Por verdad indiscutible quedaba establecido, únicamente las mejores narices nunca vistas podían comparársele: la del David de Michelangelo o de la estatua antigua del general Alejandro Magno.
Enamoradas, las poetas costarricenses compusieron sus odas extasiadas por la maravillosa nariz de Jacques y los cantantes la celebraron en felices estribillos.
Así, el consentido de Jacques, según él y por consenso público, tenía pleno «derecho» de hacer mofa de los calificados chatos, con miembro algo deforme o narizones perdidos. Y esta aberración en el pueblo empezó a alcanzar proporciones épicas.
Aunque al fin hacía meses la peste parecía estar bajo algún control y no fuesen necesarios ya los consabidos protocolos sanitarios, al avistarle, casi todos mis coterráneos y, con algo de pena debo confesar, yo mismo, exboxeador, recurríamos al uso del barbijo en procura de evitar las bromas de Jacques... Más incómodo fue el chiste de mis propios paisanos que solían parangonar una fea o regular napia con ese arquetipo de perfección que exhibió nuestro narciso.
Entonces, no cabe duda, tal nariz resultó en esta pequeña tierra un dechado de virtudes y, aunque nadie o él lo imaginara, un leve repunte del virus resistiéndose en este dos mil veintidós que concluye, le pilló mortalmente.
Jacques, quien siempre llevara la mascarilla por debajo de su precioso órgano a fin de que todos contemplaran esa perfección. Quien había asegurado su nariz en un millón de dólares temiéndose una desafortunada amputación u otro descalabro que pusiera fin a su notable atractivo... A quien la industria de la belleza y cosmética del país pagara jugosos contratos para hacerse con el perfil de semejante adonis en la promoción de sus productos y servicios, pues muchos y muchas anhelaban las simétricas dimensiones de su nariz en franco ascenso.
Entonces, no cabe duda, tal nariz resultó en esta pequeña tierra un dechado de virtudes y, aunque nadie o él lo imaginara, un leve repunte del virus resistiéndose en este dos mil veintidós que concluye, le pilló mortalmente.
Jacques, quien siempre llevara la mascarilla por debajo de su precioso órgano a fin de que todos contemplaran esa perfección. Quien había asegurado su nariz en un millón de dólares temiéndose una desafortunada amputación u otro descalabro que pusiera fin a su notable atractivo... A quien la industria de la belleza y cosmética del país pagara jugosos contratos para hacerse con el perfil de semejante adonis en la promoción de sus productos y servicios, pues muchos y muchas anhelaban las simétricas dimensiones de su nariz en franco ascenso.
Mi nuevo poemario (agosto 2024). Ventas directas por mi Sinpe 85-28-84-87 (WhatsApp), 8 mil incluye gastos de envío.
Y sucedió que, por deseo expreso del mismo Jacques confinado en la unidad de cuidados intensivos de un hospital, barruntando que de esta no saldría, la ventanilla del féretro había sido cortada a la medida de modo que este diamante de su nariz pudiese ser expuesto durante todo el proceso de las honras fúnebres.
Porque por tres días la limusina abierta recorrió las calles de mi pueblo y vecindades mostrando la nariz «embalsamada» de Jacques. Dos almohadones bajo su cabeza contribuían a sobresaltar de la caja mortuoria el apolíneo miembro que difícilmente volvería a repetirse en el universo.
Antes de dar su último hálito, se dice Jacques manifestó un segundo y final desiderata a fin de que el propio Deredia realizara un molde en tecnología 3D de su nariz que debería reproducirse a una escala mayor sobre la lápida.
Mas, no todo resultó un romántico cuento de hadas, y así lo externó el estilo del sucinto obituario en un semanario de comarca cercana en dos líneas finales...
Aclaro, no sé si se tratará de satírica y envidiosa vendetta de mal gusto que haga sentir peor a sus afligidos deudos o una descripción de la cruda realidad, pero cierto es, y casi todos concordamos, privadamente, nuestro alabado Jacques se constituyó en el único culpable de su propia muerte:
Descanse en paz y que a los gusanos les sepa extraordinaria su bella nariz.
FIN
Cuento inédito de Frank Ruffino, no va en mi nuevo libro "Para matar a un androide" (18 textos).
Y sucedió que, por deseo expreso del mismo Jacques confinado en la unidad de cuidados intensivos de un hospital, barruntando que de esta no saldría, la ventanilla del féretro había sido cortada a la medida de modo que este diamante de su nariz pudiese ser expuesto durante todo el proceso de las honras fúnebres.
Porque por tres días la limusina abierta recorrió las calles de mi pueblo y vecindades mostrando la nariz «embalsamada» de Jacques. Dos almohadones bajo su cabeza contribuían a sobresaltar de la caja mortuoria el apolíneo miembro que difícilmente volvería a repetirse en el universo.
Antes de dar su último hálito, se dice Jacques manifestó un segundo y final desiderata a fin de que el propio Deredia realizara un molde en tecnología 3D de su nariz que debería reproducirse a una escala mayor sobre la lápida.
Mas, no todo resultó un romántico cuento de hadas, y así lo externó el estilo del sucinto obituario en un semanario de comarca cercana en dos líneas finales...
Aclaro, no sé si se tratará de satírica y envidiosa vendetta de mal gusto que haga sentir peor a sus afligidos deudos o una descripción de la cruda realidad, pero cierto es, y casi todos concordamos, privadamente, nuestro alabado Jacques se constituyó en el único culpable de su propia muerte:
Descanse en paz y que a los gusanos les sepa extraordinaria su bella nariz.
FIN
Cuento inédito de Frank Ruffino, no va en mi nuevo libro "Para matar a un androide" (18 textos).
Imagen con fines ilustrativos. Es un «cromo»... La «nariz»
representa una metáfora de su legendario ego.
Pueden adquirir este libro a través de mi WhatsApp y Sinpe: 85-28-84-87. 7,000 colones por ejemplar, incluye envío. Pueden cancelar una vez que llega obra.
Mis tres obras de cuentos: 12,000, precio que contempla costo de correo rápido certificado.
¡Gracias por la confianza!
Felicidades amigo
ResponderEliminarCon gusto.
EliminarGracias
ResponderEliminarMuchas gracias, está excelente amigo!
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