Este muerto excéntrico toda su vida había sido considerado un genio incomprendido en su pueblo de Urasca, y, ahora, a dos metros treinta bajo tierra, al fin iba adquiriendo la democrática paz que acompañan a los muertos. Por tal razón se le enconó en el alma una súbita fobia a la resurrección, a pesar de que al fenecer estaba a pocos meses de obtener su jubilación.
Pero ya podría ser tarde para irse percatando y potenciar su nueva y ventajosa etapa...
«¿Y si padeciera yo de catalepsia?», se preguntó temeroso. Existía aún el riesgo de...
Entonces pensó que tendría una solución a su caso a fin de aligerar los trámites definitivos y finiquitar sus cuentas con la vida (que le había presentado desde niño un falso escenario de felicidad que nunca fue) a través de la recién constituida Sociedad Protectora de Muertos y su brazo comercial, subsidiaria La Muerte para Siempre Ltda con un Lázaro virtual al frente.
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Tenía muy claro, en la industria y tema de la muerte, esta megacorporación del siglo XXI atesoraba la mayor experiencia en análisis de macrodatos, redes sociales y dominio total de los algoritmos informáticos. Es decir: conocía más de lo que él sabía de sí mismo, en esto estribó la «zombificación» que había obtenido por vivir en un mundo que se le asemejaba a la luna: «espejo de falsas iluminaciones», solía pensar. «Ser dueño, al menos, de mi propia muerte definitiva». Esta determinación le creaba, paradójicamente, una inmensa dicha.
Le parecía absolutamente anonadador prever caer en una odiosa resucitación a su mundo estúpido y consumista, donde, por envidia pura de los tontos y mediocres, tan encarnizadamente le practicaron «bullying» desde niño y hasta estirar la pata a causa de un ataque fulminante al corazón, un día antes en la oficina ministerial, a los sesenta y dos años.
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Perturbado, el muerto, que había tenido como nombre Neferet, recordó le enganchara una serie de la televisión en Canal D., dedicada a presentar multitud de casos increíbles de gente que resucitaba como granos de maíz en el microondas. Ya empezaban a conocerse sus copiosos testimonios del retorno a la vida y de cómo, supuestamente, era todo yendo y estando en la antesala del misterioso más allá.
Tal fenómeno ridículo, que ahora constataba como una jugarreta del cerebro moribundo, le heló más la sangre, temiendo todavía así produjera su regresión: eso de echar a andar de nuevo los circuitos biológicos y mediante una aplicación alertaran allá afuera a los deudos se movía él en su aparente lecho final.
«Uno nunca sabe... inmersos todos en un sistema falsificado o matrix..., esto puede tratarse de otra novedosa estafa o juego sucio de realidades alternas a fin de seguir trasquilándome», se dijo aprensivo, porque su único deseo iba en la exclusiva línea de estar bien muerto ignorando todo del antiguo mundo de esclavismo financiero.
Así decidió telefonear a La Muerte para Siempre Ltda. establecida en la ciudad capital y tal vez con suerte del otro lado el mismo Lázaro le atendería. Por sus atestados, sabido es, el más experto de este mundo en asuntos mortuorios.
«Contactando al mero, mero, de seguro no se suscite aquí ninguna eventualidad de último minuto», caviló en su mortal penumbra el lúcido Neferet, y decidió llamarle:
—Aló, aló... ¿hay alguien ahí?
—Lázaro al habla.
—Oh... ¡de a de veras que se me hizo!... Yo...
—Calma, calma, llegarán hasta usted. Disculpe no le llame por su nombre, es una reverenda inutilidad, porque en poco tiempo sus organismos biológicos son todos iguales: blancos, pelados y en su mayoría polvo, nada de nada.
—¡Por nuestra Machita, pero no es culpa de uno la guadaña de la gran dama peluquera y carnicera sea tan efectiva para todos! —refutó Neferet.
—Cierto, cierto, mas, estamos al tanto de su caso, de lo más atípico que hemos visto en un pueblo de provincia, y eso me pone un poco tenso, lidiar así con un valiente de verdad de estas características, que ni la Internet registra.
—¡Gracias, gracias, un honor escuchar eso de usted!
—Manos a la obra, ya sabemos su ubicación, ni modo, en tiempo definitivo y real: costado norte de la plaza de fútbol, casa amarilla de tapias verdes. Tranquilo, porque está bien muerto. Mientras tanto no tema revivir en semejante «valle de impuestos», eso es perfectamente normal en estos tiempos, ya sabe, el precio del pan y la carne, votar cada cuatro años a esos mismos mitómanos profesionales, unos genuinos psicópatas integrados.
—¿Y...?
—«Y»... ¿qué?
—No, no, padrecito, me impacta su justa crítica apegada a las circunstancias actuales, mas, resuélvame algo, ya esto tiene tintes de incipiente burocracia, se lo garantiza un exfuncionario público sometido a cuarenta años de horarios forzados... Le refiero esta recomendación francamente, usted comprenderá puntualmente mi situación.
—Bien, bien, únicamente le informo: Él ahora ha aceptado tan preocupante realidad al ver esta bolita azul rebasando de tanta gente: la inutilidad y manía de resucitar; de dejar ya las actitudes dramáticas alzando su divino brazo y vociferando el necio «levántate y anda» —dijo Lázaro virtual en tono irónico.
—¡Y es que ocho mil millones de humanos no son pocos! —apuntó Neferet.
—¡Da en el clavo colega! Lo mío era otra época... Esa formulita de la resurrección es inadecuada y poco atractiva para estos tiempos de peligrosa superpoblación planetaria —secundó Lázaro, y agregó—: atenderé personalmente su extraordinario caso que sienta un precedente, campeón.
—Esperaré... —dijo Neferet, al fin reconfortado.
*
Estando la humanidad sumida en esa pequeña muerte que es el sueño, al ser las tres en punto sintió sobre él la llegada de los obreros de la compañía. Traían una retroexcavadora que inmediatamente comenzó a zanjar terreno aledaño y a levantar un gran túmulo sobre la lápida... Luego se fue haciendo el movimiento de tierras más silencioso, por lo que el nuevo inquilino del camposanto no oyó ruidos, ni percibió la vibración del negro vehículo de acero.
Este «dinosaurio» mecánico se iba alejando en ese horizonte de maldita luz que despuntaba al este, el resplandor temido por los muertos legítimos y pacíficos como Neferet, tan feliz ejerciendo su vocación de murciélago.
De tal manera, por la mañana volvió a timbrar el móvil, esta vez en el féretro del cliente afiliado a la casa matriz, Sociedad Protectora de Muertos.
—Mande —contestó Neferet.
—¿Y ahora? —preguntó Lázaro.
—Perfectamente bien: no escucho ni veo nada y el aire se ha extinguido a la perfección; mi pensamiento de momia adquiere una lucidez inédita en este entorno delicado de humedad lúgubre. ¡Esto sí es genuina felicidad y todo gracias a tan novedosa app!
Y dicho esto, sin interrumpir la llamada de larga distancia, el alto exempleado del gobierno filosofaba para sí: «Fue tonto anhelar vivir a lo loco y en demasía. Aquí nadie me joroba, ni mi mujer, ni las hienas del ministerio, ni los acreedores tan molestos como tábanos; eso sí, debo aceptar que echaré de menos el lechazo asado en horno de leña, las almendras garrapiñadas, el queso y la cuajada… ¡Ay!».
Pero al instante dio un sobresalto, y le dijo a Lázaro:
—Aunque, confieso, voy a extrañar a mi perra Colita, el único ser que me provocaba algo de sincero goce en vida…
—Bueno, aplaque sus obsesiones y sentimentalismos don muerto, le prometo traerle a Colita a su debido tiempo...
—¿De veras, lo jura?
—¡Tan jurado como que no resucito físicamente una segunda vez, me decanto sólo por esta nueva «vida» virtual, casi o en nada demandante! —dijo Lázaro.
—...Le decía, querido Lázaro virtual, de los privilegios que voy descubriendo en esta fabulosa existencia... Tampoco, junto a mi religiosa mujer, escucharé más esa tarugada del señor cura en la homilía de los domingos tratando de contener a sus aterradas ovejas, que si la dichosa vida eterna aquí y allá..., ¡una chorrada!
—Ahórrese el «querido» conmigo. Pero... qué bien, ve, ahí está quietecito, ahora por fin le toca dormir con la dignidad de un rey y no le dé más vueltas al asunto: debe disfrutar a plenitud su nuevo y flamante estatus antisocial —recomendó el alto jerarca rebelde, antiquísimo hermano de María de Betania y Marta.
—¿Así no más, en serio..., me garantiza usted de que estoy bien muerto y no resucitaré, y al fin seré feliz conservando esta paz definitiva?
—¡Totalmente remuertoooo, como un fósil del Jurásico! —aseguró Lázaro.
Éste le contó a Neferet cómo la Parca y su empresa acababan de firmar un acuerdo para no incurrir en replicación de funciones, ahorrándoles a todos apreciable energía y recursos psíquicos: dolor, ilusión, esperanza, desamor, falsa dicha... De la necesidad perentoria de ir borrando de las cabezas esas burradas de la resurrección y vida eterna, al punto que ni el mismísimo Nazareno chistaba ya ante la reestructuración en los asuntos espirituales, controlados ahora por las nuevas tecnologías de comunicación e información.
—Y es que se sufre de verdad frente a tamaña nebulosa de ignorancia e incertidumbre —dijo convencido Neferet.
—No lo dudo... Con esto también evitamos producir tortuguismo en el sistema y errores indeseables, manteniendo un óptimo servicio al cliente. De todos modos, ella es mi única jefa y, por derecho natural desde tiempos inmemoriales, accionista mayoritaria de la corporación y así lleva la voz cantante, ¡siempre de ultratumba!
—¡Ah, magnífico, ni mi gobierno trabaja con esa eficiencia y coordinación! —destacó el muerto.
—Además, al menos una vez al mes le asistirán con acompañamiento mis antimédicos, informáticos de batón oscuro que garantizarán todo marche como debe según el programa «El muerto sano digital». Usted gozará tranquilo de defunción eterna para el mundo biológico de este planeta rocoso, Urasca y todo el reino de Tiquicia.
—Pues así pues sí, amable caballero —agradeció el fallecido.
—A ver, a ver, un selfi para papi...
—Un momento, un momento señor Lázaro, ¡que esto es como el retrato oficial del bautizo y matrimonio! —replicó emocionado Neferet, mientras se acomodaba dando los últimos retoques en el rostro usando el programa Corel PhotoPaint.
—Bien, tómese su tiempo...
—Whisky...
Del otro lado, el proactivo jefe de La Muerte para Siempre Ltda quedó súper satisfecho de ver el notable repunte en sus negocios virtuales: tras el cristal del ataúd por fin este muerto dibujaba una sonrisa disecada y pixelada.
Tal fenómeno ridículo, que ahora constataba como una jugarreta del cerebro moribundo, le heló más la sangre, temiendo todavía así produjera su regresión: eso de echar a andar de nuevo los circuitos biológicos y mediante una aplicación alertaran allá afuera a los deudos se movía él en su aparente lecho final.
«Uno nunca sabe... inmersos todos en un sistema falsificado o matrix..., esto puede tratarse de otra novedosa estafa o juego sucio de realidades alternas a fin de seguir trasquilándome», se dijo aprensivo, porque su único deseo iba en la exclusiva línea de estar bien muerto ignorando todo del antiguo mundo de esclavismo financiero.
Así decidió telefonear a La Muerte para Siempre Ltda. establecida en la ciudad capital y tal vez con suerte del otro lado el mismo Lázaro le atendería. Por sus atestados, sabido es, el más experto de este mundo en asuntos mortuorios.
«Contactando al mero, mero, de seguro no se suscite aquí ninguna eventualidad de último minuto», caviló en su mortal penumbra el lúcido Neferet, y decidió llamarle:
—Aló, aló... ¿hay alguien ahí?
—Lázaro al habla.
—Oh... ¡de a de veras que se me hizo!... Yo...
—Calma, calma, llegarán hasta usted. Disculpe no le llame por su nombre, es una reverenda inutilidad, porque en poco tiempo sus organismos biológicos son todos iguales: blancos, pelados y en su mayoría polvo, nada de nada.
—¡Por nuestra Machita, pero no es culpa de uno la guadaña de la gran dama peluquera y carnicera sea tan efectiva para todos! —refutó Neferet.
—Cierto, cierto, mas, estamos al tanto de su caso, de lo más atípico que hemos visto en un pueblo de provincia, y eso me pone un poco tenso, lidiar así con un valiente de verdad de estas características, que ni la Internet registra.
—¡Gracias, gracias, un honor escuchar eso de usted!
—Manos a la obra, ya sabemos su ubicación, ni modo, en tiempo definitivo y real: costado norte de la plaza de fútbol, casa amarilla de tapias verdes. Tranquilo, porque está bien muerto. Mientras tanto no tema revivir en semejante «valle de impuestos», eso es perfectamente normal en estos tiempos, ya sabe, el precio del pan y la carne, votar cada cuatro años a esos mismos mitómanos profesionales, unos genuinos psicópatas integrados.
—¿Y...?
—«Y»... ¿qué?
—No, no, padrecito, me impacta su justa crítica apegada a las circunstancias actuales, mas, resuélvame algo, ya esto tiene tintes de incipiente burocracia, se lo garantiza un exfuncionario público sometido a cuarenta años de horarios forzados... Le refiero esta recomendación francamente, usted comprenderá puntualmente mi situación.
—Bien, bien, únicamente le informo: Él ahora ha aceptado tan preocupante realidad al ver esta bolita azul rebasando de tanta gente: la inutilidad y manía de resucitar; de dejar ya las actitudes dramáticas alzando su divino brazo y vociferando el necio «levántate y anda» —dijo Lázaro virtual en tono irónico.
—¡Y es que ocho mil millones de humanos no son pocos! —apuntó Neferet.
—¡Da en el clavo colega! Lo mío era otra época... Esa formulita de la resurrección es inadecuada y poco atractiva para estos tiempos de peligrosa superpoblación planetaria —secundó Lázaro, y agregó—: atenderé personalmente su extraordinario caso que sienta un precedente, campeón.
—Esperaré... —dijo Neferet, al fin reconfortado.
*
Estando la humanidad sumida en esa pequeña muerte que es el sueño, al ser las tres en punto sintió sobre él la llegada de los obreros de la compañía. Traían una retroexcavadora que inmediatamente comenzó a zanjar terreno aledaño y a levantar un gran túmulo sobre la lápida... Luego se fue haciendo el movimiento de tierras más silencioso, por lo que el nuevo inquilino del camposanto no oyó ruidos, ni percibió la vibración del negro vehículo de acero.
Este «dinosaurio» mecánico se iba alejando en ese horizonte de maldita luz que despuntaba al este, el resplandor temido por los muertos legítimos y pacíficos como Neferet, tan feliz ejerciendo su vocación de murciélago.
De tal manera, por la mañana volvió a timbrar el móvil, esta vez en el féretro del cliente afiliado a la casa matriz, Sociedad Protectora de Muertos.
—Mande —contestó Neferet.
—¿Y ahora? —preguntó Lázaro.
—Perfectamente bien: no escucho ni veo nada y el aire se ha extinguido a la perfección; mi pensamiento de momia adquiere una lucidez inédita en este entorno delicado de humedad lúgubre. ¡Esto sí es genuina felicidad y todo gracias a tan novedosa app!
Y dicho esto, sin interrumpir la llamada de larga distancia, el alto exempleado del gobierno filosofaba para sí: «Fue tonto anhelar vivir a lo loco y en demasía. Aquí nadie me joroba, ni mi mujer, ni las hienas del ministerio, ni los acreedores tan molestos como tábanos; eso sí, debo aceptar que echaré de menos el lechazo asado en horno de leña, las almendras garrapiñadas, el queso y la cuajada… ¡Ay!».
Pero al instante dio un sobresalto, y le dijo a Lázaro:
—Aunque, confieso, voy a extrañar a mi perra Colita, el único ser que me provocaba algo de sincero goce en vida…
—Bueno, aplaque sus obsesiones y sentimentalismos don muerto, le prometo traerle a Colita a su debido tiempo...
—¿De veras, lo jura?
—¡Tan jurado como que no resucito físicamente una segunda vez, me decanto sólo por esta nueva «vida» virtual, casi o en nada demandante! —dijo Lázaro.
—...Le decía, querido Lázaro virtual, de los privilegios que voy descubriendo en esta fabulosa existencia... Tampoco, junto a mi religiosa mujer, escucharé más esa tarugada del señor cura en la homilía de los domingos tratando de contener a sus aterradas ovejas, que si la dichosa vida eterna aquí y allá..., ¡una chorrada!
—Ahórrese el «querido» conmigo. Pero... qué bien, ve, ahí está quietecito, ahora por fin le toca dormir con la dignidad de un rey y no le dé más vueltas al asunto: debe disfrutar a plenitud su nuevo y flamante estatus antisocial —recomendó el alto jerarca rebelde, antiquísimo hermano de María de Betania y Marta.
—¿Así no más, en serio..., me garantiza usted de que estoy bien muerto y no resucitaré, y al fin seré feliz conservando esta paz definitiva?
—¡Totalmente remuertoooo, como un fósil del Jurásico! —aseguró Lázaro.
Éste le contó a Neferet cómo la Parca y su empresa acababan de firmar un acuerdo para no incurrir en replicación de funciones, ahorrándoles a todos apreciable energía y recursos psíquicos: dolor, ilusión, esperanza, desamor, falsa dicha... De la necesidad perentoria de ir borrando de las cabezas esas burradas de la resurrección y vida eterna, al punto que ni el mismísimo Nazareno chistaba ya ante la reestructuración en los asuntos espirituales, controlados ahora por las nuevas tecnologías de comunicación e información.
—Y es que se sufre de verdad frente a tamaña nebulosa de ignorancia e incertidumbre —dijo convencido Neferet.
—No lo dudo... Con esto también evitamos producir tortuguismo en el sistema y errores indeseables, manteniendo un óptimo servicio al cliente. De todos modos, ella es mi única jefa y, por derecho natural desde tiempos inmemoriales, accionista mayoritaria de la corporación y así lleva la voz cantante, ¡siempre de ultratumba!
—¡Ah, magnífico, ni mi gobierno trabaja con esa eficiencia y coordinación! —destacó el muerto.
—Además, al menos una vez al mes le asistirán con acompañamiento mis antimédicos, informáticos de batón oscuro que garantizarán todo marche como debe según el programa «El muerto sano digital». Usted gozará tranquilo de defunción eterna para el mundo biológico de este planeta rocoso, Urasca y todo el reino de Tiquicia.
—Pues así pues sí, amable caballero —agradeció el fallecido.
—A ver, a ver, un selfi para papi...
—Un momento, un momento señor Lázaro, ¡que esto es como el retrato oficial del bautizo y matrimonio! —replicó emocionado Neferet, mientras se acomodaba dando los últimos retoques en el rostro usando el programa Corel PhotoPaint.
—Bien, tómese su tiempo...
—Whisky...
Del otro lado, el proactivo jefe de La Muerte para Siempre Ltda quedó súper satisfecho de ver el notable repunte en sus negocios virtuales: tras el cristal del ataúd por fin este muerto dibujaba una sonrisa disecada y pixelada.
FIN
Texto inédito de 2021. A falta de apoyo editorial de todo tipo, se me van quedando muchos relatos sin publicar (300 o más). Es una lástima que la injusta cultura tica no se maneje con la mecánica del fútbol: en Costa Risa se suele "fichar" a los poetas y escritores mediocres a través del compadrazgo y la corrupción en el sector cultural estatal que los premia, publica y beca (Editorial CR., editoriales universitarias, Ministerio de Cultura... Y yo no hago lobby ni los busco, pues sé muy bien es inútil presentar mi obra ante juntas directivas y editoriales de amigotes literarios). Iré compartiendo algunos de estos cuentos, que he tenido que ambientar aquí, pues muchos iban pensados para otros escenarios geográficos, principalmente España (aveces los organizadores de concursos piden desarrollo de la trama en las comunidades convocantes).
Imagen compuesta, derecha: este servidor haciéndose el muertico.
👆 Último poema y reseña literaria 👇 de 'Ángel de lengua azul', mi último poemario. Pueden adquirir mi libro por Sinpe: 7 mil, incluye envío (número también es de WhatsApp).
CRÍTICA LITERARIA DEL ESCRITOR Y POETA GUILLERMO FERNÁNDEZ SOBRE MI POEMARIO 'ÁNGEL DE LENGUA AZUL':
Les comparto canción-video "Inmortal" (éxito mundial, 1997), de Céline Dion, con un coro de lujo, Bee Gees:
Frank Rufino. Escritor innato, con una creatividad inagotable, de temas tan diversos que van desde el folclor costarricense hasta la política , tecnología, psicológico y ciencia . También se luce escribiendo en diferentes géneros literarios . Sus experiencias de vida han afectado su pluma, pues se refleja en su obra el dolor y pesimismo que llevan en su espalda los escritores en nuestro país por la falta de reconocimiento de los talentos que luchan solos .
ResponderEliminar¡Gracias por tan excelentes palabras!
EliminarBien por Neferet que finalmente se libero de su prosaica y miserable vida de burócrata.
ResponderEliminarPero me quedo la duda de saber que es un" lechazo al horno de leña"
Con gusto, estimado:
Eliminar"El cordero lechal, conocido como lechazo, es un ejemplar con 24- 28 días de vida que solo ha tomado leche. Pesa como máximo 6 kilos (en canal y limpio). Por el contrario, el cordero tiene ya varios meses (incluso puede llegar al año) y en su dieta ha metido ya pienso o hierbas del pastoreo".