No lograste, Harry,
el escape final:
de su largo saco
no te libraste,
de sus terribles ojos
no te ocultaste;
ni de sus invictas manos
desasirte.
De nada te valió
mostrar al mundo
el fácil pez de tu cuerpo,
de nada, Harry Houdini,
tanta lucha por remontar
la soga y el hierro,
la madera, la tierra, el fuego…
Por eso ya nadie aplaude
tu último intento
y un rumor de voces inconformes
desde siempre rodean tu tumba
como cuando todos esperan
ansiosos un numerito prometido
y que no termina de salir.
Desde ti, Harry, algo me habla
que no debo atesorar
la gran ilusión de volver;
que Lázaro, aún así, nunca pidió
lo trajeran de vuelta,
y que de seguro ningún
centurión amigo
rogará cuando lleven
mi humilde caja
hacia el vertedero,
porque tampoco
habrá un mesías
con su numerito
a la orilla del camino.
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© “Calle ciega”, Náralit, 26 de marzo de 2011. Inédito.