanos que solían parangonar una fea o regular napia con ese arquetipo de perfección que exhibió nuestro narciso.

Entonces, no cabe duda, tal nariz resultó en esta pequeña tierra un dechado de virtudes y, aunque nadie o él lo imaginara, un leve repunte del virus resistiéndose en este dos mil veintidós que concluye, le pilló mortalmente.

Jacques, quien siempre llevara la mascarilla por debajo de su precioso órgano a fin de que todos contemplaran esa perfección. Quien había asegurado su nariz en un millón de dólares temiéndose una desafortunada amputación u otro descalabro que pusiera fin a su notable atractivo... A quien la industria de la belleza y cosmética del país pagara jugosos contratos para hacerse con el perfil de semejante adonis en la promoción de sus productos y servicios, pues muchos y muchas anhelaban las simétricas dimensiones de su nariz en franco ascenso.

Mi nuevo poemario (agosto 2024). Ventas directas por mi Sinpe 85-28-84-87 (WhatsApp), 8 mil incluye gastos de envío.


Y sucedió que, por deseo expreso del mismo Jacques confinado en la unidad de cuidados intensivos de un hospital, barruntando que de esta no saldría, la ventanilla del féretro había sido cortada a la medida de modo que este diamante de su nariz pudiese ser expuesto durante todo el proceso de las honras fúnebres.

Porque por tres días la limusina abierta recorrió las calles de mi pueblo y vecindades mostrando la nariz «embalsamada» de Jacques. Dos almohadones bajo su cabeza contribuían a sobresaltar de la caja mortuoria el apolíneo miembro que difícilmente volvería a repetirse en el universo.

Antes de dar su último hálito, se dice Jacques manifestó un segundo y final desiderata a fin de que el propio Deredia realizara un molde en tecnología 3D de su nariz que debería reproducirse a una escala mayor sobre la lápida.

Mas, no todo resultó un romántico cuento de hadas, y así lo externó el estilo del sucinto obituario en un semanario de comarca cercana en dos líneas finales...

Aclaro, no sé si se tratará de satírica y envidiosa vendetta de mal gusto que haga sentir peor a sus afligidos deudos o una descripción de la cruda realidad, pero cierto es, y casi todos concordamos, privadamente, nuestro alabado Jacques se constituyó en el único culpable de su propia muerte:

Descanse en paz y que a los gusanos les sepa extraordinaria su bella nariz.

FIN

Cuento inédito de Frank Ruffino, no va en mi nuevo libro "Para matar a un androide" (18 textos). 

Imagen con fines ilustrativos. Es un «cromo»... L«nariz» 
representa una metáfora de su legendario ego.


Pueden adquirir este libro a través de mi WhatsApp y Sinpe: 85-28-84-87. 7,000 colones por ejemplar, incluye envío. Pueden cancelar una vez que llega obra.

Mis tres obras de cuentos: 12,000, precio que contempla costo de correo rápido certificado.

¡Gracias por la confianza!

domingo, 26 de noviembre de 2023

El Rapto impensable (Cuento de Frank Ruffino).


 

Como testigo ocular, el proactivo avicultor Roberto Pucci había experimentado una radical y perversa inversión de los papeles cuando se trata de extraños encuentros cercanos del tercer tipo, porque lo que el Alienígena arrebató no fueron precisamente a sus congéneres cristianos, ansiosos por ascender al Paraíso de una vez por todas (según se sabe, el cupo es extremadamente limitado y el «Derecho de admisión» harto riguroso).


Noches antes, cerca del hangar que albergaba más de un cuarto de millón de aves, al fin había observado desde la copa de un chopo temblón a esa nave furtiva posarse en el claro de setos. Entonces deploró no ir acompañado de familiar o peón que sirviera de prueba testimonial, y peor todavía, no cargar el teléfono móvil olvidado en casa, distante a doscientos metros. 

Del disco o plato volador, no mayor a un coche estándar, observó espantado abrirse verticalmente angosta puertecilla apareciendo en escena un ser gris que, aunque de características humanoides, también exhibía marcados rasgos de hormiga, sobre todo por la cabeza de rombo y grandes ojos negros, fríos e insensibles. 


Parecido a un robot que debe cumplir una misión específica y cuidar hasta los más mínimos detalles, constató volaba a ras de suelo derechito hacia el cobertizo avícola. Luego el mismo pandemónium que había escuchado cada noche: revuelos y cloqueos extremos, diríase de pavor como si estuviese la concurrencia de sus finísimas ponedoras Rhode Island Red y Livornese importadas, ante la supuesta jauría de zorros demoníacos que hace meses pensó causaba estragos diezmando la cantidad de animalitos. 

A la siguiente noche se dio idéntica visita, aunque, de entrada, sin la histeria colectiva; en vez de aquello, suaves cacareos angélicos a coro. Con Lolita en mano, su escopeta de munición calibre 12, este próspero finquero ya estaba cómodamente apostado en uno de los cubículos aéreos donde almacena semillas y piensos.

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Entonces entendió los abruptos cambios de humor de esas criaturitas y pírrica producción de huevos en días anteriores: la especie de psicópata cósmico patriarcal irrumpió levitando en el cobertizo y comenzó el cruel amedrentamiento soez, propio de un degenerado (en eso Roberto recordó al disoluto Rasputín). 

—¡Hijas de perra... todas ustedes son unas pollas hijas de perra igualadas y creídas muy especiales y que para nada merecen salvarse de terminar en un infernal caldero! —«Vociferó» empleando canales telepáticos por los que también vomitaba canciones de reguetón y música de cantantes actuales por el estilo, de seguro con la finalidad de alienarlas buscando pulverizar cualquier intento de huida. 


En un episodio más que macabro, el supuesto redentor dirigió lentamente la mirada a lo alto hasta clavar esos ojotes terroristas en Roberto, y de su huesudo dedo índice proyectó rayo láser o similar que puso incandescente la escopeta, por fortuna colocada poco antes sobre un costal de fórmula al sostenerse este ganadero la cabeza, enloquecido como estaba, no dando crédito a ese encuentro aún no clasificado por los ufólogos o teólogos. 

«Vaya a saber uno a qué autoridad corresponde interpretar este enigmático y rocambolesco incidente de abducción masiva y aviar», se dijo confundido porque religiosamente se ha establecido, el llamado Rapto sería disfrute exclusivo de humanos.

Intentó fallidamente coger el celular igualmente hecho una nube de chispas tras lo cual quedó irreconocible y, obvio, en definitiva, inservible. 

Ya en este punto, la nutrida población de aves ni chistaba frente al maldito ser supremo que había logrado reducirlas a la indefensión e imbecilidad totales, como a él mismo, mas, paralizado a causa del pavor creciente que provocaba ese apocalíptico. 

Amenazándolas a través de explícitas imágenes mentales con transformarlas en caldo hirviente o en rostizados combos familiares (a cargo de un chef zorro de ojos rojos y afilados colmillos), una a una, conformando una hilera perfectamente militarizada, las nuevas gallinas seleccionadas salieron sonámbulas al exterior y ascendieron a la nave por una rampa cerrando esta procesión el alienígena que, hasta ese momento, ignoraba Roberto, realizaba su último viaje. En segundos el platillo aceleró y desapareció dejando una miríada de plumas flotando por doquier.

                                                               *

A fin de demostrar a su familia y granjeros vecinos que no estaba loco, desde entonces en la copa del árbol más empinado, casi todas las noches aguarda con el caporal Arrieta el regreso del ovni, o en su defecto la devolución total de 144.000 gallinas arrebatadas en esos días. 

—Unos insensibles envidiosos rumorean, me he bebido casi todo el antiguo y próspero corral, pero Dios, digo, ese aliens universal con apariencia de hormiga de pocas pulgas, paradójicamente me infunde fortaleza espiritual abstrayéndome de semejantes cuentos pueblerinos, y eso tranquiliza un poco en esta gran tribulación planetaria inacabable —le dijo a su capataz. 

—Como usted mande patroncito —replicó el rústico sin cuestionar nada. 

Y así estuvieron expectantes los dos hombres hasta hacerse presente el nuevo día. El alboroto en el gallinero y arribo de la peonada, les indicó debían entrar en funciones dirigiendo la recolección de huevos de las «gallinas mundanas», como llamaba Roberto ahora a sus aves que no habían sido parte de El Rapto.

FIN

NOTA: Este texto aparece en mi nuevo libro de cuentos 'Para matar un androide' que he publicado a fines de octubre de 2023. De los 18 relatos, 14 son inéditos. Pueden adquirirlo en 7,000 incluido envío por correo certificado. Mi WhatsApp-Sinpe: 85-28-84-87. Doy chance de cancelar una vez que les llega libro. Como vivo en Tilarán, 5,000 y lo llevo personalmente. 

¡Gracias por la confianza!

Índice de mi libro "Para matar a un androide": 


De los 18 relatos del libro 'Para matar a un androide', 14 textos son inéditos.


El libro también incluye el relato "La buena muerte", segundo lugar del 'Certamen permanente de cuento de la EUNED', Costa Rica.

 

 

martes, 27 de junio de 2023

© EL DESTIERRO DE GÄNSWEIN (Cuento de Frank Ruffino)

 


Aunque extramuros para el mundo laico ese pequeño pero poderoso Estado simula ser un lecho de rosas celestial donde el mal y la intriga no tienen cabida, entre corrillos, Benedicto XVI había sido un «duro de matar» para buena parte de los doscientos veintidós purpurados del Colegio Cardenalicio y el mismo Papa Francisco.

Pero como ni el excepcional y longevo pontífice emérito pudo llegar al centenario o más (lo que tanto temían sus adversarios liberales), ese 31 de diciembre de 2022, el poderoso e influyente alemán exhaló su último hálito a los noventa y cinco años y la suerte se le acabó a Georg, su secretario personal y prefecto de la Casa Pontificia.

Aún tibio el cuerpo del tradicionalista de Joseph, el reformista Bergoglio mandó al ujier Robertini a llamar a su secretario, el prelado Pietro Parolin, quien había sido arzobispo titular de Aquipendium y nombrado secretario de Estado de la Santa Sede, una década atrás cuando reemplazó al viejo cardenal salesiano Tarcisio Bertone.

El secretario Pietro acudió al instante y Francisco despachó a Robertini en su estilo bromista y distendido:

—Fuchi, fuchi... que tenemos que tratar un asuntillo de Estado, querido Robertini.

El ujier corrió hacia la gran puerta dorada de la oficina papal, cerrándola y «perdiéndose» tras ella, mas, inmediatamente dio un paso en reversa y pegó su oído para enterarse de lo que le parecía a él tener visos de secretazo de Estado.

—Le llegó la hora al necio de Georg —le dijo Francisco a Parolin—. Necesito urgentemente una embajada papal que eclesiásticamente se considere de «retiro», y lo suficientemente alejada de mi Curia Vaticana para que este arzobispo deje de crearme problemas, como ha estado haciendo desde la muerte de Joseph.

—Por supuesto, Excelentísimo. ¿Qué negro destino ordena para el susodicho?

—¡Pues eso que le he dicho, destierro, sólo destierro, y entre más lejano sea, mejor, mi amigo Parolin!

Entonces éste fue a la pared oeste del salón contiguo mientras Francisco le seguía y cubierta totalmente con representaciones de las infinitas posesiones y dominios geográficos del reino católico y señaló la Nunciatura Apostólica de Manila.

—¿Qué le parece aquí? —Le sugirió a su jefe, que, ante la imprevista noticia de la muerte de Benedicto, aún calzaba sus pantuflas preferidas, cuyo único lujo estribaba en dibujitos de querubines bordados con filigranas de oro y plata.

—¡De ninguna manera, deseo más agua de por medio, al otro lado del Charco, que sea en el fin del mundo, el ostracismo total! —Vociferó el influyente sucesor de San Pedro en esta Tierra.

—Oh, pues así pues sí, mi Santidad, ya comprendo ese deseo —dijo Pietro dirigiéndose al ángulo de la pared, donde el mapa del orbe ecuménico se estrechaba en una franjita, un istmo, el centroamericano... y puso su índice en un puntito que quedó desaparecido—. ¡Costa Rica! —Recomendó por fin con aires de rotundo triunfo.

—¡Magnífico, magnífico, querido, no puede existir destierro más aleccionador que la Nunciatura de la diminuta ciudad de San José arquidiócesis! —Gritó emocionado al tanto se frotaba las manos.

Y es que diez mil kilómetros no eran poca distancia de la Curia Vaticana para «deportar» al escollo de Georg Gänswein que tras el deceso de Ratzinger habíase trastocado en una piedra en el zapato del pontificado de Francisco. Su hábil movida le apartaba de la Curia dándole una salida a la nunciatura del minúsculo país.

—¡Ya hay lugar para el revoltoso de Georg! —Se pasó diciendo ese grandioso día el bueno de Francisco.

Henchido de emoción, se acercaba a los cardenales preferidos de su círculo íntimo y les lanzaba al oído la gloriosa frasecita.

Aunque en honor a la verdad, esa mañana el ujier Geovanni Robertini había corrido hacia la Casa Pontificia donde todavía Gänswein fungía de prefecto.

De ese modo, él y los morados aliados de la férrea ortodoxia católica que representaba el hoy extinto Papa emérito, sabían de esta jugada que consideraron un golpe pero que muy bajo.

Y es que no era para menos la tremenda turbulencia que se iba provocando en los pasillos y cientos de recintos de la Santa Sede, pues con esta decisión, el poderoso jesuita pulverizaba toda clase de influencia mediática e institucional de Gänswein en la vida cotidiana de la Curia Romana.

—Costa Rica, destino absolutamente necesario y acorde para ese díscolo de Georg, cabecilla de mis opositores y todavía megáfono del difunto —dijo en conveniente inglés Francisco a su camarlengo Kevin Farrell.

—Oh, cómo no, su Divina Santidad, yo mismo me aseguraré esta misma semana de darle la noticia y trasladar por escrito su decreto —terció el rollizo irlandés.

—¡Que así sea! —Sentenció Francisco.

Pero el exsecretario Gänswein, como hemos dicho, considerado «sombra» de Ratzinger y ahora una fiera acorralada y herida, no iba a aceptar así porque así esa degradación y destierro sin chistar, por lo que, pagados los «treinta denarios» inútiles al chismoso y Judas de Robertini, puso en práctica lo que, según él, sería su venganza y de tal guisa lo demostró con la publicación de sus controvertidas memorias, bajo el título «Nada más que la verdad. Mi vida junto a Benedicto XVI».

Una de tantas editoriales españolas había dado cabida a esa furia de despechado y viudo caído en desgracia, y no fueron pocas ni cortas las denuncias en que revelaba una confrontación oculta entre el paradigma de Iglesia de Francisco y el defendido por el otrora sumo pontífice emérito.

«Benedicto me dijo: “parece que Francisco ya no se fía de mí”», escribía el arzobispo en la obra vendetta que desde hacía meses estaba concluida previendo la inminente muerte de su mentor.

Pero ya era tarde para despotricar sin ton ni son. Exilio era exilio, y pocos adquirieron el libro del desterrado, de tal forma también nadie se hizo eco de ese atribulado final.

A estas alturas de los acontecimientos, Gänswein ya había abandonado el monasterio Mater Eclesiae, donde residió con el Papa emérito. Por pocos meses habitó un piso de trescientos metros cuadrados muy cercano a Casa Santa Marta, quedando, aseguran, el alquiler sin pagar con su apresurada salida de Roma.

Mas, antes de partir, aún podía dar alguna prueba de su antigua grandeza y poder, porque ahora, siendo el único albacea de Benedicto, trató de finiquitar varias diligencias tendientes a capitular con los últimos deseos del extinto prelado.

Esa víspera de su exilio anunció haber encontrado a cinco primos de Benedicto. «A los que deberé de escribir para ver si aceptan o no los fondos que pueda tener éste en su cuenta del Banco Vaticano. El resto de sus bienes han sido cedidos a la Santa Sede y a la Fundación J. Ratzinger».


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Cabizbajo y derrotado, este antiguo prefecto de la Casa Pontificia, abordó un avión en el Aeropuerto de Roma-Fiumicino, rumbo al pequeño y verde país que muchos confunden con Puerto Rico a ocupar su «nunciatura de descanso» como se le suele llamar en términos diplomáticos a esa sede, donde a la Iglesia Católica aún se le tiene como religión oficial del Estado según el artículo 75 de la Constitución. 

Un destierro sereno políticamente hablando, ayuno de poder real, sin pena ni gloria.

Más tarde, el nuncio en Costa Rica, el italiano Bruno Musarò, quien desde hacía años deseaba lo libraran de ese cargo a fin de retornar a su región de Toscana a disfrutar de una merecida jubilación, y una pequeña comitiva de obispos junto al presidente de la República, el canciller y altos funcionarios, recibieron al devaluado Georg Gänswein.

Aunque casi una década menor que Musarò, el viaje de diez horas y el peso de la derrota habían envejecido como veinte años a Georg, por lo que todos contemplaron, a pesar de sus sesenta y ocho años, a un viejecito descender de las escalinatas de la aeronave.

La voluntad de Bergoglio se había cumplido.


FIN

*

© 'El destierro de Gänswein' es un cuento de no ficción que escribí a fines de marzo pasado. Va incluido en mi tercer libro de relatos Para matar a un androide (2023). 


PARA ADQUIRIR MIS LIBROS DE CUENTOS

Amigos lectores, pueden conseguir mis tres libros de cuentos «Los perros también soñamos» (2019), y «Golpes bajos» (2020), y "Para matar a un androide" (2003) cada uno en 7,000 incluye envío por correo rápido. Si compran las tres obras: 15,000 totales. Pueden realizar un Sinpe a mi número: 85-28-84-87 y enviarme reporte y dirección a ese mismo número de WhatsApp. Lo mismo: si me proveen dirección física o apartado, una vez que les paso colilla de correo hacen la transacción, o bien cancelan hasta tener el libro -s- en sus finas manos lectoras.

A amigos y amigas de Tilarán... bueno, por vivir aquí: 5,000 colones por libro (12,000 los tres libros) y se los llevo a su casa.

¡Gracias de antemano por la confianza!
 

THE MASS

Hoy les comparto, del proyecto musical del francés Eric Kevin lanzado desde 1996 hasta la fecha, Era —acrónimo de Eminential Rhythm of the Ancestors, estilizado como +eRa+— y que mezcla cantos gregorianos con ritmos modernos como el rock, el pop y el dance, clasificado dentro de la música New Age, su famoso tema The Mass (2003):

https://youtu.be/iqmdBAQglXY


Monasterio Mater Eclesiae, Vaticano, donde Georg Gänswein habitó con el Papa Emérito. 


Casa Santa Marta, residencia del Papa.

*

Tiempos de poder para el arzobispo Georg Gänswein, enemigo del Papa Francisco, mientras Benedicto XVI reinó como Papa y luego de Emérito. En la capilla del monasterio Mater Eclesiae:




La Prefectura de la Casa Pontificia, Vaticano.


Georg Gänswein, una especie de 'ángel caído'.

Nunciatura Apostólica en San José, Costa Rica.

*