domingo, 26 de noviembre de 2023

El Rapto impensable (Cuento de Frank Ruffino).


 

Como testigo ocular, el proactivo avicultor Roberto Pucci había experimentado una radical y perversa inversión de los papeles cuando se trata de extraños encuentros cercanos del tercer tipo, porque lo que el Alienígena arrebató no fueron precisamente a sus congéneres cristianos, ansiosos por ascender al Paraíso de una vez por todas (según se sabe, el cupo es extremadamente limitado y el «Derecho de admisión» harto riguroso).


Noches antes, cerca del hangar que albergaba más de un cuarto de millón de aves, al fin había observado desde la copa de un chopo temblón a esa nave furtiva posarse en el claro de setos. Entonces deploró no ir acompañado de familiar o peón que sirviera de prueba testimonial, y peor todavía, no cargar el teléfono móvil olvidado en casa, distante a doscientos metros. 

Del disco o plato volador, no mayor a un coche estándar, observó espantado abrirse verticalmente angosta puertecilla apareciendo en escena un ser gris que, aunque de características humanoides, también exhibía marcados rasgos de hormiga, sobre todo por la cabeza de rombo y grandes ojos negros, fríos e insensibles. 


Parecido a un robot que debe cumplir una misión específica y cuidar hasta los más mínimos detalles, constató volaba a ras de suelo derechito hacia el cobertizo avícola. Luego el mismo pandemónium que había escuchado cada noche: revuelos y cloqueos extremos, diríase de pavor como si estuviese la concurrencia de sus finísimas ponedoras Rhode Island Red y Livornese importadas, ante la supuesta jauría de zorros demoníacos que hace meses pensó causaba estragos diezmando la cantidad de animalitos. 

A la siguiente noche se dio idéntica visita, aunque, de entrada, sin la histeria colectiva; en vez de aquello, suaves cacareos angélicos a coro. Con Lolita en mano, su escopeta de munición calibre 12, este próspero finquero ya estaba cómodamente apostado en uno de los cubículos aéreos donde almacena semillas y piensos.

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Entonces entendió los abruptos cambios de humor de esas criaturitas y pírrica producción de huevos en días anteriores: la especie de psicópata cósmico patriarcal irrumpió levitando en el cobertizo y comenzó el cruel amedrentamiento soez, propio de un degenerado (en eso Roberto recordó al disoluto Rasputín). 

—¡Hijas de perra... todas ustedes son unas pollas hijas de perra igualadas y creídas muy especiales y que para nada merecen salvarse de terminar en un infernal caldero! —«Vociferó» empleando canales telepáticos por los que también vomitaba canciones de reguetón y música de cantantes actuales por el estilo, de seguro con la finalidad de alienarlas buscando pulverizar cualquier intento de huida. 


En un episodio más que macabro, el supuesto redentor dirigió lentamente la mirada a lo alto hasta clavar esos ojotes terroristas en Roberto, y de su huesudo dedo índice proyectó rayo láser o similar que puso incandescente la escopeta, por fortuna colocada poco antes sobre un costal de fórmula al sostenerse este ganadero la cabeza, enloquecido como estaba, no dando crédito a ese encuentro aún no clasificado por los ufólogos o teólogos. 

«Vaya a saber uno a qué autoridad corresponde interpretar este enigmático y rocambolesco incidente de abducción masiva y aviar», se dijo confundido porque religiosamente se ha establecido, el llamado Rapto sería disfrute exclusivo de humanos.

Intentó fallidamente coger el celular igualmente hecho una nube de chispas tras lo cual quedó irreconocible y, obvio, en definitiva, inservible. 

Ya en este punto, la nutrida población de aves ni chistaba frente al maldito ser supremo que había logrado reducirlas a la indefensión e imbecilidad totales, como a él mismo, mas, paralizado a causa del pavor creciente que provocaba ese apocalíptico. 

Amenazándolas a través de explícitas imágenes mentales con transformarlas en caldo hirviente o en rostizados combos familiares (a cargo de un chef zorro de ojos rojos y afilados colmillos), una a una, conformando una hilera perfectamente militarizada, las nuevas gallinas seleccionadas salieron sonámbulas al exterior y ascendieron a la nave por una rampa cerrando esta procesión el alienígena que, hasta ese momento, ignoraba Roberto, realizaba su último viaje. En segundos el platillo aceleró y desapareció dejando una miríada de plumas flotando por doquier.

                                                               *

A fin de demostrar a su familia y granjeros vecinos que no estaba loco, desde entonces en la copa del árbol más empinado, casi todas las noches aguarda con el caporal Arrieta el regreso del ovni, o en su defecto la devolución total de 144.000 gallinas arrebatadas en esos días. 

—Unos insensibles envidiosos rumorean, me he bebido casi todo el antiguo y próspero corral, pero Dios, digo, ese aliens universal con apariencia de hormiga de pocas pulgas, paradójicamente me infunde fortaleza espiritual abstrayéndome de semejantes cuentos pueblerinos, y eso tranquiliza un poco en esta gran tribulación planetaria inacabable —le dijo a su capataz. 

—Como usted mande patroncito —replicó el rústico sin cuestionar nada. 

Y así estuvieron expectantes los dos hombres hasta hacerse presente el nuevo día. El alboroto en el gallinero y arribo de la peonada, les indicó debían entrar en funciones dirigiendo la recolección de huevos de las «gallinas mundanas», como llamaba Roberto ahora a sus aves que no habían sido parte de El Rapto.

FIN

NOTA: Este texto aparece en mi nuevo libro de cuentos 'Para matar un androide' que he publicado a fines de octubre de 2023. De los 18 relatos, 14 son inéditos. Pueden adquirirlo en 7,000 incluido envío por correo certificado. Mi WhatsApp-Sinpe: 85-28-84-87. Doy chance de cancelar una vez que les llega libro. Como vivo en Tilarán, 5,000 y lo llevo personalmente. 

¡Gracias por la confianza!

Índice de mi libro "Para matar a un androide": 


De los 18 relatos del libro 'Para matar a un androide', 14 textos son inéditos.


El libro también incluye el relato "La buena muerte", segundo lugar del 'Certamen permanente de cuento de la EUNED', Costa Rica.

 

 

2 comentarios:

  1. Hola Frank, esta madrugada leí : "para matar un androíde" , soy escritor y artista plástico y de esta mezcla surgió un critico imparcial pero me inclino a ponderar gratuitamente. Tampoco soy psicologo, pero tengo la facultad d
    e percibir en pocas lineas escritas, las entidades cuánticas que bailan o se
    Retruercen en la entraña anímica del escritor. Frank es escritor sui generis por su prosa lírica porque es un irredento poets me encanta su sátira y demas . Con gusto, desde Colombia : mMister spoiler.

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    1. Gracias, estimado, por la lectura y su juicio, lo aprecio.

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