Para Ahiza y Marleny C.
Cuando le conocí, él andaba en sus noventa y tres años, un escritor archifamoso desde que escribiera su primera novela La isla de los hombres solos en el aterrador presidio de San Lucas. Yo no era tan viejo, ni tan buen escritor, ni tan célebre pero nunca había estado preso que digamos, menos condenado a cadena perpetua.
Bueno, luego de andar perdido dando vueltas en la ciudad de San Joaquín, por fin estaba ahí, frente a la puerta de su residencia, un edificio angosto de dos niveles, aislado y circundado de lotes baldíos, repellado por sus cuatro costados con estuco color ocre. Agité una gran campana de hierro oxidado que daba la impresión de no haber sido usada desde hacía mucho. Esto lo advertí al impregnarse mis dedos de este abundante polvo rojo y pegajoso.
Concluyendo el centenar de toques (¡era la campana de alguna iglesia!), ya cubierto de pies a cabeza del susodicho metal, escuché sus pasos lentos, y un ruego que me sonó de ultratumba: «Un momentoooo, un momentooooo que ya no tengo quince años. La gente de ahora no tiene la debida paciencia».
—Oh, disculpas, Maestro —le dije, ya abierta la plancha de madera reforzada con otra de gruesos barrotes negros y redondos, también de hierro, pero al menos con una buena capa de algo negro que olía similar al petróleo.
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Quitó dos pesadas cadenas del portón aseguradas con una sarta de candados amarillos y por fin ingresé a su vivienda que ya se me asemejaba a una penitenciaría. Nos saludamos con efusivo abrazo. Me proveyó de un escobón de palo corto y estuve así por mucho tiempo librándome del óxido que en ese momento me pareció caía de todas partes. Luego, practicando un ritual ante seres cancerberos invisibles a los que solicitaba permiso por cualquier cosa, nos dirigimos hasta un cajón de lo más extraño, gris y claustrofóbico, tipo sarcófago vertical. Pulsó un gran botón negro y advirtió: «La puerta de este elevador dura en abrir como una condena».
—No hay problema don José León, tengo más tiempo que un condenado a cien años —repliqué, tratando, según yo, de solidarizarme con su triste y dura historia.
Esperamos no sé cuánto, pero me parecieron treinta años ante la puerta de esta suerte de ascensor o artefacto del tiempo retrógrado. Mientras aguardábamos, el tema fue el mismo y su notable memoria no erró en ningún dato en un campo que, por mera coincidencia, me apasiona: grandes escapes de prisiones de máxima seguridad.
—No hay problema don José León, tengo más tiempo que un condenado a cien años —repliqué, tratando, según yo, de solidarizarme con su triste y dura historia.
Esperamos no sé cuánto, pero me parecieron treinta años ante la puerta de esta suerte de ascensor o artefacto del tiempo retrógrado. Mientras aguardábamos, el tema fue el mismo y su notable memoria no erró en ningún dato en un campo que, por mera coincidencia, me apasiona: grandes escapes de prisiones de máxima seguridad.
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Luego de realizar una extensa y concienzuda semblanza de Frank Morris y los hermanos Anglin, también alabó a D.B. Cooper, el tipo que había secuestrado un Boeing 727 exigiendo $200 mil y que escapó en paracaídas con la mochila de dinero en una noche abismal. Claro, según su teoría, disfrutó de espectacular vida en algún paraje indefinido del trópico. No lo sé.
Al fin la portezuela iba abriendo, pero más lenta que barra de pesada app descargándose en el teléfono móvil. Por fortuna, la sirvienta nos presentaba la cena de ese día en bandeja de plata, ahí de pie los dos. Ahora, otra eternidad para cerrar, creo, de tres o cuatro jornadas en confinamiento solitario. Dentro, casi nariz con nariz mientras por fin ascendíamos a su estudio más pausadamente que todo lo anterior, al gran José León Sánchez sólo se le ocurrió pronunciar algo más parecido a una sentencia:
—Ya sabe usted, jovencito: uno sale de la cárcel, pero la cárcel no sale de uno.
FIN
***
De la mítica banda británica de rock alternativo, Radiohead, su éxito mundial "Creep", lanzado en 1993. El tema trata de la libertad idealizándola en forma de mujer. Dicen, ese año muchos privados de libertad al oír la canción se suicidaron en cárceles de Reino Unido y Estados Unidos:
https://youtu.be/ypogQwW_GxY
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¡Gracias de antemano por la confianza!
Maravilloso relato. Felicidades.
ResponderEliminarNo pude dejar comentario con mi página web o nombre.
Rosa.
Gracias Rosa.
ResponderEliminarGracias
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