El hombrón temible
que al terminar
media botella de aguardiente
gimotea como un niño abandonado.
Angustiosos lamentos
contra nadie de los presentes
en el bar: solo mira
las anchas columnas
y con ellas desencadena
su misteriosa ira: las señala
advirtiéndoles que de continuar
así de soberbias,
resistiéndose siempre
a toda fuerza,
pues les dará un terrible
y efusivo abrazo
poniéndolas horizontales
hasta hacerlas
pilas de escombros
a puñetazo limpio.
También la emprende
contra el aire propinando manotazos
de alucinado león,
mas es condescendiente
con las delicadas criaturas:
el otro día le he visto
encaminar hacia la luz
a una libélula
que por error había incursionado
en este presidio tenebroso
donde el ruido indiscriminado
de la rocola reina,
asilo de locos en el clímax
nocturno del sábado
en esta taberna tramposa
llamada La libertad.
El hombrón temible
que al terminar
media botella de aguardiente
gimotea como un niño abandonado,
llora, tal vez, solo por hastío,
porque la vida pesa
más que la Muerte,
porque hasta esta señora
no le concede su deseo
de llevarlo de la mano,
y, ahora sí, irse cantando con ella
hasta ser nada en su oscuro camino.
***
© “Confidencias del bar ‘La libertad’”, 30 de abril de 2011. Del texto inédito: “Náralit: poemas y antipoemas”.